El pasado miércoles se celebró en la sala Truss, del madrileño Wizink Center, un emotivo acto de entrega del disco de oro a Marea. Sus veinte mil copias vendidas del álbum «El azogue» les han hecho acreedores de este reconocimiento de la industria, que en los últimos tiempos ha reducido la cifra de unidades facturadas que lo concede desde aquellos iniciales 50.000 LPs, cassettes y/o CDs. También hubo disco de platino por los acumulados de sus anteriores trabajos, pero el «brilli brilli» no era el fondo de lo que se pretendía. En realidad, lo que se festejaba era el éxito incontestable de la gira con la que el quinteto navarro está recorriendo España y en breve varios países extranjeros, cuyo éxito en venta de entradas y aforos reventados les convierte en uno de los fenómenos del año en materia de directos.

El momento feliz de Marea se vio coronado pues por una fiesta promocional en toda regla, que tuvo como anfitriones a Kike Babas y Kike Turrón, los dos cronistas extraoficiales de la Villa y Corte del Rock Urbano y Poético. Los periodistas, músicos y «agitadores en general» recordaron las tres entregas de discos de oro precedentes, con las respectivas cesiones de testigo por parte de otros tantos padres fundadores del estilo: «El Drogas» y Alfredo Piedrafita -de Barricada-, Rosendo Mercado y Yosi -de Los Suaves-.

Tras una introducción muy bien hilvanada, los Kikes fueron dando paso a los cinco músicos de Marea, que esta vez se limitaron a recordar lo que habían heredado artísticamente de los nombres antes citados. Este reconocimiento a los «padres fundadores» tenía su sentido para lo que había de llegar al cabo de unos minutos. Y es que quienes faltaban en el convite eran Roberto Iniesta e Iñaki «Uoho» Antón, las dos cabezas visibles de Extremoduro. Fue una (esperada) aparición inesperada, que  subrayaba la concordia y buen rollo que maestros y alumnos han otorgado al llamado Rock Estatal -denominación fea como pocas, que alguna vez habrá que revertir por otra más digna-.

Viendo semejante ausencia de egos y la sinceridad del encuentro, bien podrían otros géneros musicales participar del mismo espíritu. ¿Uno de ellos? Pues por ejemplo el Heavy Metal nacional, tan proclive a las envidias y el individualismo. No es el caso del árbol genealógico de Leño, Barricada, Los Suaves, Extremoduro y Marea, tan bien avenido que da una sana envidia que ojalá se pudiera registrar como marca comercial.

En la misma línea de «romper la baraja» del protocolo publicitario del negocio musical, Marea repitió su particular liturgia de quince años atrás: entregar hasta 70 pequeños discos de oro a otros tantos colaboradores y equipo técnico y logístico. La cantinela de nombres propios se hizo bastante larga y para algunos pesada, pero el «toque Marea» es precisamente eso: pasar por encima de los convencionalismos y reivindicar el valor de las cosas pequeñas y cercanas. En eso y otras cosas no tienen igual… Decía Fito Cabrales hace unos años: «Somos los Platero pa’ lo bueno ylo malo». Pues tres cuartos de lo mismo para los bandoleros de Berriozar…

Leo Cebrián Sanz