Mucha atención las compañeras del proyecto Rockin’ Ladies, que durante estos días comienzan a elaborar una lista de bandas femeninas o mujeres que formen parte de grupos mixtos. Dashara es por por hoy una de las escasas muestras de formación enteramente compuesta por «chicas del Rock», ya que su juventud es una de las cosas que más llama la atención de su mera existencia.

Sandrita Dash (voz), Albita Les Paul (guitarra), Tere Reche (bajo) y Ruth Kalypso (batería) son los divertidos apodos de estas cuatro valientes, tres de las cuales ya se conocían de los madrileños Suevicha. Una vez se disolvieron llegó el momento de fichar a Sandra García (Trikis, Reflejo Rotuliano…), que desde enero de este año forma parte de Dashara. Quizás muchos recuerden su cara porque es la antigua propietaria de la sala LaMala, en el barrio de Aluche.

Las madrileñas definen su sonido como «crudo, directo y contundente», siendo la música «un vehículo para explorar su creatividad, conectar a las personas y entender la vida». Prometen una mezcla de influencias y estilos que incluyen Hard Rock, Folk y Fuzz (¡!), por lo que estaremos atentos a los ingredientes de su pócima mágica.

Su primer single se titula «Feathers» y ha sido compuesto, grabado y producido por la totalidad de Dashara durante el confinamiento. «Surgió en un viaje», explican, pero nunca la habían podido tocar juntas por el situación de confinamiento sufrida en las últimos meses en España. Optaron por sacarla adelante en plena cuarentena, para reafirmar sus lazos como grupo y combatir el aburrimiento y la morriña de no poder compartir sus vivencias en el local de ensayo.

La letra de la canción defiende que «no hace falta mucho para ser feliz. ‘Feathers’ es la representación de lo que nos ha enseñado a todos este tiempo. Cuando te privan de casi todo, al final hay pocas cosas que echas de verdad de menos».

Esta primera experiencia de autoproducción, con la mayor parte del equipo confinado, ha obligado a las integrantes de Dashara a aprender rápido, ver videotutoriales y consultar a voces autorizadas para obtener la máxima calidad posible. Según comentan ellas mismas, «ha sido un aprendizaje para todas y que cumplió a la perfección con nuestro objetivo, que era sentirnos más juntas durante el confinamiento».

Mientras Sandra usaba el armario de los jerseys para procurar una mejor acústica doméstica, Tere se quedaba sin una cuerda de su bajo y «luchaba» contra los ladridos del perro del vecino, Ruth grababa una línea de batería que se borraba de repente como por arte de magia y Alba alternaba su guitarra con el aprendizaje del Cubase…

Leo Cebrián Sanz