Hay un tipo singular en Mallorca, un auténtico Quijote de lo artístico que se llama Luis Massot. Hace años que se empeñó en dar una vuelta al Rock Andaluz desde sus tierras baleares, y lo que parecía un capricho de músico se ha convertido en una cruzada de cerca de dos décadas. Hay que reconocer que sus comienzos pecaron de mimetismo respecto a su principal fuente de inspiración, la banda cordobesa Medina Azahara, pero por fortuna su grupo Taifa ha logrado forjarse una personalidad propia que le hace caminar en paralelo -y no en el mismo camino- que la única referencia masiva del género tras la desaparición de Triana.

Su primer disco se tituló «Más allá del sur» y fue publicado por el sello Avispa en 1999, bajo la inevitable producción de Manuel Martínez, vocalista de los Medina. Sus dos siguientes referencias («Alhambra» -2008, autoproducido- y «Despertando el silencio»-2012. Santo Grial Records-) iniciaron una senda de fructífera colaboración con músicos de Marruecos y artistas flamencos, cuyos resultados fueron presentados en distintos eventos celebrados en el país vecino. El rock progresivo de Taifa ha ido fraguándose hasta dar como última inspiración el CD «Embrujo», que acaba de ser editado por Rock Estatal Records.

Luis se ocupa de la voz, el bajo, el bouzouki y las palmas, mientras que a su vera le apoyan el guitarrista Miguel Maya y el batería Antonio Medina. El cantante firma todas las  composiciones -salvo una música compartida con Maya-, lo que convierte a Massot en gran protagonista de un proyecto netamente personal. La nómina de invitados es la formada por Hannah Touk (voz andalusí), Juan Delola (guitarra flamenca), Ricardo de la Concepción (piano flamenco y palmas), Jordi Mascarell (dulzaina), Khalid Masmoudi (violín andalusi), Ahmed Abdelaziz (laud andalusí), Chaouki Omrani (darbuka), Rafid Ahmed (sarangi) y Choubani Abdou (tar).

La grabación ha tenido lugar en Mallorca, pero los numerosos instrumentos étnicos que se escuchan en sus diez temas proceden de tomas efectuadas en las ciudades marroquíes de Tetuán y Tánger (en este segundo caso a cargo de la Orquesta Abnae wa banal Ziryab), la propia capital de las islas de las que procede Taifa, la andaluza Marbella… ¡e incluso la India!

Todo en «Embrujo» huele a norte del continente africano por su parte más occidental, desde la foto del cuadernillo con el trío en plena sauna tipo Hammam de Palma de Mallorca a la misma estética visual de los músicos, las palabras en árabe que suenan o se leen entre las letras en castellano del single y videoclip «Libre para soñar» y su siguiente pista («Tetuán») o las exóticas sonoridades que incorporan los numerosos arrreglos de inspiración autóctona.

Por contra, una pieza como «Caravana de la vida» muestra la fascinante mezcla de una canción que comienza a ritmo de saeta y termina en vericuetos progresivos y enrevesados. La promoción de Taifa acierta de lleno al anunciar «Un viaje por el rock más potente a través de las melodías propias del flamenco, los sabores del Magreb y los perfumes de Oriente». Hay mucho zumo potencial en esta cesta de fruta que Taifa trae a nuestro a veces  áspero menú musical…

Leo Cebrián Sanz