Como apuntó nuestro compañero Fernando Checa, del programa «Corsarios del Metal», el concierto más multitudinario del Heavy Metal en España carecía hasta ahora de imágenes tan significativas como éstas. Las había ya en YouTube de la actuación de Tritón, pero aquellos 55 minutos se hacían cortos para el acontecimiento que supuso la histórica noche en que Barón Rojo, Santa, Goliath y Tritón actuaron ante 200.000 personas en el madrileño Paseo de Camoens. Fue con motivo de las fiestas de San Isidro del año 1985, cuando se congregó la mayor masa de espectadores que jamás haya asistido a un festival de Rock Duro en nuestro país.

El vídeo que «Ellas son Eléctricas» da a conocer en exclusiva 36 años después ya circulaba a finales de los años 80 entre algunos privilegiados que pudieron conseguir una copia. La que yo vi me la pasó Pedro Sánchez, guitarrista de Hamlet entre 1992 y 2008, al que conocí cuando entablamos conversación en el Metro tras ver que llevaba una bolsa de potentes vinilos de Heavy Rock. Por entonces Pedro era un fanático de Vito Bratta, el virtuoso «hacha» de White Lion. De aquellas recuerdo el impacto que me produjo ver y escuchar a Azucena echar la bronca al público que le pedía enseñar sus pechos. La cinta VHS volvió a su dueño… y desde entonces pasaron más de tres décadas y media.

Durante el proceso de preproducción del documental contactamos con el batería de Santa, Bernardo Ballester, quien conservaba una grabación casera con esta realización profesional que atribuimos al Ayuntamiento de Madrid. Las imágenes de aquellos cuatro conciertos jamás se emitieron por televisión alguna -entonces sólo las dos cadenas de TVE-, por lo que conseguir ese minuto y medio era cuestión prioritaria para mostrar una parte de lo que significaba ser mujer y rockera en la escena de mediados de los 80.

Por supuesto, el interés no se reducía al incidente de marras, puesto que Santa ofreció una actuación soberbia como posiblemente no hubiera otra en esta primera parte de su trayectoria. La entrega de Azucena resulta sobrecogedora y el grupo roza a un nivel instrumental prácticamente insuperable. Eran las fiestas de San Isidro y un martes previo al festivo en la capital, lo que facilitó que esa noche los heavies madrileños tocaran el cielo con un cartel nacional de ensueño.

Tras un intro de música religiosa, Santa entra a matar con «Reencarnación», mientras la cantante sacude su látigo para dar fuste al espectáculo y suenan bien presentes los teclados de Miguel Ángel Collado. Azucena repta por los suelos, gesticula como en el teatro clásico y juega con el pie de micro, en un despliegue absoluto de profesionalidad y ganas. La banda va cogiendo la medida a la importancia de la cita y Jero aprovecha para demostrar por qué ya entonces era uno de los mejores guitarristas españoles, en tanto la base rítmica formada por el bajista Diego Jiménez y el batería Bernardo Ballester tarda sólo unos minutos en funcionar como una máquina perfectamente engrasada.

Azucena saluda al santo patrón de la ciudad y da paso a «No hay piedad para los condenados», la canción que daba título al disco que estaban presentando. Aguanta el micrófono con su mano derecha, mientras en la izquierda porta un guante negro de malla. Justo antes de «Fuera en la calle», la vocalista se disculpa por el retraso en comenzar el concierto, que achaca a unos problemas en la sonorización de los teclados. Ha llegado el momento de desprenderse de la cazadora y mostrar su corsé, heredero de la tradición del music-hall que rodeó a la madrileña desde muy temprana edad. Azucena se sienta en el extremo del escenario y parece disfrutar cada segundo del show, subiendo a la tarima del batería para agitar su cabeza y bailar al compás de la música.

Santa como grupo está en esos momentos a un nivel similar al de las estrellas de la noche, Barón Rojo, poniendo en aprietos a quienes les han elegido como compañeros de cartel y gira. Bajista y guitarrista coreografían sus movimientos y Azucena lanza con furia su pie de micrófono hacia un lado del escenario.

Por desgracia, la masa de espectadores no parece estar a la altura del espectáculo que está viendo, ya que una buena parte del gentío amarga la noche al resto con esos gritos de «catetos» que Azucena neutraliza con sus palabras. «Arriba el Rock»…, y los músicos a lo suyo, a ofrecer un directo intenso y entretenido, con canciones de sus dos álbumes para Chapa Discos. La guitarra de Jero desprende carácter y energía, mientras la vocalista trepa por un lado del escenario para agitarse como un animal en celo. La brillantina refulge sobre su pecho y rostro… y las joyas lo hacen sobre su collar, pulsera y brazalete. Carisma y personalidad, en la estética y en la ética.

«Arma mortal» sigue presentando las nuevas canciones de «No hay piedad…». Los solos de Jero parecen sacados del propio estudio de grabación y el concierto alcanza su cénit con la interacción de la vocalista con su público. Una inmensa masa se despliega ante sus ojos. Impresiona lo que parece una imagen sacada del Rock In Rio. «Héroe de papel» es una de las canciones más queridas por los fans, que la escuchan cada noche en programas como los de El Pirata, Rafa Basa o Mariano García. Azucena sube a acompañar a Collado e incluso se atreve a tocar alguna tecla. Y como «No eres suficiente» aún no la conoce una parte significativa de la audiencia, la vocalista le pide a la casa de discos «que se ponga las pilas». Azucena adorna aún más sus brazos con nueva joyería, siempre a juego con esa muñequera de tachas que lleva en uno de sus brazos o las esposas asidas a su cadera.

El solo de guitarra de Jero desata la tormenta de las seis cuerdas, cual Yngwie Malmsteen del Foro. Sus botines blancos van a juego con la guitarra, como la estrella del Rock que es Jero en este 1985. El acompañamiento de Bernardo a la batería y Diego al bajo le permiten interpretar un largo interludio instrumental, como años después le escucharíamos en sus discos en solitario. Collado se suma al teclado y la pieza culmina con un poderoso solo de batería de Ballester.

Si nos atenemos a la duración del vídeo, la última canción que suena en el concierto es la balada «Sobrevivir». Azucena ofrece aquí una faceta más pausada e intensa en su desgarradora interpretación. La madrileña teatraliza la letra hasta el punto de hacerla suya e incluso su brillantina parece transmutarse en lágrimas que corren por su frente. La cantante termina el tema con un llamamiento a los técnicos: «¡Luz!». 36 años después, la luz se ha hecho por fin sobre este documento histórico que por primera vez muestra a Azucena en directo.

00:00 Agradecimiento a Bernardo Ballester
00:10 Intro
01:22 Reencarnación
06:13 No hay piedad para los condenados
10:17 Fuera en la calle
15:18 Sin compasión
21:13 Arma mortal
25:22 Héroes de papel
30:16 No eres suficiente
34:46 Solos de guitarra, pieza instrumental y solo de batería
44:36 Sobrevivir