En un artículo previo te anunciábamos que Bruce Dickinson, cantante de Iron Maiden, iba a cantar el himno nacional de EE. UU. en un partido de fútbol americano en el estadio de los Pittsburgh Steelers, y nos extrañó mucho que alguien que presume de ser tan británico (nació en 1958 en Worksop, Nottinghamshire) y que incluso votó a favor del Brexit, diera este paso. El hecho se consumó el pasado domingo, 14 de septiembre.  


Aparte de que Dickinson ha valorado positivamente al público estadounidense y que siempre ha agradecido las facilidades de promotores y demás para hacer buenas giras por territorio yanqui tanto con Maiden como en solitario, parece ser que comenzó a simpatizar mucho con el pueblo de EE. UU. después de que los atentados del 11-S (año 2001) le pillasen en la misma ciudad de Nueva York. Respecto a aquel día, recogemos algunas de las declaraciones que ha hecho:

  • En 2012 relató: “Acababa de completar mi entrenamiento como piloto y ya estaba autorizado para volar, y estaba en Nueva York con la banda (Iron Maiden). Era un día soleado y yo estaba en la azotea del hotel, junto a la piscina. Tenía en las rodillas un manual del Boeing 757, estaba repasando, cuando una viejecita se acercó al socorrista y le preguntó si era cierto que un avión se había estrellado contra las Torres Gemelas. Pensé que sería una avioneta pequeña y seguí con lo mío. Luego llegó más gente y alguien dijo que era un avión de pasajeros. Sólo pude pensar: ‘¡Joder…!’”

En 2015, en el programa de radio del también cantante Alice Cooper, Bruce contó detalles posteriores: “Fue raro, porque no había pánico. Todo el mundo estaba… no sé, había como un ambiente de que aquello no era real. No había tráfico en las calles. Era un día precioso, soleado, y yo simplemente di una caminata observando a la gente. Había gente tomando cervezas en los bares… Pero al llegar la tarde el ambiente era lógicamente más sombrío. No veías a nadie riendo, con esto no había chistes. Y hasta hoy ni se me ocurre hacer alguno. Al día siguiente pensé: ‘No sé qué hacer, voy a donar sangre’. Así que me puse a buscar dónde podía hacerlo y había colas enormes. Lo único que pasaba era que alguien se acercaba diciendo: ‘Vale, aquí tienes. Vuelve mañana. No necesitamos sangre, no hay supervivientes’. Así que me dieron un papelito que decía: ‘Si necesitamos tu sangre, te llamaremos’. Recuerdo que entonces cambió el viento y aquella especie de nube gris empezó a avanzar lentamente hacia el Medio Manhattan (Midtown). Hasta ese momento, en el norte de Manhattan, donde yo estaba, por Central Park, no se olía nada. Pero entonces olí ese hedor como a fósforo y pensé: ‘No sé si estar dentro de un edificio con aire acondicionado es mejor o da lo mismo, pero me voy a mi habitación porque esta mierda huele a muy mal rollo’.  Ahora están descubriendo lo jodidamente tóxico que era”.


Información recopilada y redactada por Jon Marin