A grupos como Lordi hay que verlos por lo menos una vez en la vida. Diríamos lo mismo de los desaparecidos Gwar o los siempre familiares Kiss, porque el Shock Rock más extremo y/o maquillado siempre garantiza entretenimiento y diversión. Contemplar su espectáculo a escasos metros del escenario es un privilegio que en España sólo el Hell Rock Fest se ha atrevido a hacer realidad. No esperen a una nueva oportunidad de hacerlo en esta situación de privilegio, porque no la habrá.

Delante de un telón que recordaba vagamente a la portada de ‘Fear of the dark’, el clásico de Iron Maiden, los finlandeses salieron a disfrutar de la noche como si estuvieran actuando en un festival masivo o una sala para dos mil personas.

Todo el show estuvo cuajado de trucos teatrales y una imaginería renovada, que hizo olvidar la ausencia de efectos pirotécnicos y llamaradas de fuego. Al estar el recinto enclavado en el Parque Natural de Cabañeros, Lordi tuvo que adaptarse a la política de protección del entorno y se centró más en lo musical, sin descuidar por ello su proverbial talento para la teatralización y la sorpresa.

Tras la intro y presentación por parte de uno de los personajes que acompañan al grupo -una especie de Skeletor de ojos brillantes- sonó la inicial ‘Let’s go slaughter He-Man’, con la que Mr. Lordi comenzó la fiesta. Los solos de ‘Demonarchy’ mostraron a una banda más solvente de lo que se suele reconocer, que cada cierto tiempo da respiro a sus distintas performances con breves demostraciones de sus cuatro instrumentistas (guitarra, bajo, batería y teclado).

Para sorpresa de quienes nunca le habíamos visto en directo, resultó curioso que su vocalista Mr. Lordi se revelara como todo un especialista en el monólogo humorístico. Lástima que su ironía y guasa no encontrara el entendimiento necesario en el público español, tan poco dado a la traducción simultánea del idioma inglés -y en esto me incluyo yo mismo-. El líder del quinteto hablo mucho de «sus pelotas», pero sólo se atrevió en castellano con las tres o cuatro palabras que los «guiris» de Fuengirola aprenden nada más bajarse del aeropuerto: «tetas», «coño» y otras de similar academicismo.

Un detalle que no pasó desapercibido fue la gran influencia que el maestro Alice Cooper parece haber tenido en el diseño de este cómic musical que es Lordi. Vimos una cabeza cortada sobre el pie de micro, pero también zarpazos a una monja y un obispo atemorizado por la ira del hombre de los dos metros, subido a unas enormes plataformas y que en su vida de civil debe ser un tipo voluminoso y con unas piernas como robles.

Telarañas por doquier, el vestuario de su bajista -muy «Juego de tronos»-, las momias embalsamadas que parecían su guitarrista y teclista, la calavera humeante, la bazuka lanzahumos, las alas del murciélago gigante y la máscara y el mandil de un renovado Leatherface se solapaban como si estuviésemos ante una metalera versión de «El fantasma de la ópera».

‘Hard Rock Hallelujah’ es un clásico de las dimensiones del triunfo eurovisivo que vio nacer el fenómeno nórdico. Mr. Lordi agarró su micrófono con forma de hacha de dos filos, haciéndonos recordar aquella mágica noche de 2006 en que pudimos sacar pecho en casa y presumir de haber dejado a los eurofans descompuestos con su propia trampa de las caprichosas votaciones. No fue el momento cumbre del concierto, ya que en el tramo final también sonaron las muy comerciales ‘Who’s your daddy’ y ‘Would you love a monsterman’. ¿Cuándo repetimos?

Leo Cebrián Sanz

Fotos: Charo Sánchez.