Continuamos nuestra conversación con Conchita Loren, una de esas mujeres de las que antes se decía que eran «de categoría» o «de rompe y rasga». Tras conocer las peripecias de su vida personal y artística, nos adentramos en sus vivencias junto a su hija Azucena, la gran voz femenina del Heavy Metal español.

La primera escena de esta película retrospectiva nos lleva hasta el camerino del teatro en el que actuaba la supervedette. Mientras su madre hacía los números de la revista, Azucena dormía sobre el baúl cuando sólo era una niña: «Me casé y la tuve. Trabajaba y me la llevaba a todos los lados, aunque de pequeña eso no le hacía mucha gracia. No tenía para dejarla con nadie. Yo arrastraba con todos allí donde iba».

Tan metida estaba la familia en el teatro, que la irrupción de la vocalista en el mundo del espectáculo surgió de una forma natural: «Caí enferma y ella se ofreció corriendo a salir y cantar en mi puesto. Ni siquiera sabía que le gustara. ¡Tenía sólo cuatro años! Tuvo tanto éxito que era una locura, la gente se volvía loca con ella, con su forma de cantar. Además cantaba por Manolo Caracol, cantaba por moderno, cantaba de todo. El padre, ella y yo íbamos por los pueblos». Semejante vocación resultaba difícil de reconducir: «Ella ya siguió con lo del cante porque le gustaba de verdad. Yo no la induje a nada. Quería que estudiara, pero ella, con tal que podía, pues ya estaba saltándose la verja y se iba a cantar».

Antes de que sus carreras profesionales tomaran rumbos paralelos, Conchita y Azucena compartieron años de convivencia artística: «Ella empezó con un arranque muy fuerte. Yo estaba trabajando de supervedette en El Molino de Barcelona y a ella le dio por salir a un número en el que cantaba. Y es que tenía una voz impresionante y cantaba por todos los estilos…».

Azucena, siempre creativa, logró impactar a los espectadores del teatro de variedades con un truco escénico jamás visto en un espectáculo de esa naturaleza: «Salió a cantar y bailar, que era de las que se liaba para al final darle la vuelta a la cabeza, no al pelo, a la cabeza. Según me dijeron a mí, se podía haber quedado en el escenario. Terminaba con ese baile que hacen «a lo bestia», como yo le llamo. Esta chica está loca. ¡Cómo se mueve!» Conchita sólo volvió a reconocer ese giro de cabeza cuando años después le enseñaron vídeos de músicos haciendo headbanging

Las imágenes están disponibles en el siguiente enlace del grupo de Facebook Fans de Azucena Dorado, vocalista de Santa: https://www.facebook.com/javier.c.novelle/videos/10208442601101366/ Viendo el impresionante documento se comprende perfectamente el entusiasmo despertado entre el público: «Tuvo mucho éxito en Barcelona. Se liaban a aplaudirla y ella no paraba hasta que la gente no paraba de aplaudir. Iba gente a verla sólo a ella y en los palcos ponían una pancarta que decía: «No venimos al Molino a beber gaseosa. Venimos a ver a Azucena la revoltosa»» -un divertido juego a cuenta del nombre de la marca-.

La creación de un estilo único fue determinante a la hora de destacar entre su competencia: «Era muy de Azucena esa forma de actuar, porque nunca ha ido a una academia a que la enseñaran a cantar. Nunca ha dicho: «bueno, es que esto me lo ha enseñado fulana de tal o esto me lo ha enseñado mengano de tal. Ella salía y… ¡hala!».

En la revista, los maestros eran quienes ofrecían su repertorio a las vedettes. «Iba a coger los números de los maestros, pues lo mismo que yo he ido a hacerlo». Incluso en este aspecto, la futura cantante de Santa esconde una auténtica sorpresa que su madre Conchita ha querido compartir con nosotros: «Ella hacía de vedette con otras chicas, pero no de primera ni de segunda vedette. Dentro del teatro hacía de todo, sketches por ejemplo, y además sacaba sus propios números». En uno de aquellos gags se convertía en una artista inglesa que balbuceaba en español y tropezaba con una escalera. ¿Les va sonando ya el personaje? «Como vio que a la gente le gustaba, pues ella lo hacía encantada», recuerda la Loren, nuestra Loren.

Al final de su etapa en Madrid, antes de los dos años de éxitos vividos por Conchita en Barcelona, Azucena ya había decidió independizarse. Posteriormente volverían a coincidir en la Ciudad Condal durante su etapa común en El Molino, pero con sólo 17 años su hija tomó las riendas de su vida: «Como nos llevábamos muy pocos años, ella se marchó de mi vera y empezó con su propio ritmo de cante, baile y de todo. Iba por su lado porque ya era mayorcita». La cantante trabajó con Paquito Jerez, un intérprete de copla. Conchita «Ella iba de figura, en plan de revista de vedette e hizo tournées con compañías. Yo no la llegué a ver actuando, porque a mí contrataban por años o hacía galas. No la veía con frecuencia».

Tras esta etapa de formación en la que vivió con intensidad el brillo de las lentejuelas y el desparpajo propio del teatro de las variedades, Azucena comenzaría su viraje hacia el Rock, la música a la que aportará su voz y personalidad al frente de los dos primeros discos de Santa y sus dos álbumes en solitario. En la entrega final de esta serie, Conchita Loren nos aportará su puntos de vista y opiniones sobre esta otra fase creativa de su hija, aquella en la que desarrolló plenamente su auténtica vocación.

Leo Cebrián Sanz