¿Messi o Ronaldo? ¿Beatles o Stones? ¿Maiden o Judas? ¿Gigatrón o El Reno Renardo? Por lo que a nosotros respecta, esta última elección es clara. Los vascos son los nuevos Siniestro Total del Metal español, porque lo que hace el quinteto es Rock Duro del bueno, sin más complicaciones que las de cuadrar sus letras. Nos referimos por supuesto a los Siniestro de la época en que la voz cantante era el genial Miguel Costas, por si alguien quiere investigar al maestro gallego.

Volviendo a El Reno, ¿qué se puede esperar de una banda que en lugar de tener ‘Intro’ lo que tiene es ‘Intruder’? Pues una somanta de palos a diestro y siniestro, de la que no se libra nadie, ya sea un obseso del programa «Cuarto Milenio» (‘Conspiranoid’, en una especie de moderna versión del ‘Paranoid’ de Black Sabbath), un «Compañero de piso» -de los poco mirados con la higiene, se entiende- o los que crispan a los camareros de los bares cuando piden sus «Cafelitos» con exigencias de rock-star.

«La gente es imbécil» es nuestro particular ‘People = shit’, una coletilla que usan mucho los estadounidenses para describir las excelencias del ser humano convencional y felizmente integrado en la sociedad, mientras que «Sanotes» es un puro anabolizante (quizás anal) para los compulsivos compradores de ropa deportiva en Decathlon. El deporte -o mejor dicho, el «antideporte»- sigue siendo unas de sus bestias negras, como demuestran con ese número 1 en las estaciones de Baqueira Beret y Formigal que es «Forfait».

Y desde las montañas nevadas bajamos a las playas, donde el «Tiburón» de Spielberg es ahora «El megalodón», cuya presencia implora El Reno para vaciar la arena de bañistas. Una vez a salvo del chapuzón veraniego, lo que hay que hacer es recurrir a esa «Cinta americana» que todo lo resuelve. He aquí la única ¿balada? del disco y quizás el único momento de tregua en la sesión de risoterapia.

Como de aquí no se libra ni el Tato, El Reno vuelve a hacer amigos dentro de la escena heavy nacional con «Eres Trve». Cuidado pues con acercarse a un concierto de Hammerfall con una camiseta de «Hostiopatía». Claro que no se queda atrás su experimentación con el Black Metal en «Huele mi ombligo», un himno al que no sobreviviría ni el mismísimo Gaahl.

Los bilbaínos que comanda Jevo se preguntan «Qué has tomao» viendo los efectos de la «droja» ingerida, mientras celebran su particular versión del clásico «Cumpleaños feliz» del grupo infantil Parchís. Su misión es «Ofender», un saludable ejercicio de inteligencia dirigido a todos esos, de un lado y del otro, con la piel muy fina cuando de recibir críticas se trata.

Como ya es tradicional en los discos del mamífero cornudo, su «Idiomix» final es un despiporre de versiones alocadas, con letras jamás imaginadas para algunas de las canciones que marcaron nuestra juventud. Sin desvelar el resultado final, he aquí las victimas elegidas: Europe, Limahl, Manowar o Umberto Tozzi, entre otros nombres propios.

Salvo por la presencia de Patxa, de Ad Eternum, el desfile de invitados parece la alfombra roja del festival Mundo Idiota, con compañeros de Los Cojones (Chefy), Los Gandules, Gigatrón (Charly Glamour), Mamá Ladilla (Juan Abarca) y otros afines como Juako Malavirgen, Yago y la gente de Tardes de Tontuna.

Leo Cebrián Sanz