Ahora ya sabemos por qué le disgustó tanto el titular de nuestra anterior noticia: «Jordi Wild, el Rubius del Metal». Porque al final…, resulta que ni Rubius ni Metal. Uno de los prescriptores del Heavy Metal que más ha influido en los últimos años al público adolescente y cercano a la veintena se ha desmarcado en las últimas semanas con un inesperado y desafortunado giro hacia estilos y éticas por completo alejadas del Rock.

Su videoclip «Hasta que arda», publicado hace sólo unas horas, es un burdo intento de practicar un tipo de Trap de andar por casa. El Trap, para quienes no sepan distinguirlo del Rap, es un estilo de ¿música? que se basa en los recursos de éste para degenerar su sonido y convertirlo en una especie de bastardo del Electro Latino, el Reggaeton y el Rap americano que glorifica la misoginia y el culto al dinero. Resumiendo, lo peor de lo peor.

Desde hace unos meses, Jordi Wild parece atrapado en una tóxica nube en la que conviven la vanidad, su propia autocomplacencia y una actitud digna de «cock-rocker», aun sin haber tocado jamás en Mötley Crüe o LA Guns. En «Hasta que arda» aprovecha los cinco minutos de esta pieza promocional para mostrar las prendas de su marca oficial e invitar a sus amigos -duele ver alguna camiseta de Blaze Out por ahí- a una fiesta-desfase en la línea de las películas «Desmadre a la americana», ‘American pie’ o ‘Project X’ (¡¡si hasta los figurantes beben ponche en vasos de color rojo!!).

El problema es que al bueno de Giorgio -su otro alias-, esta vez se le ha ido la mano con su afición a la polémica y su equívoca posición respecto a la dignidad de la mujer. Ya tuvo problemas cuando convocó un concurso que más parecía un casting de groupies -aunque luego rectificó renunciando a él- y ahora nos lo encontramos en clave «macho-alfa» en esta broma audiovisual por la que le están lloviendo ataques de todo tipo desde las redes sociales.

Jordi hace aquí el papel de anfitrión de una juerga que se sale de madre, pero el influencer ni es actor ni tampoco cantante. Verle convertido en una suerte de Nicholas Cage en ‘Leaving Las Vegas’ resulta ridículo e inverosímil. Ojalá entraran a poner orden los NWA del año 1989 en esta fiesta de universitarios que aprovechan el fin de semana para montarla en el chalet de papá. Seguro que la cosa se animaba cuando vieran lo blanditos que son los gangstas de El Rincón de Giorgio…

De alguna manera, se veía venir. Su videoclip del pasado mes junto a Dante («YouTube: Estado crítico») fue el aviso de lo que aún estaba por llegar. No vale con ponerse una camiseta de Five Finger Death Punch para resultar creíble si lo que haces es posar junto a coches de alta gama, encender una bengala… y reivindicar lo podrido que está el gran canal de televisión del siglo XXI. Lo hacen mejor Jarfaiter, El Coleta… y hasta Natos & Waor.

Leo Cebrián Sanz