La esperada presencia de Mafalda en la apertura del último día de la pasada edición del Viñarock respondió completamente a las expectativas creadas e incluso las superó. Pese a haber sido programados a la temprana hora de las 16:30 en el escenario «Cenicienta» de los situados en el área central, el combativo grupo arrastró a cientos de personas para una ceremonia que combina la fiesta musical con la proclama reivindicativa y la experiencia común del combativo feminismo del siglo XXI.

La banda ha popularizado la pintura de guerra con la que sus dos vocalistas salen a escena, una especie de franja de color que cruza la zona de sus ojos de un lado a otro de las sienes. A partir de ahí las y los seguidores de Mafalda personalizan la marca con todo tipo de colores y combinaciones de líneas y puntos en torno a la nariz y los carrillos, lo que convierte el concierto en un acto identitario cargado de significación política.

El resto del populoso combo tampoco anda a la zaga en la teatralización de sus mensajes, con una estética que por momentos recuerda a ciertos personajes de la película «La naranja mecánica» o la más evidente de su cantante Marcos, cuyo disfraz de payaso remite directamente a la caracterización maquillada de Lorenzo Morales en Los Muertos de Cristo, actual El Noi del Sucre.

La lucha de Mafalda es el feminismo y a ella se entrega con absoluta dedicación, convirtiendo la bandera en el hilo que articula su espectáculo. Su vocalista Vera leyó un par de comunicados sobre uno de los temas tabú en los festivales: los comportamientos machistas derivados de esa parte del público que ha acudido simplemente a beber/tomar drogas y ver si de paso «pilla algo» o, en su defecto, si puede tocarle el culo a la que tiene delante aprovechando la coyuntura de la masificación. El colectivo denunció la ausencia de protocolos que eviten o persigan este tipo de comportamientos babosos en los festivales, pese a que la propia banda los reclama una y otra vez en todos aquellos en los que participa.

Vera animó a todas las sexualidades distintas de la hetero a acercarse a las primeras filas para manifestar su visibilidad, al tiempo que pidió que se respetaran los pogos formados exclusivamente por chicas. Alguno hubo, aunque todavía queda mucho por trabajar, incluso desde la concienciación de las propias mujeres.

Como consecuencia de un compromiso tan militante como el descrito, el show de Mafalda estuvo cargado de emoción a flor de piel, con sorpresas constantes en el forma y el fondo de transmitir sus letras y reflexiones. Una de sus últimas acciones directas fue su denuncia de que el festival Viñarock se quedaba con una comisión del 25% en la venta de la mercadería o «merchan» de cada artista.

Dado que en su caso los beneficios de esta comercialización se destinan a causas solidarias o de lucha en pos de los derechos sociales y de género, Mafalda prefirió no aceptar el chantaje y animó a adquirir los productos en los conciertos que ellos mismos autogestionan. Vaya, vaya con el Viñarock… Ahora entendemos la razón de que haya tan poca camiseta o sudadera oficial en el paupérrimo stand de venta de material promocional.

Esperemos que los rectores del evento no castiguen a Mafalda como en su día lo hicieron con el citado Noi del Sucre, quien sigue vetado en el Viña tras las críticas vertidas a la organización desde el propio escenario por los impagos a los artistas y grupos de la edición previa.

Leo Cebrián Sanz