Además de su sabiduría musical, otro de los talentos que caracterizan a Salva es su afición por el collage y la composición artística y fotográfica. El motivo de sus tan personales obras es el universo del Classic Rock, el Blues Rock y todo aquello relacionado con la contracultura de finales de los años 60 y comienzos de los 70. Cada lámina responde a un mismo grupo, artista o argumento, cuya inspiración le sirve para colorear y dotar de coherencia a lo que son simples recortes de prensa o imágenes de revistas.

Los libros que agrupan sus trabajos siguen un riguroso orden alfabético, que como cabe imaginar pueden comenzar por Allman Brothers Band y terminar en ZZTop, por citar dos de sus bandas referenciales. Al igual que en su día con la piedra y la manera de labrarla y darle vida mediante grabados de elaboración propia, Godoy fue autodidacta a la hora de expresar sus inquietudes artísticas y creativas mediante el recurso de fotografías y recursos ajenos, a los que él da un nuevo sentido con su manera de agrupar y relacionar los diferentes elementos.

Incluso algunas portadas sencillas de sus discos favoritos han pasado por las manos de Salva, que ha convertido sus cubiertas en carpetas dobles en las que luce una imaginería Pop en la que igual caben personajes históricos que conceptos inesperados o aparentemente anacrónicos.

Aunque no lo vivió directamente, el conocimiento que Salva tiene del movimiento de la contracultura y el hippismo en Estados Unidos a finales de los años 60 le ha hecho entender aquel fenómeno social como si lo hubiera vivido en primera persona. Godoy se identifica plenamente con los postulados de aquella generación que quería cambiar el mundo y ha cultivado en solitario su pasión por el tema.

Nuestro entrevistado he creado en su mente un universo de referencias bien contrastadas sobre el hito histórico que supuso aquella revolución cultural. Será difícil que Salva termine conociendo in situ la ciudad de San Francisco y los lugares concretos del estado de California que alumbraron aquella inspiración colectiva, pero su modo de aproximarse a la época ha sido tan entregado y sincero que de algún modo sí ha viajado en el tiempo y el espacio hasta aquel “verano del amor” de 1967.

Nuestro bluesman de Torreperogil no se considera completista de discos, ya que en su caso prioriza la calidad antes que la cantidad de referencias adquiridas. Sus primeras compras fueron vinilos de segunda mano en la primerísima tienda Discoplay de Los Sótanos de la Gran Vía madrileña, marca a la que también siguió recurriendo mediante su boletín de venta postal.

Más adelante llegó el CD y Salva acumula un millar de compacts de grupos de tiradas escasas, siendo ese precisamente su valor añadido al del mero conocimiento de los artistas y bandas: el de la limitación en el número de copias. Y aunque le habría gustado viajar al extranjero para completar su colección, lo importante es que todo lo que tiene lo ha escuchado y disfrutado en mayor o menor medida.

Además, Godoy se desmarca de la corriente generalizada que prefiere la interpretación en vivo antes que la grabación en estudio. Obviamente ha visto y escuchado mucha música en directo -como la del grupo Leño hasta en tres ocasiones-, pero él opta claramente por el deleite de una buena escucha en la intimidad de su hogar.

¿Qué pasará con todo el legado cultural que ha ido acumulando Salva desde que era joven? Se trata desde luego de una cuestión que le preocupa y desvela, por cuanto su deseo es que todo ese material musical y de patrimonio artístico en general pueda ser disfrutado por cuantas personas sepan apreciarlo y valorarlo en su justa medida.

Godoy no tiene muchas esperanzas de que su enorme archivo encuentre acomodo en su comarca o provincia, pero quién sabe si en el futuro alguna institución pública, una fundación o algún tipo de entidad de patrocinio o mecenazgo cultural local se atreva a asumir el cometido de poner en valor y explicar en su contexto adecuado este enorme pozo de sabiduría y conocimiento del Blues que Godoy quiere compartir.

Leo Cebrián Sanz