Una de las grandes asignaturas pendientes para los investigadores e historiadores del Rock español ya ha sido aprobada. La que indiscutiblemente fue primera mujer en cantar en tesituras de Rock Duro ha permanecido oculta para los medios durante más de cuarenta años, pero una vez más el equipo del proyecto multimedia «Ellas son Eléctricas» ha conseguido lo que parecía imposible: encontrar a la vocalista sin apenas pistas algunas que pudieran dar con ella.

Si en su momento fue providencial que se cruzara en el camino del futuro documental la que fuera cantante de Malena y Belcebú -la rompedora Shelly, de Shelly y Nueva Generación-, esta vez ha sido una concienzudo rastreo in situ el que ha dado con Ana María González Pazos, la desgarrada garganta del segundo álbum de los progresivos Tarántula. El homónimo disco se grabó en 1978 y la banda no tardó en disolverse, pero en el recuerdo siempre quedó la interpretación que Ana hizo de «Blancanieves», un single de extraordinaria fuerza y fiereza vocal.

En plena era de la búsqueda en Google y de la comunicación social mediante las redes sociales, ha sido la «persecución» analógica y directa de las huellas de Ana la que ha dado con el paradero del personaje. El proceso en sí ha resultado tan pintoresco y azaroso que merece la pena ser relatado en detalle por Paco Manjón, la persona que primero contactó con la vocalista y quien ha conseguido recuperarla para su merecido reconocimiento como mujer avanzada y precursora de nuestro Rock:

«Tras conseguir localizar con éxito hace unos meses a María de la Concepción Gutiérrez Lobo, es decir, a Shelly/Malena, el siguiente reto consistía en dar con otra de nuestras pioneras rockeras, Ana María González Pazos, de la que poco o nada se sabe desde que prestase su voz para el segundo LP de los valencianos Tarántula, editado por Chapa.

La aventura ha tenido un feliz desenlace, aunque ha resultado igual de rocambolesca y ha contado con la participación de la misma persona clave: el ínclito José Luis Álvarez, de la revista Fonorama y el sello Discos Cada. Uno de los intentos previos infructuosos fue por ejemplo la consulta a Vicente Feijóo, líder de los veteranos Zarpa desde 1977. Siendo apenas un adolescente, el músico llegó a compartir tablas con Tarántula en varias ocasiones. Como nada se obtuvo de esta posible conexión, no nos quedó más opción que acudir al ubicuo Sr. Álvarez, que siempre ha mantenido una estrecha relación con la escena rockera levantina desde los lejanos años 60.

Sabía de la gran relación de éste con Bobby Astro, que no era otro que Rafael Cabrera, primer cantante de Tarántula que grabase el debut del grupo editado en 1976 a través de Novola. Lamentablemente, Cabrera falleció en 2015. Entre los muchísimos contactos de José Luis se encuentran figuras valencianas como el histórico locutor Enrique Ginés, o los responsables de las tiendas de discos de la capital del Turia, así como artistas y bandas de la talla de Raimon, Bruno Lomas (D.E.P.) o Los Huracanes, conjunto valenciano de los años 60. José Luis Álvarez ha ido editando material discográfico de todos ellos a lo largo de las décadas.

Gracias a sus gestiones pudimos localizar al alma mater de Tarántula, el teclista Vicente Guillot «Valen», quien sigue al pie del cañón con su proyecto Aves de Corral y con los reunidos Huracanes -en los que ya militó en su etapa previa a Tarántula-. «Valen» tampoco sabía nada de Ana desde finales de los años 70, pero se mostró totalmente colaborador con nuestra tarea y además era optimista en cuanto a la forma de dar con ella. Su improvisada estrategia consistía en patearse la localidad de Tabernes Blanques, donde Tarántula tenía su local de ensayo hace más de cuatro décadas. En aquellos años la vocalista también trabajaba y residía allí junto a su familia. Ante tal proposición, no dudé en quedar con el teclista un lunes estival a las diez de la mañana para dirigirnos desde Valencia a esa pequeña localidad y comenzar con las pesquisas desde bien temprano.

Lo primero que hicimos fue desayunar en varios bares de los considerados «con solera», mientras ambos hablábamos afablemente sobre Tarántula, «Ellas Son Eléctricas» y muchas cosas más. En vista de que aquellos «taberneros» no llevaban las suficientes décadas en el negocio como para conocer a la banda y a su vocalista, nos planteamos visitar la fábrica de cerámica local donde Ana trabajaba en los años 70. Antes de hacerlo preferimos consultar a la policía local, debido a una posible pista familiar que le constaba a Vicente «Valen».

La suerte nos seguía siendo esquiva hasta que por fin nos empezó a sonreir cuando nos plantamos en el ayuntamiento del municipio. Tras preguntar a varios veteranos del lugar, resultó que una funcionaria de cierta edad conocía a un familiar directo de nuestra protagonista, del que incluso tenía su teléfono. Obviamente, nuestra benefactora no nos facilitó el teléfono de dicho conocido en cumpimiento de la ley de protección de datos. Sin embargo, a nivel totalmente personal se ofreció a hacer llegar el contacto de Valen al familiar de Ana, explicándole lo que sucedía.

Tras agradecer a todo el personal del ayuntamiento su buena disponibilidad, nos marchamos de allí con cierto optimismo. Caminamos en busca de algún bar para comentar la jugada, mientras cruzábamos los dedos para que Guillot recibiese buenas noticias. Fueron los hados quienes se aliaron con nosotros cuando, debido al molesto astro rey que calentaba nuestras cervezas, no tardamos en abandonar aquel primer bar para ir a otro sitio. Habían transcurrido varias horas desde nuestra llegada, por lo que para entonces ya íbamos pensando dónde comer.

Aunque dudamos si regresar a Valencia, decidimos ir a un último bar del municipio, en el que unos molestos vecinos de terraza de lo más cantarines nos convencieron de marcharnos a la gran ciudad. Fue en aquel momento cuando, por pura casualidad, nos avistó la atenta funcionaria del ayuntamiento. Nos comentó que había recibido la respuesta de su conocido y resultaba que el número de teléfono inicialmente localizado no existía. Una vez subsanado el leve error de un dígito incorrecto, ya era posible hablar directamente con Ana.

Fue tras siete horas de andanzas cuando por fin conseguimos el contacto de una sorprendida y encantadora Ana. Todo se pudo lograr gracias a la amabilidad de la gente con la que nos fuimos encontrando en Tabernes Blanques, a la voluntad de «Valen» y, por qué no decirlo, también por cosas del destino. En breve os daremos buena cuenta de todo lo que nos han contado tanto Ana como «Valen» en relación con los pioneros Tarántula y muchas más cosas realmente interesantes».

Leo Cebrián Sanz