Ha sido la gran noticia musical del lunes, y como tal hay que dar testimonio de ella, aunque tratando de aportar algo nuevo a las airadas reacciones que se han producido al respecto. Evaristo Páramos, cantante de Gatillazo y ex-vocalista de La Polla Records, ha sufrido un incidente con la Guardia Civil durante la celebración del festival Primavera Trompetera, que se celebró durante el pasado fin de semana en la localidad gaditana de Jerez de la Frontera.

La imagen de un Evaristo «interceptado» por cinco agentes de la Benemérita es ya historia de la arbitraria aplicación de la Ley Mordaza en España. Este castigo a la disidencia ideológica se basa en las “faltas de respeto y de consideración” a los Cuerpos de Seguridad del Estado, cuyas multas pueden conllevar penas de 600 euros. La cuenta oficial de Twitter del cuerpo armado ha dado las siguientes explicaciones, tras la confusión inicial generada por el suceso:

«No se ha producido ninguna «detención» ni «retención» del cantante Evaristo Páramos. Simplemente se le comunicó una denuncia.

El motivo no han sido las letras de sus canciones, sino su grito de «policías, sois unos hijos de puta» tras la actuación de su grupo».

 

 

Sea quien sea el responsable «intelectual» de esta denuncia, el error es tan monumental como la ola de solidaridad que se ha producido con el artista y su banda. Cualquiera que haya asistido a un concierto de sus dos grupos sabe perfectamente cuál es una de sus claves, se interprete ésta en forma de jota o simplemente como consigna para el público. El insulto a los políticos profesionales y el menosprecio ofensivo a la policía forman parte de la actitud en directo de Evaristo. Nunca se ha escondido… y dudamos que lo vaya a hacer a partir de ahora.

Hay que recordar que para una buena parte de la contracultura el cantante de Gatillazo entra en la categoría de intelectual, una etiqueta que suponemos no le agradará, pero que define muy bien su trayectoria de coherencia a la hora de denunciar los abusos del poder. La calidad de sus letras está fuera de toda duda literaria y tras los improperios existe una visión de la vida que puede no gustar, pero que hay que respetar por consecuente e irrenunciable.

Llegados a este punto, hay que reconocer que el Estado está consiguiendo justo lo contrario de lo que suponemos pretende con este tipo de actuaciones: convertir en héroes mediáticos a quienes sufren sus distintas y caprichosas persecuciones. César Strawberry o el mediocre rapero Valtonyc son sólo dos de los artistas que los poderes fácticos han hecho víctimas de sus campañas. ¿Por qué ellos y no otros? Es más, ¿por qué no todos?, se preguntarán algunos del bando contrario. Cuidado, porque se empieza por aquí y se termina por la franquista Ley de Vagos y Maleantes…

 

Por otra parte, la aplicación de algo tan relativo como la ofensa artística genera además un curioso contrafenómeno, cual es la viralización acrítica de los apoyos y adhesiones. Aquellos que hoy han estado pegados al ordenador poniendo la imagen de Evaristo en su perfil y escandalizándose por lo ocurrido forman parte en gran medida del nuevo perfil de punky antisistema, una suerte de vehemencia tan motivada en las redes como inútil para la revolución. Golpes de pecho, sí, pero siempre virtuales.

No puede haber respeto para quienes suben a un escenario con la intención exclusiva de hacerse fotos con Evaristo y subirlas de inmediato a su Instagram, aprovechando las prestaciones de sus móviles de 300 euros. Mientras Evaristo canta «Fóllate al líder», el «Punky de postal, Punk de escaparate», tan contento con su documento para la posteridad…

El espectáculo vivido en la última comparecencia de Evaristo en Madrid fue bochornoso. Jamás se había visto en un concierto de estas características semejante culto a la personalidad del gurú, un tipo que precisamente es adalid de la antiautoridad y la libertad individual.

Un buen indicativo de los tiempos confusos que corren es ver a Evaristo agitar los brazos para intentar liberarse del «pesado» de turno que quiere hacerse una autofoto con él. Eso, por no hablar de quien se oculta tras la bandera de «¡Euskal presoak, etxera! ¡Presos vascos, a casa!» para no salir en las fotos, mientras de fondo suena «Odio a los partidos, fuego a las banderas». Cada idea tiene su momento y lugar, pero algunos se empeñan en no encontrar ni lo uno ni lo otro.

Evaristo tiene el «culo pelado» de estar en medio de situaciones pintorescas y seguro que se está riendo en casa de la que se ha montado a su alrededor. Si es que ya lo dijo en su día: «No somos nada».

Leo Cebrián Sanz