Desde hace unas semanas es noticia en Madrid la muestra fotográfica que ha organizado el Centro de Arte Dos de Mayo de la Comunidad de Madrid en torno a la primera obra de Miguel Trillo, el conocido en su día como «fotógrafo de las tribus urbanas» -cuando este término aún no resultaba peyorativo-.

Este nuevo reconocimiento al artista malagueño tiene un planteamiento muy interesante, porque recupera las dos primeras presentaciones individuales de Trillo: «PopPurri. Dos años de música pop en Madrid» -vista en la capitalina Galería Ovidio en 1982- y «Fotocopias. Madrid-London» (sala Amadis, 1983).

La retrospectiva de Trillo se puede ver en el CA2M de Móstoles, situado en la Avenida de la Constitución, 23. La primera parte de la misma le sitúa en el marco de la producción fotográfica de autor a mediados y finales de los años 70, destacando sus influencias y primeros pasos como autodidacta -Trillo era profesor de Instituto en San Blas-. «El hombre que lo vio todo», como llegó a titular la revista Primera Línea, se pateó hasta la última sala y fiesta de la Nueva Ola Madrileña para inmortalizar las incipientes estéticas de los 80, preludio de lo que al cabo de unos meses sería ya la Movida.

Para quienes aman la música Rock y no acostumbran a frecuentar el circuito del arte contemporáneo, cabe recomendar esta «Doble exposición» -y su correspondiente libro-catálogo editado con este motivo- porque refleja a la perfección todo el ambiente musical madrileño de la primera mitad de los ochenta. Trillo editó varios fanzines de su serie «Rockocó», verdadero álbum de cromos de lo que realmente bullía en las calles y no sólo en Rockola. El primero se tituló «Especial movidas 1980» y en los siguientes los protagonistas fueron los «Mods», los «Punkis», un «Especial tecno, modernos y siniestros», el «Especial Rockers» y el postrero «Especial heavys y rockeros».

Por decirlo de un modo que despeje cualquier duda, Trillo fue el único fotógrafo con intención creativa que se dignó a tomar instantáneas del público jebi en las históricas noches del Pabellón de Deportes del Real Madrid, las eliminatorias del concurso de Rock Villa de Madrid y algunos otros eventos al aire libre en formato de festival con grupos internacionales. Llegó incluso a reflejar los momentos previos y posteriores de los conciertos, fotografiando tanto las colas de entrada como los regresos a casa en el Metro.

Sus fotografías son a un tiempo obras de arte y un documento histórico imprescindible para reconocer nuestro pasado en algo más que los recuerdos de nuestras mentes. Es la primera vez que pueden verse al completo las imágenes de su especial «metalero», ya que Trillo siempre ha cedido sus fondos de manera muy selectiva para sus distintas exposiciones. Aquel fascinante «Rockocó» lo compramos en 1985 en la tienda Discoplay de los Sótanos de la Gran Vía madrileña, pero lo tiempo lo distrajo y han tenido que pasar 32 años para volver a disfrutarlo en su integridad.

Leo Cebrián Sanz