«Segundos fuera» es el título de uno de los libros de memorias de Gaby Alegret, en este caso publicado en 2022 por The Fish Factory On Tour. El ensayo abarca la etapa del cantante como promotor de conciertos nacionales e internacionales, el tiempo en que ejerció de manager en agencias de representación y el periodo en que regentó dos salas históricas con programación de Rock Duro y Heavy Metal.

Una semana después del estreno del documental sobre los bares musicales y locales de concierto en el distrito madrileño de Carabanchel («Noche tras noche») y el anuncio de un pase-estreno del audiovisual oficial sobre la discoteca Canciller, aumenta el interés del público rockero por todos aquellos lugares que fueron parte de sus años de juventud. Barcelona no podía quedar atrás en esta justa reivindicación y vamos a conocer los entresijos de aquellos dos locales que mejor encarnan aquellos años en la capital catalana: Metal y Rainbow.

Nada mejor que reproducir las propias palabras de Gaby para entender la trascendencia de semejantes emprendimientos, no exentos de luces… y unas cuantas sombras. Mañana mismo publicaremos el capítulo referido al Rainbow Disco Rock:

«METAL DISCO HEAVY

(El templo del Metal en BCN)

Andaba buscando por toda Barcelona alguna sala o discoteca que no funcionara muy bien para intentar abrir mi sueño: una disco heavy. Un día acudí a recibir un premio que muy amablemente me dieron por mi trayectoria con mi grupo Los Salvajes y me encontré dentro de una sala que para mí reunía todas las condiciones para montar la discoteca heavy que pretendía. Hablé con el dueño y me comentó que la sala no funcionaba nada bien, así que le tiré la andanada pertinente y me encontré con una persona necesitada de ideas y opciones para hacer algo con cara y ojos para levantar el negocio en cuestión. Me reuní un par de veces con él y le propuse montar la disco heavy allí mismo.

Él andaba justo de dinero, pero yo tenía amigos y colaboradores que me podían echar un cable en el montaje y la modernización de equipos. Recordemos que por aquel entonces yo estaba en Play Sound en plena oleada de conciertos, así que con un poco de dinero mío y un poco que pedí prestado a mi socia en Play Sound, a modo de adelanto, podía comenzar la aventura. También tenía a mi diseñador, Pascual Fort, a mi equipo de seguridad dirigido por mi amigo Willy, a mi equipo de sonorización e iluminación de mi amigo Ferrán Martí de Electric So… Pero entonces descubrí que el dueño de la sala no era tal dueño sino que había otra persona en la sombra; que es el que en su día montó la sala, pero no quería aparecer por la misma. Es decir, tan solo quería de los ingresos la parte del león. Llevárselos hasta completar la deuda que la sala que tenía con él. Yo nunca lo conocí, pero sé que fue un cabrón y por su culpa al final se fue al traste la sala.

Me ayudaron muchísimo en la promoción mis amigos de la revista Popular 1, Bertha y Martin J. Louis, y en la contratación internacional mi colaborador y amigo Robert Mills. Inauguramos con una banda inglesa llamada Vardis, que era un trío, y con una formación llamada Metal Band, con José Antonio Manzano, David Biosca, Pedro Bruque y Albert Pont. Después pasaron por allí por ejemplo Santa o Helix. Una vez, monté un concierto en el Palacio Municipal de Deportes con Barón Rojo, para conseguir dinero extra para Metal, que así es como se llamaba la sala. Con ese concierto ganamos dos millones de pesetas, una jugarreta del socio fantasma hizo que no viéramos un duro; se lo quedó en su totalidad para saldar parte de una deuda no muy clara que parecía haber entre ambos socios y que nosotros decidimos cubrir para evitar posibles problemas. ¡Qué gilipollas y pardillos fuimos!

Recuerdo una anécdota justo el día de Navidad. Ese día decidimos abrir un poco más tarde debido a una nevada increíble que hacía imposible llegar hasta la sala por la cantidad de nieve acumulada en la calle. Pero a eso de un par de horas antes de abrir me llamo mi Dj, Ricard Altadill, para decirme que había una cola que llegaba a la Vall de Hebrón, ¡y yo estaba pensando en suspender la sesión!, pero los heavies son fieles a sus cosas y principios y allí estaban. Entonces decidimos abrir y llegar, aunque fuera a rastras…

Unos tíos cojonudos los heavies, que de hecho en la sala vendíamos de todo lo relacionado con el mundo heavy: camisetas, revistas… además de comida y sobre todo bebida, claro.

Para el mantenimiento de la sala teníamos un saharaui que vivía allí con sus gatos. Se llamaba Hamet, y ya estaba cuando la discoteca se llamaba Sinaí. Él cuidaba de todo y reparaba casi todo. Era una magnífica persona y nos ayudó mucho en ese tiempo. También empecé con un equipo de seguridad que era de la Policía Local, o sea urbanos, pero con muy buena pinta y con unas pipas enormes. Con esto aprendí que nunca debes poner de seguridad a gente de los Cuerpos Oficiales del Estado, pues cuando sueltan alguna ostia y llama alguien a la Policía Nacional, ellos desaparecen ya que si los pillan trabajando de seguridad les cae la del pulpo y les abren un expediente. Un día tuvimos un altercado en la puerta de la sala con Lolo “el Loco”, conocido delincuente del Carmelo, donde salieron pistolas y todo. Alguien llamó a la policía e ipso facto… ya no había seguratas, ni rastro de ellos. Este fue el motivo que hizo que llamara a Willy, y ya siempre estuvo conmigo como responsables de seguridad… mi querido argentino.

Todo iba bien hasta que un buen día llegamos a la sala para abrir y la encontramos precintada por la Policía, y Hamet en la puerta con sus pertenencias, que eran más bien pocas. Resultó que el socio fantasma no pagaba ni alquileres, ni impuestos, ni Seguridad Social ni nada de nada, y además cualquier tipo de documentación la tenía él escondida quién sabe dónde. No podíamos volver a abrir la sala porque no podíamos pagar todo lo que se adeudaba, que resultó ser una autentica fortuna. Es más, no podíamos sacar ni los instrumentos de los músicos, que por ejemplo Tigres lo guardaban todo allí. Mi fiel Ferrán Martí tenía todo el equipo de sonido y luces allí y tampoco se lo dejaban sacar. Menos mal que después de batallar con alguna documentación nos dejaron sacar lo que no era de la discoteca y allí se terminó la gran aventura de la discoteca Metal.

Fue increíble mientras duró».

Leo Cebrián Sanz