Ya ha pasado más de una semana desde la presentación oficial del último disco de Rosendo, «De escalde y trinchera», y como siempre en estos casos hemos querido esperar unos días para reseñar lo que fue el acto promocional desde un punto de vista diferente. El acto, que se celebró en la azotea del Hotel Urban, en pleno centro de la capital, recordaba a aquellos eventos «de antes de la crisis», cuando había presupuesto para un afiche promocional, entrega del CD físico -sí, resulta extraño que resulte extraño, pero así están las cosas en 2017…-, recepción por parte de la compañía, presentador/animador para dar continuidad a la comparecencia y hasta un apetitoso aperitivo de una de la tarde para los resistentes de los medios de comunicación.

No todo podía desarrollarse tan felizmente, así que alguien de la disquera o el hotel cometió el imperdonable fallo de no activar el aire acondicionado. La rueda de prensa se redujo sensiblemente por el horno en que se convirtió la cafetería techada de la terraza, cuyos paneles dejaban entrar un sol de justicia que achicharró al propio protagonista. En cualquier caso, una comparecencia de Rosendo es siempre un acto de amor entre la prensa y el maestro, que es lo que realmente importa. Hay complicidad en el ambiente, como corresponde a un personaje lleno de encanto y humanidad.

El guitarrista a una nariz pegado comenzó bromeando sobre su voluntad para continuar en la brega  («tirando de las tripas hemos conseguido un buen puñado de canciones», «estoy encantado de seguir en activo» y «hasta que el cuerpo aguante») y «la aportación novedosa que me caracteriza», en humorística alusión a su falta de evolución artística.

Rosendo es hoy por hoy un abuelo de la República musical del rock español, que sigue con ganas de molestar (32 años ya desde «Loco por incordiar») y al que un veterano periodista, presente en el evento, recordó que tal día como ese se cumplían los 22 años de la muerte de Rory Gallagher, uno de sus grandes ídolos. Tres décadas por aquí, dos décadas por allá… cifras de vértigo para una carrera sin más fecha de caducidad que la propia salud de Rosendo pueda llegar a dictaminar.

La carga de resistencia política del que fuera líder de Leño le mantiene activo y sobre todo inquieto en lo social. Su hartazgo con el abuso del poder y los intereses creados no parece haberle amargado, sino muy al contrario, Rosendo es ahora mismo un irónico trovador del descreimiento y la insumisión vital.

Sus mensajes llenos de imágenes sardónicas y un lenguaje intrincado y lleno de expresiones propias de un castellano rico y antiguo siguen dándole un toque de distinción realmente único y personal, que alumnos aventajados como Kutxi «Marea» o El Drogas han recogido con cierto estilo.

El cantante y guitarrista madrileño tiene ganas de seguir adelante… y lo hace con una serenidad proverbial, cercana a la sabiduría del abuelo que creció en la República, vivió una Guerra, una posguerra, el franquismo y la democracia. No es el caso por supuesto, pero su carácter insurrecto se parece mucho al de aquellos veteranos combatientes que las han visto de todos los colores y aún se niegan a ceder a la sumisión y la mediocridad.

Rosendo no es un nihilista ni está furioso, sino harto de las injusticias y altamente defraudado con ese eterno deja-vu que es la historia de la sociedad española en relación a sus representantes políticos. A diferencia de quienes manifiestan ese mismo sentimiento con amargura y dogmatismo, el papá de «De escalde y trinchera» hace gala de un sentido del humor que le honra. Un ejemplo: Rosendo no quiere estatua en su distrito de Carabanchel… ¡¡para no tener que verse todos los días porque terminaría mudándose del barrio!!

La sonrisa con la que el autor de «Loco por incordiar» asumió todas las preguntas transmitió la alegría propia del trabajo bien hecho, y del momento dulce de compartirlo con quienes lo difunden en radio, prensa, TV e Internet. ¿Que tiene que cambiar el título a una canción que se iba a llamar «Despacito» porque hay otra que le ha pisado la primera palabra del primer verso? Ningún problema. Luis Fonsi quedará en el olvido, Rosendo quedará en nuestro recuerdo…

Incluso cuando le pusieron el anzuelo de la crítica a Teddy Bautista no quiso hacer leña del árbol podrido -porque caído ya estaba-. En fin, todo un placer disfrutar del Rosendo más afable y positivo, tan lejano de aquel que se moría de vergüenza cuando le entrevistaban en el programa de televisión Lo + Plus a mediados de los noventa.

Leo Cebrián Sanz