Como muchos otros grupos de sus características, los madrileños Versoix están volviendo a los directos tras dos años de no tener contacto con el público. Salvo un show especial para Los Conciertos de Radio 3, el cuarteto no había tenido aún la oportunidad de presentar oficialmente su último disco, “El Devenir de las Bestias”, tercero de su trayectoria.

Había que celebrar por todo lo alto este fin del silencio impuesto por la pandemia y la banda optó por la sacrificada fórmula de una doble presentación en la sala Rockville. Fueron dos sesiones seguidas -sin apenas descanso para los músicos-, que asemejaron a Versoix al tipo de maratón en vivo de todo un Bruce Springsteen.

La idea se reveló adecuada a la intención, ya que el sonido del recital vespertino comenzó algo embarullado hasta que el técnico de la mesa espabiló. A partir de ese momento, la música se escuchó por fin con la corporeidad e intensidad que hace de Versoix un producto interesante y muy personal. No obstante -y está pasando con todas las formaciones que regresan a los escenarios-, resulta inevitable que el periodo de inactividad se note en la propia dinámica del concierto, que tarda en arrancar hasta que desaparecen los nervios y la máquina fluye engrasada.

LosMejoresRock.com asistió al primero de los encuentros, que no por ello redujo su tiempo y repertorio respecto al segundo y estelar. El espectáculo fue entretenido y contó con la participación vocal de Javier Salas -Javi «Nadye»-, su productor, y el registro femenino de Wanda. Por su parte, el violinista Manu Clavijo acompañó con su instrumento algunas de las piezas más íntimas y evocadoras del repertorio de esta fraternal cuadrilla formada por Jesús (voz y guitarra), Sergio (guitarra), Alberto (bajo) y Maxi (batería).

Jesús nos recuerda a Javier Teixidor -el Teixi de Mermelada y la Band a la que nombre-, en el sentido de que también él cierra los ojos cuando interpreta, sintiendo la profundidad de lo que canta e incluso dramatizando la letra de una forma conmovedora. Esa timidez puede desconcertar al espectador, al que de inmediato recupera el ropaje instrumental de sus compañeros. Con todo, se trata de un modo muy apreciable de convertir el concierto en una ceremonia «de piel», al estilo de las experiencias artísticas que dejan huella. Podría ser una obra teatral o una representación de danza o ballet, pero esta vez es la música la que toma el mando.

La más que justificada “Volvimos a empezar” marcó la salida del repertorio, en cuyo transcurso sonaron las once canciones del álbum, a excepción de la balada y última de la serie: “Desorden”. Fueron veintidós generosos títulos los que dieron forma a esta primera parte de la noche, en la que repasaron a conciencia sus producciones anteriores: “El Dilema del Erizo” (2015) -de la que sonaron “Veneno”, “Desequilibrio”, “Ron y miel”, “Némesis” (con intro de Red Hot Chilli Peppers) y la despedida final con la primera parte de “Lo que fuimos”- y “Redención” (2017) -representado por “Entre lo sucedido”, “Lo que fuimos, Pt. 2”, “La duda” (con intro de Adele), “Semillas”, “Y terminar con tus noches”, “Desperfectos” y “El diván”-.

Leo Cebrián Sanz

Fotografía: Javier del Valle («Otra Semana de Rock»)