Nuestra reciente estancia en Zaragoza finalizó el pasado domingo con una visita al Mercado del Coleccionista de la Plaza de San Francisco. Había pocos puestos por culpa del bajón de asistencia de público durante el verano, pero la casualidad quiso que conociéramos a Aurelio, un personaje único con el que pasamos un rato estupendo de confraternización. En una esquina de los soportales donde se venden sellos, monedas y colecciones de cromos estaba un hombre mayor pinchando un single en un tocadiscos portátil. Sus vinilos no eran los más cotizados -aunque sí los más baratos de cuantos encontramos por allí- y la charla inicial nos llevó a la confianza de confesarnos que él había sido músico en su juventud.

Aurelio nos explicó que durante muchos años, desde mediados de los 60 a comienzos de los setenta, había ocupado el puesto de guitarrista rítmico en Los Diabólicos, un conjunto ye-yé que nunca llegó a grabar ningún sencillo, pero que se pateó con gran aceptación el circuito artístico del noroeste de la Península. Al parecer su éxito en vivo les permitió actuar y repetir en numerosos escenarios de su provincia y comunidad autónoma, convirtiendo su ocupación de instrumentista en directo en actividad profesional en toda regla. Visitaron bastantes localidades de las por entonces Vascongadas y recorrieron hasta hacerlas casi suyas las salas y clubes del triángulo Huesca-Teruel-Zaragoza.

Ya jubilado, Aurelio Orce sigue amando la música y luchando por ella, esta vez desde su puesto de discos de segunda mano. Siempre tiene a mano una carpeta con fotos y artículos de sus años mozos, que muestra con el lógico orgullo de quien vio la llegada del Pop y el Rock a su región. En las imágenes de su pequeño archivo apreciamos a un quinteto siempre preocupado por contar con los mejores instrumentos y con mostrar una imagen adecuada a la tendencia del momento.

Los Diabólicos usaban las guitarras Jomadi, que el bilbaino José María Dieguez comenzó a fabricar en Bilbao en 1962. Ya lo dice Julián Molero en su libro «Batería, guitarra y twist»: «Tampoco era mucho mejor la Jomadi (…) Estas guitarras pretendían imitar las Jagmaster. Con ellas comenzaron muchos conjuntos de provincias. Se desafinaban mucho y su mástil era incómodo y áspero».

Respecto a la estética de escenario, Aurelio -siempre a la derecha en las fotos- recordó que su vestuario lo elaboraba un sastre local, que les dejaba bien modernos y acordes con esos aires de cosmopolitismo que siempre buscaban. Los Diabólicos reinvertían sus ganancias en mejorar todos los detalles de su indumentaria y equipo de sonido, a fin de ofrecer el más profesional de los espectáculos posibles. El conjunto vivió sus días de gloria y otros menos agradecidos, pero de todos disfrutó esta formación que alternaba las versiones con sus composiciones originales. Pero por favor, ¡si hasta tuvieron un cantante francés con patillas!

Como investigadores de la historia del Pop y el Rock español que nos consideramos, el «momento-Aurelio» fue de lo mejor que vivimos en la capital maña. Esta pequeña anécdota nos ha puesto sobre la pista de «Zaragoza 60’s. Música pop, sociedad, política y costumbres juveniles en la ciudad pionera del rock’n’roll», el libro de Matías Uribe que cuenta toda esta peripecia.

Cabe recordar que quizás la primera guitarra eléctrica que hubo en España fue la de Rocky Kan y no la de Kurt Savoy, como habitualmente se apunta en estos casos. La cercanía de la base americana de Morón resultó fundamental para esta avanzadilla musical aragonesa, que con tanta frecuencia se olvida desde Madrid y Barcelona. En nuestro caso ha sido Aurelio quien nos ha descubierto todo una escena que desconocíamos, además de regalarnos una inmejorable despedida de la ciudad del Ebro y el Pilar.

Leo Cebrián Sanz

Fotos: Virginia López-Parra.