Hace 20 años Los+Mejores era todavía un ‘fanzine’, no tenía formato de revista profesional. En el L+M nº23 Verano.96 - littlenúmero del “verano’96” (lo lanzamos en julio) la portada la ocupaba un Bon Jovi pensativo y la excusa fue que había actuado con su banda en el estadio Vicente Calderón de Madrid el 1 de junio de aquel año.


por Jon Marin


Una de las mejores anécdotas de mi vida me ocurrió el 1 de junio de 1996, en el concierto que Bon Jovi dio en el estadio Vicente Calderón de Madrid. La he contado muchas veces, pero no la había escrito hasta hoy.

A este evento no acudí acreditado como prensa pero sí tuve acceso al estadio antes que el público en general, ya que un amigo tenía licencia para explotar una de las barras de bebidas que se colocaron sobre el mismo césped y me pidió que le ayudase a atenderla.

Fueron muchas horas de trabajo y también diversión en el campo de fútbol del rival Atleti (servidor es acérrimo del Real Madrid). No se podía expender alcohol y no lo vendimos, claro, pero nosotros teníamos nuestra nevera privada con cervezas «de verdad» y algo de güisqui.

Casualmente nuestra barra estaba situada justo al lado de la boca por la que los jugadores salen del vestuario al terreno de juego. Ahí llevaba tantas horas como nosotros un pobre trabajador de seguridad para no permitir que alguien se metiera a dicha zona. Acabamos charlando y en varias ocasiones le ofrecimos algún refresco que otro.

Pasaron dos, tres horas… y mi vejiga no aguantaba más. Para acceder a los servicios públicos tenía que cruzar medio estadio o subir a las gradas y de ahí acceder a los de los pasillos interiores, así que le pedí por favor que me dejara bajar a la zona de vestuarios. Costó convencerle pero lo conseguí. Me dijo que por favor me dirigiera rápido hasta la última puerta del pasillo y regresara de inmediato.

¡Cuál fue mi sorpresa cuando, escaleras abajo, empiezo a ver puertas cerradas o semiabiertas que portaban carteles referentes a Bon Jovi! A través de una de ellas vi un suculento catering. ¡Resulta que esa era la zona que habían habilitado para camerinos de la banda y su equipo!

Llego a la última puerta, entro y me topo con una estancia llena de amplificadores en la que hay un señor de espaldas tocando la guitarra. Se da la vuelta y… ¡no puede ser!, ¡es el mismísimo Richie Sambora!

Ni corto ni perezoso, le saludo con un «hello, Richie» –como si le viera todas las tardes- y me dirijo al fondo donde hay varios cuartos con váter. Me pongo a lo mío y empiezo a descargar mi agüita amarilla mientras Richie sigue calentando interpretando el ‘Are you gonna go my way’ de Lenny Kravitz. Surrealista, pensaba yo, estoy meando y Sambora está aquí, a mi espalda, tocándome una canción de Lenny Kravitz.

Debía llevar soltado un litro de líquido y me quedaba más. Entonces empiezan a aporrear la puerta mientras me gritan de todo en inglés, y sólo se me ocurre responder: «Don’t piss me off!»

Ya con la cremallera arriba, me doy la vuelta y me espera un tío como un armario de grande que me dice, alterado, que ahí no puedo estar si no llevo la acreditación correspondiente, mientras golpea la suya, sobre el pecho, y también apalea el mío. Me invita a desalojar el lugar. Le tranquilizo diciendo que ya me voy, que sólo quería mear, y a un Richie Sambora, con cara de más sorpresa que yo, le digo con una sonrisa de oreja a oreja: «Bye, Richie».