Imagen de portada: Tako/Zenobia (Óscar Ortiz)


MANDARRIAS BAND + Segundo Asalto

LUGAR: Jimmy Jazz
CIUDAD: Madrid
FECHA: 5 de marzo de 2011

Sobre los primeros que actuaron esta noche, Segundo Asalto, se podría destacar la buena combinación en equipo, capacidad de improvisación y las ganas que le echaron a pesar de que la sala en esos momentos se hallaba medio vacía.

En cambio, con Mandarrias Band la sala se llenó del todo. La gente bailó y disfrutó de una noche de Rock and Roll Urbano como hacía tiempo que no tenia oportunidad (y a título personal también lo digo). Los chicos de Tenerife no dieron ni un respiro con su Rock rápido y directo, sus letras sobre la vida, la gente y los duros tiempos que nos toca vivir. Exprimiendo a fondo su repertorio en la escasa hora de actuación, se dejaron escuchar pelotazos como ‘Dale gas’, ‘El canto de las ranas’ (que da título a su nuevo disco) o ‘Ni un día más’. También reseñar que tuvieron su momento de dedicación a la legendaria banda Los Suaves con ‘No puedo dejar el Rock’. Ojalá vuelvan a la Península pronto. No te los puedes perder entonces.

Ricardo Bayón


TAKO

LUGAR: Live
CIUDAD: Madrid
FECHA: 5 de marzo de 2011

Tako es un valor seguro. 26 años de carrera avalan al grupo de Mariano Gil “Rones”, uno de los luchadores incansables que ha dado el Rock español. La banda fundada en Ejea de los Caballeros (Zaragoza) se merece una mejor acogida en Madrid, pero ellos creen en sus canciones y las transmiten al que haga falta, sea fan suyo, roquero “neutral” o incluso al público ecléctico. Con la idea de presentar su excelente disco ‘El taller de los caprichos’, los Tako se subieron al escenario de la sala de Carabanchel.

Ofrecieron un concierto que fue de menos a más, sabia opción que suele ser tomada por los artistas veteranos que saben lo importante que es dejar a los asistentes un buen sabor de boca. Mariano, que celebraba su cumpleaños el día del concierto, compaginó la guitarra y su labor de vocalista con pasión y naturalidad. Siempre correcto en la interpretación de unas letras cuidadas, no descuida su labor de frontman y se mueve por el escenario contagiado por sus propios riffs.

La vertiente gamberra de la banda corrió a cargo del teclista Nacho Jiménez, que además de hacer coros, animó las presentaciones de los temas con gotas de humor. El dúo fue acompañado por Fernando Mainer al bajo, Teto Viejo a la batería y Fernando Girón a la guitarra. Además, Íñigo Zubizarreta, ex guitarrista del grupo, dio brillo al show colaborando en ‘Carpintero de condenas’ (canción que me encanta) y ‘Pintahierros’.

Tako es una banda con personalidad y sonido propio, que combina excelentes baladas (‘A las puertas del deseo’) con temas a medio tiempo y melodías agradables (como ‘La dama de blanco’, ‘Juguetes chinos’ o ‘La tormenta’) y por supuesto sus clásicos de Rock cañero (no faltaron ‘El enterrador’ o ‘El viejo Resina’). Con este repertorio variado y la complicidad de las primeras filas nos olvidamos de ciertos desajustes en la sonorización y nos marchamos de la sala bastante satisfechos.

Javier del Valle


BURNING KINGDOM

LUGAR: Ritmo & Compás
CIUDAD: Madrid
FECHA: 11 de marzo de 2011

Viernes frío y lluvioso en el que se celebró la fiesta del 24º aniversario del programa La Cabaña del Tío Rock. Tras los conciertos de Jorge Salán y Amalgama (puedes leer la crónica completa en: tntradiorock.com), con la sala abarrotada, era el turno de los chicos de Manuel Seoane, que nos presentaban en directo su nuevo disco ‘Down to the road’.

Nos presentaron un set list de quince temas, el cual abrían con ‘Living now’, de su reconocido primer trabajo, seguido de ‘I’ve got a feeling’, ‘Who do you love’ y ‘Big bang’, clásico de Niágara, seguidos de un bloque de tres temas todos de su nuevo plástico: ‘Shot in the dark’, ‘Something physical’ y ‘Liar’; todo esto con un sonido que no hacía honor a la voz de Dagarod, inconvenientes que no impidieron que nos dejara toques de calidad. Así, la banda nos presentaba ‘Walking alone’ y la sorpresa de la noche nos llegaba en ‘Freedom’ con un buen dúo con Natalia de Casa de Fieras.

Seguimos disfrutando del buen hacer y las ganas que desprendían Manuel, Dani, Pablo, David y Filthó sobre las tablas de la sala. El sonido (que era la nota discordante) empezó a ir cada vez mejor y la espectacular voz de Dagarod, junto con la calidad que atesora Manuel Seoane, nos dejaban ‘Burn highway’ y ‘Down to the road’ con la sala cantando a una sola voz.

El buen rollo era unánime y el sonido mejoraba hasta el punto de olvidarnos del tema, y así nos dejaron ‘Japan Japan’ para terminar el show con el primer single del nuevo disco: ‘Hoochie’. Pausa y vuelta para dejarnos tres temas más: ‘Rock Formosa’, una nueva versión de ‘Rock And Roll’ de los Zeppelin y ‘Rock on the radio’, que cerraría un noche digna de buen Metal.

Vlady Contreras


HACHAZO + Proyecto Kostradamus

LUGAR: Jimmy Jazz
CIUDAD: Madrid
FECHA: 12 de marzo de 2011

La sesión comenzó con el grupo Punk/ Oi! Proyecto Kostradamus, descargando rabia y furia con su potente sonido, sus combativas y guturales voces. Durante casi una hora (y a pesar de un cretino que tuvo que ser expulsado para que el concierto pudiera seguir) agitaron conciencias e hicieron que la gente de la sala se pusiera a brincar, cantar y bailar. A destacar canciones como ‘Ni olvido ni perdón’, ‘Las leyes de Darwin’ o ‘Ya están aquí’.

Hachazo, irónicamente, en su gira de despedida están consiguiendo hacerse realmente conocidos. De hecho, antes de tocar en Madrid venían desde el otro lado del charco, México, donde han cosechado un gran éxito. A pesar de que el público se quejó de la falta de temas bien conocidos por sus seguidores (al fin y al cabo tenían sólo una hora para tocar y no todo puede entrar), el ambiente se caldeó a ritmo de piezas como ‘Sabes lo que te digo’, ‘La liga de la justicia’ o ‘Eutanasia’ extraídos de su último álbum. Una lástima que ya no prosigan su carrera -sus motivos tendrán-, pues es una banda con una aceptación y una buena acogida del público superior a la media. Calidad.

Ricardo Bayón


ZENOBIA + DÜNEDAIN

LUGAR: Caracol
CIUDAD: Madrid
FECHA: 18 de marzo de 2011

Noche de ilusión por ver a dos grandes bandas de Heavy Metal en su gira ‘Unidos por el Metal’.

Todos unidos, congregados y preparados con la cerveza en la mano estuvimos allí (la sala se llenó) para ver primero a Zenobia. Pura casualidad porque los dos grupos alternan el orden de su actuación en cada ciudad. Los de Logroño realizaron un extraordinario concierto, un gran directo que comenzó con ‘Ícaro’. Caña metalera a rabiar durante todo el show (‘Luchando hasta el final’, ‘La traición’, ‘La historia terminó’, ‘Dentro de mí’…) pero no faltaron baladas preciosas como ‘Si no estás junto a mí’ y ‘Ante tus ojos’. Mucho sentimiento. Con ‘Alma de fuego’ y ‘Lo llevo en la sangre’ acabaron un conciertazo. Gran banda para los amantes del verdadero Heavy Metal.

Dünedain una vez más volvieron a hacerlo todo lo bien que saben. Fue un concierto muy especial y festivo. Desde el principio (‘Buscando el Norte’, ‘Fiel a mi libertad’, ‘Una razón’…) la gente coreaba sus temas. Increíble el grupo abulense sobre el escenario. José Rubio (guitarrista, ex Warcry, Megara) colaboró en ‘La tierra de los sueños’ y ‘La rosa negra’. Otros temas que acabaron de convencer a todos fueron ‘El principio del fin’, ‘La luz de mi oscuridad’ y ‘Por los siglos de los siglos’. Las dos actuaciones se nos habían hecho cortas. Menos mal que había una sorpresa preparada, aunque esperada: Empezó a sonar el tema que Dünedain y Zenobia han grabado juntos, ‘Unidos por el Metal’, con todos ellos sobre el escenario más el guitarrista Rubio de nuevo y Ronald Romero (el nuevo cantante de Santelmo). Público entregadísimo. Noche increíble.

David Casero


ROGER WATERS
CIUDAD: Madrid

LUGAR: Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid
CIUDAD: Madrid
FECHA: 25 de marzo de 2011

30 años del muro, ROGER WATERS VUELVE A LA CARGA

Después de tres décadas en el candelero como uno de los elepés imprescindibles de la historia del rock, la genial obra de Pink Floyd vuelve a cobrar actualidad de la mano de su creador y máximo exponente, el atormentado y genial Roger Waters que la saca a pasear en un momento especialmente amargo, dado la crisis económica y de valores que pendula sobre nuestras cabezas.

Concebida como una ópera póstuma contra la alienación de la sociedad de consumo y sus derivadas, The Wall es ante todo un grito desgarrado sobre ese grueso muro que se interpone entre el individuo y la sociedad, en una comunidad corrompida que no satisface las necesidades sociales básicas. Ya saben, la vieja disyuntiva, Hobbes frente a Rosseau: el hombre como un lobo para el hombre (que devora el planeta) o el ‘buen salvaje’ solidario y cooperativo que se pensó alguna vez. The Wall es ante todo, un bellísimo canto antibelicista, un grito sordo y angustioso ante la incomunicación, frente a los miedos, complejos y prejuicios que nos atenazan y nos impiden la consecución de ese elixir raro que es la felicidad.

Un mensaje a reivindicar más que nunca, en esta sociedad de la opulencia y el despilfarro, y con una actualidad aterradora: baste observar las guerras que asolan el planeta, tan cercanas -y a la vez tan lejanas- en los Telediarios, y el muro que han plantado las grandes corporaciones financieras. Esto es especialmente visible en el mundo de la música, donde las grandes empresas de la comunicación con sus bastardos intereses políticos-económicos-mediáticos impiden el fluir de la buena música e imponen la horterada como estandarte de nuestro tiempo.

El “Big Brother” de George Orwell, que refiere Roger Waters en su montaje audiovisual, convertido en un detritus para mentes planas, en putiferio de artistas impostados y en cloaca hedionda, antaño pagada con el dinero de todos en la televisión pública, para elaborar clones destinados a las listas de éxitos, lubricados con el dinero del ladrillo: si quieres sonar en la radio comercial, tienes que pagar la mordida. Al final, solo fuiste carne picada para la máquina registradora, otro figurín rosa de usar otro tirar, otro ladrillo en el muro.

Del recital alucinógeno que Roger Waters trae entre manos, cabe subrayar dos cosas por encima de todo: el increíble sonido cuadrofónico que inundó el recinto y la brillantez musical en la ejecución de los temas –especialmente sembradas las guitarras de Snowy White y Dave Kilminster-, como un tsunami de conciencia crítica, que cala hasta los huesos, especialmente visible en las partes orquestales (que iban enlatadas) y en los efectos sonoros: en las explosiones de las bombas, en el vuelo de los helicópteros, en el ametrallamiento de la población civil…

También que el montaje era manifiestamente mejorable en algunos tramos (“Hey you”, “Vera”, “Bring the boys back home”), y aplastante por su fuerza en otros momentos (“Goodbye blue sky”, “In the Flesh”) con recuerdo constante a los seres queridos asesinados en guerras tan injustas como criminales. “Fear Builds Wall”, ‘el miedo construye muros’ enunciaron los niños de Proyecto Hombre en sus camisetas, en la emblemática “Another brick in the wall”, mientras el autor se despachaba a gusto minutos después: “¿Confianza en los gobiernos? No me jodas”. Recuerda que el Gran Hermano te vigila con su ojo que todo lo ve y todas las voluntades compra. En el intermedio asomaron por las pantallas nuestros amados caídos: Gandhy, García Lorca, Chico Mendes, junto a una larga catarata de personajes anónimos cuya estampa erizaba la piel y el alma.

Por último destacar (y esta observación es muy importante), que el público que abarrotó como nunca se había visto el Palacio de los Deportes (había gente de pie más arriba del gallinero, bailando animosamente) era mayoritariamente masculino en una proporción sonrojante (rozando el 90%), lo que define a la perfección el signo de los tiempos. No sé si alguna vez ustedes se habrán preguntado por qué tantas chicas acuden a los conciertos de Alejandro Sanz, Shakira y figuras de ese palo, y las hijas de Eva son tan escasas en ceremonias como esta. La respuesta está clara y casi la podría contestar un minusválido mental: la frivolidad y decadencia que nos invade, la banalidad y asquerosa superficialidad de un mundo a la deriva donde se intenta vender mercancía averiada a los incautos que estén dispuestos a pagar por ella.

En otro tiempo el concierto de Roger Waters hubiera sido gratis o muy asequible (todavía nos acordamos de los mágicos aquelarres de Pink Floyd -3.000 pesetas- y Genesis en el Vicente Calderón -500 pesetas-, Neil Young en el Rockodromo -400 pesetas- o Gary Moore + Barón Rojo + Shy en el mismo recinto, GRATIS). Por mucho que se empeñen algunos, no hemos perdido la memoria de tantos grandes ARTISTAS que desfilaron a mediados de los ochenta -en aquella acogedora urbe en vías de desarrollo, el mágico e irrepetible Madrid de Tierno Galván-, en tiempos de La Movida, o en los años posteriores. A PRECIOS RAZONABLES. Viene esto a cuento del elevadísimo precio de las entradas de ROGER WATERS (60 euros la más barata) y del coste prohibitivo de las camisetas en el merchandising (40 euros). No tiene mucho sentido pasarse el concierto entero criticando los vicios de la sociedad consumista y luego poner esos precios.

Quizás estemos abocados al desastre, condenados a la extinción (cuando desaparezcan las grandes figuras del género) porque entre el nulo relevo generacional y demás factores, el rock con mayúsculas -como los mejores valores del ser humano: la generosidad, la igualdad, la fraternidad, el desprendimiento-, se van por el desagüe en estos tiempos oscuros y criminales. Quedan ustedes advertidos: La libertad se mide en dinero, y el ojo del Gran Hermano nos observa inquietante. Estamos al borde del precipicio. Tiempos siniestros: Saramago lo cuenta mejor.

De todo ello trata el Muro, aunque su autor y protagonista lo siguió gritando con fuerza en su obra posterior, especialmente en “The final cut” (83) (la tercera parte de The Wall) y en el genial y vibrante álbum “Amused to death”(92) que tanto nos conmovió en anteriores giras. Si algo podemos añadir sobre el recital es que su “Bleeding heart of the artist” sangró con más fuerza que nunca, con un sonido olímpico en una velada que tardaremos bastante en olvidar.

Fran Llorente