Uno de los comentarios más escuchados en el ambiente musical durante las últimas semanas ha sido la ausencia casi total de grupos españoles en la previsión de los grandes festivales del próximo verano. El «run-run» comenzó como un simple ejercicio de observación, pero la crispación crece a medida que se incrementan las quejas por el funcionamiento abusivo del negocio de las actuaciones en vivo en España.

La competencia entre las promotoras ha animado los dos últimos meses del año con el anuncio casi solapado de sus cabezas de cartel, lo que ha eclipsado el hecho  de que ninguno ha recurrido a bandas nacionales para su promoción inicial. Parecía que en aquellas enloquecidas semanas alguno se descolgaría con un grupo representativo del Hard Rock y el Heavy Metal hecho por estos lares, pero nos hemos quedado con las ganas.

Así pues, se queja la prensa por el trato de que reciben de las promotoras, se quejan los espectadores por el baile de precios y la ausencia de entradas de día… y ahora se quejan los artistas locales por su invisibilidad absoluta a los ojos de quienes elaboran los carteles artísticos.

Las críticas se dirigen a dos nombres propios bien concretos: Rock Fest en Barcelona y Download en Madrid. Leyendas del Rock camina por un sendero bien distinto, lo que sin duda beneficia al festival como «refugio» de quienes no encuentran este tipo de sonidos en sus dos gigantes competidores.

A día de hoy, Rock Fest considera más atractivo para el espectador metalero que asiste a la cita veraniega que vayan a actuar grupos tributo como Bömbers (The Ultimate Motörhead Tribute) o The Best of Rock Tribute que cualquier nombre de peso en el Heavy Metal o Rock Classic hecho en España, la propia Cataluña o algún país de habla hispana -Rata Blanca ya actuaron en 2016-. Apenas los barceloneses Rocking Horse figuran en una lista cuyos reclamos internacionales parecen ensombrecer todo lo demás.

El descrédito artístico y comercial que los megafestivales aplican sobre los músicos locales alcanza el absoluto en el caso del Download madrileño. Su cartel de avance podría lucir perfectamente el nombre de cualquier ciudad que no fuera la capital del Estado, ya que su carácter internacional lo hace equiparable a cualquier otra fecha en cualquier otro país europeo.

Con una diferencia fundamental, y es que la inexperiencia del Download de la Caja Mágica lo hace sensiblemente peor en cuanto a los servicios que presta a sus clientes -recuerden si no el escándalo de la prohibición de introducir bebidas en la primera jornada de su estreno en 2017, con su audiencia a punto de una lipotimia colectiva-.

Aparte de los reclamos indiscutibles, esa segunda fila destaca por una selección heterogénea en la que no caben los grupos españoles, pero sí bromas musicales como las de Galatic Empire. Los responsables de Download han dado prioridad a un grupo de versiones de los temas instrumentales de la saga ‘Star Wars’ antes que a un sólo representante de la escena metalera más cercana.

Visto el panorama, desde este medio entendemos perfectamente la controversia creada y las acusaciones vertidas hacia las oficinas de contratación de ambos festivales. Todo indica que en las próximas semanas sus publicistas sí anunciarán a bandas nacionales, pero también que lo harán junto al resto de los artistas que llenarán sus horarios. En ese «cajón de sastre» entrarán a buen seguro algunos grupos que tendrán que lidiar con los peores horarios y las peores condiciones de cada jornada.

Con evidencias como la constatada, lo único que consiguen los festivales citados es aumentar la brecha entre el público español y los músicos más cercanos a su cultura y sensibilidad. Las empresas que organizan estos encuentros masivos se mueven por obvios criterios económicos y no artísticos, pero sorprende su torpeza para meterse en cuantos «charcos» se les presentan. ¿Cuál será el próximo?