Hay etiquetas que ni a nosotros se nos habrían ocurrido…, con lo que nos gustan. Frente al tópico de que la música no se puede definir en compartimentos estancos, en LosMejoresRock.com  creemos que al menos facilitan mucho las cosas antes del definitivo juicio de la escucha. Estos cachondos navarros han ideado la suya propia, Metal Transgénico, cuya filosofía definen del siguiente y descriptivo modo: «alterar las células madre de los estilos que lo componen para parir uno nuevo».

Xavi (voz), Txus (voz y guitarras), Álvaro (bajo) y Mikel (batería) interpretan en castellano unas letras que, siempre conviene recordarlo, exigen y comprometen mucho más en un idioma que todos conocemos que no bajo el maquillaje de otro que no dominamos. El grupo inició su batalla en 2009, dos años antes de la edición de su primer disco: «Transeúnte». Para cuando éste salió al mercado, el cuarteto venía de obtener en 2010 el primer puesto en el concurso nacional Música Joven de Ávila, una de las ciudades en la que tuvieron la oportunidad de tocar.

Su nivel de complejidad y mixtura subió un peldaño con «Diario de un susurro que grita» (2014), una nueva demostración de cómo llevar un mensaje social y comprometido al mundo del Metal, a veces tan errático y esquivo en estas cuestiones. Ingravitö profundizó en lo que llaman «Metal fronterizo (…), de autor, de rabia y desahogo, de necesidad, de saldo de deudas». En esta ocasión contaron con la ayuda de Batallones Femeninos, un colectivo de rap de Ciudad Juárez (México), que les cedió la letra del tema «Ninguna guerra en mi nombre».

Particular importancia tiene la vinculación de estos pamploneses con las causas vinculadas a la lucha de la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca), ya que en 2016 compusieron la banda sonora del documental «Desahuciando el miedo – Luchas del movimiento anti-desahucios en Pamplona-Iruñea», que repasaba la historia de esta movilización en tierras navarras. Para ella grabaron tres canciones en acústico: la que daba título al mini-disco -con la siempre bienvenida compañía de El Drogas-, «Una más» y «Cierra despacio».

Esta actitud de implicación real con los problemas de la sociedad les llevó a participar hace unas semanas como invitados en la convocatoria Agosto Clandestino, a la que aportaron un poema-denuncia sobre la problemática de los refugiados.

En lo puramente artístico, su eclecticismo les ha llevado a ser reconocidos en numerosos certámenes: finalistas en los Encuentros de Jóvenes Artistas de Navarra 2014, primer puesto en el concurso nacional Trincheras Rock 2014 -de Teruel-, primer premio en el Woodstock Rock Certamen 2015 -de Navarra-, segundo puesto en el Certamen Mancomunado de Pamplona 2015, finalistas en el concurso nacional Rock in Llíria 2016, semifinalistas en el concurso nacional Guerra de Bandas 2017 y ya durante el último verano, primer puesto en el concurso nacional Bellota Rock -de Cáceres- y en el Galleta Rock -de Palencia-, donde ya fueron finalistas un año antes. Caramba, a ver si toda esta gente tiene razón y nos estamos perdiendo algo realmente bueno…

Gracias a su ductilidad musical han podido compartir escenarios con grupos tan diversos como Sínkope, Hamlet, Habeas Corpus, Flitter o Betagarri.

Y qué quieren que les diga. Uno de mis «consentidos» favoritos es Doctor Deseo, así que su versión de «Corazón de tango» junto a KB -de EnBlanco- me ha terminado por convencer de que hay que incluir a estos vecinos de Iruña y Lezaun en la lista de emergentes de obligado seguimiento. Nada malo puede salir de una cuadrilla que va a titular así su inminente próximo disco: «Sentirnos vivos por encima de nuestras posibilidades».

Leo Cebrián Sanz