Demasiado tiempo sin Doctor Deseo en Madrid. Todavía tenemos pendientes fiestas y reencuentros con nuestros ídolos musicales aplazados por la pandemia.

Francis Díez y su banda llevaban unos tres años sin visitar Madrid y, aunque no llenaron la sala Copérnico el pasado 15 de octubre, el ambiente reflejaba un reencuentro esperado por unos seguidores fieles, siempre dispuestos a reencontrarse con la sugerente propuesta de la banda vizcaína.

Doctor Deseo es un grupo con repercusión y programado frecuentemente en Euskadi; en el resto del territorio español son una banda de culto. Seguir a los de Bilbao es una especie de privilegio: su propuesta es amplia, sin fronteras musicales ni escénicas. Quizá merecería unos escenarios más amplios y mayor difusión, quizá perdería la magia. De cualquier manera, esta nueva aparición en Madrid, con motivo de la gira de «Maketoen iraultza», no defraudó. Los primeros temas fueron interpretados en euskera, motivo de celebración para la colonia vasca en Madrid que sigue desde hace décadas la trayectoria del grupo. Los sonidos electrónicos del último trabajo no apagaron al respetable, acostumbrado a los devaneos estilísticos de Doctor Deseo, capaz de mostrar su lado pop, de canción de autor o de rock diferenciado de las típicas propuestas norteñas más radicales (a pocos metros de la sala Copérnico estaba Evaristo y sus Tropa do Carallo reventando la sala Mon).

Las insinuación y lo explícito, la provocación y la poesía bien armada sin barroquismos innecesarios dotan de contenido y de credibilidad a Francis y su grupo. El paso de los años y los cambios de formación no derriban su espíritu, ni los coqueteos electrónicos restan contundencia a un directo que sigue cautivando a los rockeros. 

“Maketoen iraultza” “Busco en tus labios” “Abrázame” “Soñar, «Desear y atreverse” “Corazón de tango” o “La chica del batzoki” fueron alguno de los temas interpretados en un concierto que pasó volando. Se nos hizo corto, buena señal porque Francis es un ‘frontman’ comunicativo, que no para de moverse, de bailar, de provocar con sus lascivos gestos, utilizando una botella de cerveza o el foulard de plumas como juguetes eróticos. Y está bien acompañado por Joe González, un saxofonista muy dinámico sobre el escenario, y por una banda solvente

Algunos se arman de paciencia a la espera de su próxima visita. Otros no resistirán y viajarán al norte para recibir su terapia en algunos de los eventos programados para próximas fechas. 

Texto y foto: Javier del Valle