Tras los seis conciertos previos (Rosenthal Effect, Soul Dealer, Prima Nocte, Wicked Inc., Iridium y MorphiuM), el paso de las últimas luces de la tarde a las primeras sombras de la noche correspondió a la banda granadina Azrael. El quinteto conmemora este año su cuarto de siglo de vida, toda una proeza en una escena local -la granadina y andaluza en general-, que siempre ha tenido que trabajar el doble que otras para salir adelante.

El aniversario fue pues un recorrido por su amplia discografía, que culmina de momento con su recopilatorio «XXV» a modo de tarta de cumpleaños. La banda no cuenta con demasiadas canciones que hayan sido hits directos, pero cuando aciertan dan en la diana de lleno. «Tan sólo libre» es un temazo que disfrutamos a conciencia, un clásico que cautiva a la primera escucha.

Su séptimo y último álbum, «Código infinito» (2014), confirmó su deriva hacia terrenos más progresivos. El disco abrió una nueva etapa de este grupo inasequible al desaliento, al que impulsa el equipo más completo que jamás haya tenido, con todas sus líneas muy bien compensadas.

El cantante Marc Riera interpretó con convicción y contenido dramatismo; por su parte, los guitarristas Mario Gutiérrez y Enrique Rosales nos recordaron porqué el Metal español dejó los trazos gruesos para recrearse en la imaginería instrumental. La retaguardia de Azrael está formada por su bajista J.M. Salas, el teclista Javi Saavedra y el batería «Maolo» Arquelladas, verdadero impulsor de Azrael y un relaciones públicas en toda regla.

Esta gente no acusa cansancio alguno; muy al contrario, su rendimiento es total, concentrando toda su energía en aprovechar a fondo el tiempo del que disponen. Por gentileza del propio «Maolo», aquí va la lista de las composiciones que interpretaron -y que un despiste con nuestro bloc digital de notas nos impidió reseñar en la edición original de este artículo-: Todo, nada / Volver a nacer / Tres y el apocalipsis / Al amanecer / Nada que temer / Castigo / Incierta realidad / Tan sólo libre / Para bien o para mal / Decirte adiós (bis).

La presencia de Indomables fue el contrapunto adecuado para bailar un poco entre el virtuosismo de Azrael y los posteriores Overtures. Rock and Roll del Norte, perfecto para esas concentraciones de motos a las que tanto suele acudir el quinteto. En Retuerta no hubo Harleys, pero sí el mismo espíritu de cachondeo y diversión que los bilbaínos consiguen transmitir en su espacio natural, que es el escenario. La armónica de su cantante Iñaki sonó en «Bourbon sin hielo», uno de sus característicos himnos de contagio inmediato. El sentido del humor del vocalista y su carisma comunicativo son el plus perfecto para  la solvencia instrumental del combo, que disfruta tanto de la experiencia que consigue transmitir al público su propia fiesta.

Si Azrael cumple 25 años, Indomables va camino de ellos, como lo prueba su recopilatorio «Mi sombra, la muerte y trece años de mala suerte», que abarca su más florida producción entre 1999 y 2014. De ella destacaron algunas canciones de las que interpretaron en tierras manchegas, como «Mala» o «La fiesta de la locura». Quedaron fuera de aquella colección temas como «Los clavos de mi ataud» o «La hora del despertar», que también escuchamos en la estrellada noche de Retuerta, y que corresponden a su último disco: el homónimo «La hora…», autoeditado por el quinteto en 2015. El show de Indomables terminó con la versión del coreadísimo e infalible ‘Thunderstruck’, de AC/DC.

Hacía mucho tiempo que no veíamos una actuación tan honesta como la de los italianos Overtures. Ya lo dijo Michele Guaitoli: «Seguramente muy pocos o ninguno de vosotros nos conoce», reconoció al micrófono su vocalista, pero consiguieron cautivar al público del Hell Rock con una impecable puesta en escena y una actitud de entrega 100% modélica. El cantante fue explicando en un perfecto inglés quienes eran, cuántas veces habían tocado en España y sobre todo ejerció de oportuno maestro de ceremonias: pidió un aplauso para la organización del «festi» y el resto de los protagonistas del cartel, fue arengando al publico para que animara la pronta aparición de Lordi aun estando ellos en pleno concierto y nos emocionó con un discurso al que hay que dedicar un capítulo aparte.

Guaitoli recordó que festivales como el que nos había llevado allí eran el motor del futuro del Rock y el Metal. «Son tiempos difíciles para la música en directo. A todos nos gustan AC/DC o Maiden, pero si nos apoyamos a las bandas nuevas esto se muere», vino a decir su portavoz autorizado. Se ve que en Italia están igual que aquí en casi todas las carencias de su escena rockera. «Podéis ayudar a los grupos adquiriendo los productos que venden en la zona de puestos», recomendó desde el compañerismo y la solidaridad.

El septeto cerraba en España la gira de presentación de ‘Overtures’, su último disco, publicado en 2016. Musicalmente, Overtures practican un Power Metal diverso, que tan pronto se acelera para endurecer el registro como se frena gradualmente para recrearse en el juego progresivo de sus dos guitarras. Acompañan a la formación dos coristas, que compensan visual y vocalmente la profusión instrumental de la formación. Overtures se encuadra dentro de esa línea imaginaria común que une a referencias internacionales como las de Edguy/Avantasia, Kamelot o Symphnoy X. Música Clásica Metalera, si es que esta etiqueta de invención propia no escandalizara tanto a los puristas del Auditorio Nacional.

Al filo de la medianoche, la expectación por disfrutar de Lordi se acrecentaba a medida que veíamos a sus técnicos colocar sobre las tablas parte de la imaginería de los ganadores de festival de Eurovision en su edición de 2016. Próxima estación ‘Hard Rock Hallelujah’.

Leo Cebrián Sanz

Fotografías: Charo Sanchez (Azrael) y Overtures (en el camerino del Hell Rock Fest, minutos antes de actuar).