Demostrar que dos guitarras o dos “riffs” son iguales es una proeza infinita, pero basta toparse con la primera diferencia para demostrar que son distintos. En general, lo común se oculta bajo la diferencia, y ahí Santísima da de pleno en el clavo.

Una obra de arte puede ser deshonesta en su creación y sincera en su recepción. Pero el artista experimenta ese acto consigo mismo. Rubén da Trinidades es ese artista, que desborda en un rock que parece reconocerse y en realidad es un pulso nuevo con un margen para el sueño que pocas seis cuerdas se atreven a retar. Como “elegante, sexy y potente”, define Rubén su sueño.santisima.cd

La gente tiene hambre y Santísima tiene las palomitas. “Amo la vida”, anuncia. Emprendiendo así un camino que necesita de un paisaje, un espacio por el que transitar, es en ese momento cuando el artista nos cuenta: -“Lo que soy, lo que siento, lo que respiro desde niño plasmado en unas canciones”. Cuando se le preguntó: Define tu arte en un eslogan, no pudo ser más claro: -“Voy a regalar el rock más sureño de la Europa continental”. Toda una declaración de intenciones.

Ruben da Trinidades debe crear un mundo. Y ese mundo es Santísima. Rock erizando el vello con la pasión que sus canciones merecen. Las influencias, que no esconde el artista, van desde “Robert Johnson o Black Sabbath hasta Richard Hawley y Jack White”. Rubén da Trinidades se lanza al vacío arropado por un trotamundos, escritor, cantante y compositor argentino, bregado en la fauna musical, y que pone el carisma, la garra, la personalidad, El Negro Villa, un buen amigo que azuza las cenizas para levantar el vuelo del sueño de da Trinidades. Un vuelo, que el guitarrista, y autor, esgrime como un florete para devolvernos el rock de verdad, con toda su esencia. Sus raíces. Su alma musical.