Una de las noticias más seguidas durante el último fin de semana ha sido el inesperado fallecimiento del presentador de televisión José María Íñigo, que a sus 75 años permanecía en activo en varios frentes mediáticos. Se han publicado numerosas biografías glosando su amplísima trayectoria en prensa, radio y TV, pero desde esta web queremos recordar su trayectoria como referente de la música joven española a finales de los 60.

Ocurrió unos años antes de su consagración nacional con programas de Televisión Española como «Directísimo» o «Esta noche fiesta». Íñigo venía de pasar una temporada en el Reino Unido, donde comenzó su carrera con colaboraciones para la cadena SER. Una vez en Madrid, los primeros programas de música «moderna» de la Sociedad Española de Radiodifusión contaron con él para la popularización de tres de sus formatos: «El Musiquero», «El Gran Musical» y «Los 40 Principales».

El primero de los citados contaba con versión escrita y en ella comenzó a publicar sus artículos. La revista «Mundo Joven» también le sirvió de plataforma para sus comentarios sobre la actualidad musical. Esta posición de privilegio como preceptor de gustos y tendencias se prolongó al frente de los televisivos «Ritmo 70» y, dos años antes, el rompedor «Último Grito». El programa, que codirigían los posteriores directores de cine Pedro Olea e Iván Zulueta, era el «no va a más» de la modernidad audiovisual y contracultural, en una línea parecida a la que ya en los 80 consagraría el espacio «La Bola de Cristal».

Precisamente fue Zulueta, el realizador de la película de culto «Arrebato», quien en 1969 le convencería para participar en su debutante»Un, dos, tres, al escondite inglés». Íñigo ya había realizado un año antes un cameo en el film musical «A 45 revoluciones por minuto», pero esta vez también participó en el alocado guión. Lo hizo desde el sentido del humor y la autoparodia, ya que su fama de «niño terrible» de la crítica musical comenzaba a granjearle simpatías y antipatías por igual, tanto en el negocio como entre los aficionados a la música Pop.

La historia de «Un, dos, tres…» reflejaba los esfuerzos de una pandilla de jóvenes post-ye yés por boicotear la elección del representante español en Eurovisión (aquí maquillado como «Mundocanal»). Entre ellos había un personaje físicamente tan parecido a José María Íñigo que al final del largometraje se producía el inevitable encuentro entre el auténtico y su doble en el grupo de agitadores. Curiosas paradojas las de una vida profesional tan fecunda, ya que con los años Íñigo se convertiría en comentarista de directo del certamen continental.

Leo Cebrián Sanz