Fuimos a ver la exposición que el Museo del Traje está dedicando a la figura de Tino Casal y nos encontramos tal cantidad de conexiones «rockeras» que merece la pena dedicar un texto a este iconoclasta del pop español. Para quienes no lo conozcan, Casal fue una rara avis dentro de la música ligera de principios de los ochenta en España. Su experiencia previa en conjuntos yé-yé se prolongó durante los años 70 con una breve etapa melódica, para finalmente estallar en la siguiente década con una explosión de colorido estético y sonido bailable con raíces en el glam, la música disco, el tecno y el New Romantic de los primeros Spandau Ballet o Ultravox.

Casal no perteneció como tal a la Movida, ya que superaba en edad a sus protagonistas. Visualmente sí participó de la fiesta, pero en todo momento desde sus propias y extravagantes pautas. Unos y otros le acusaban de excesivo y hortera, pero el intérprete y compositor no hizo caso a nadie y creó su propio universo artístico. El resultado fueron cinco discos con la clásica producción firmada por Julián Ruiz -uno de ellos titulado «Histeria», como el homónimo de Def Leppard-, varios números 1 y también una puesta en escena en directo como nunca se había visto en España.

Tino fue ninguneado en su época, por mucho que ahora se recupere justamente su figura. La personalidad inquieta del asturiano siempre fue por libre, sin catalogación posible en casi ningún concepto. Parte de su libertad la manifestó en su contacto y empatía con el Rock y el Heavy Metal, cuando ambos géneros sufrían el desdén de la modernidad y los gurús culturales del diario «El País».

Casal fue el productor de los dos primeros discos de Obús junto a Luis Soler. Su relación con el cuarteto madrileño fue intensa, ya que incluso diseñó su logotipo oficial y por increíble que parezca les ayudó a configurar su imagen. Tal y como se lee en una de las referencias informativas de la muestra, «Los propios Obús pidieron a Casal que les orientara en este sentido, y el asturiano visitó Londres para reformar el vestuario del grupo para su segundo LP».

En la expo se muestra una pieza cedida por Fortu, cantante de Obús, que fue diseñada por su compañero vocalista. Antes de pasar a manos de su definitivo propietario, el creador de «Champú de huevo» la exhibió en el videoclip «Bailar hasta morir». «En esta pieza», se detalla en la hoja correspondiente, «Casal deconstruye y ensambla: piel de serpiente y flecos con glitter contrastan con el tejido de sarga de algodón, sacado de una prenda de trabajo. Heavy, punk y glam se unen en sus diseños de inicios de los 80″.

Tino Casal también gustó de las chupas de cuero, los flecos por doquier y hasta un penacho indio de plumas como el que años después luciría en directo Joe Belladonna, de Anthrax. Pero un detalle más hace grande al genio incomprendido, y es el hecho de haber sido el primero en actuar en España sentado en una especie de trono similar al que recientemente han utilizado en vivo Dave Grohl, de Foo Fighters, o Axl Rose como parte de AC/DC. También en aquel caso fue una lesión en la pierna la que movió al cantante a sentarse sobre un sillón de lo más barroco, ayudándose de un bastón como el que ahora porta El Drogas y dirigiendo a sus músicos con una templanza y dominio extraordinarios.

Leo Cebrián Sanz