La segunda mitad de la vida personal y profesional de José María Esteban se ha desarrollado en Alicante, ciudad a la que llegó por una serie de casualidades. Una de ellas fue la constante referencia que músicos y compañeros de la prensa le hacían de Alfonso Peña, del grupo Acero. A raíz de un festival celebrado en la capital alicantina, Peña y Esteban traban una amistad que dura hasta nuestros días.

Las Olimpiadas de 1992 supusieron un antes y un después en Barcelona, lo que afectó a los supervivientes de la fecunda contracultura de los 70 y 80. La revista «Rambla» desapareció y muchos de aquellos protagonistas iniciaron una diáspora laboral. Uno de ellos fue José María, que repetirá en Alicante su activismo como periodista y manager, especialmente de Acero y Leviatán. También organizó la edición local del festival «El Heavy no es violencia», que su amigo Pedro Bruque había impulsado desde tierras catalanas.

Esteban entra a escribir sobre música en el diario local «Información» y se convierte en un personaje ubicuo, que participa de todo aquello que se mueve en la provincia dentro del panorama musical. Su popularidad es tal que incluso llega a ser objeto de un homenaje. Alicante fue una generosa tierra de acogida para nuestro protagonista. Esta hospitalidad se ha hecho extensiva durante las últimas décadas a músicos foráneos, como en su día Azucena, Salvador Domínguez, Ken Hensley (Uriah Heep) o el mismísimo Jason Boham, el hijo del mítico «Bonzo», batería de Led Zeppelin.

José María siguió vinculado al flamenco como manager de Buen Bajío, además de no perder el pulso en el periodismo musical más activo. Algunos de los colegas del oficio que han compartido experiencias han sido el ya desaparecido Sergio Balseiro y la joven January Ruiz.

Leo Cebrián Sanz

Entrevista en directo: Paco Manjón