Los promotores españoles tienen un nuevo motivo de sonrojo. El Metal latinoamericano, que forma parte indiscutible de nuestra cultura común, lleva sin embargo ausente de los grandes festivales desde las ocasionales presencias de algunos de sus grupos, hace ya demasiado tiempo. Los años han ido pasando y apenas iniciativas como las de Sangre Sur Rock y otras similares han demostrado interés por abrir brecha en nuestro país. Esa vía de intercambio de bandas puede volver a resurgir gracias a la voluntad privada de unos locos maravillosos, empeñados en traer a tocar a Madrid a Alberto Zamarbide, quien fuera cantante de los míticos V8, la formación más importante del Metal argentino.

Estas Brigadas Metálicas Madrid que han surgido de la nada están detrás del concierto que el vocalista ofrecerá en la sala Copérnico el próximo sábado 14 de marzo. Después de V8 llegaron para Zamarbide sus grabaciones con Logos y Primal, por lo que nos encontramos ante todo un resistente que supo no anclarse en el pasado. Si consideramos además que se trata de un tipo con una fuerte personalidad y una lealtad al género como pocos han sabido defender, la cita con la voz del mítico tema «Destrucción» se nos antoja una de las fechas más interesante de este año de directos.

Para quienes desconocen la importancia del artista, recomendamos encarecidamente el visionado de este fragmento del documental «Sucio y desprolijo», que aborda desde dentro la historia del Metal «argento». El impacto emocional de tener al cantante de V8 en la Península está generando un movimiento de euforia entre la comunidad latina aficionada a los sonidos duros, ya que V8 es quizás ese grupo indiscutible con el que todos están de acuerdo. A Dios gracias, V8 no eran hippies, todo lo contrario. Venían de extracción barrial y no se andaban con tonterías, defendiendo la moral de una visión de la vida muy apegada a las calles. En su asta sólo había una bandera: la del hermanamiento en la comunidad del Metal. Carecían del seguimiento fanático y casi religioso de unos Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota…, pero ni modo. En 2020, Zamarbide puede mirar a los ojos a cualquier aficionado a la música argentina, sin esas manchas en la trayectoria que hoy en día ensombrecen el legado de un Indio Solari, por poner un ejemplo -y mira que nos gustan los Redondos-. Alberto y sus compañeros de V8 decían las cosas como las sentían desde el corazón y por ello generaron un aura de respetabilidad parecida a la que se vivió en España durante la primera etapa de Barón Rojo.

Zamarbide es una especie de intelectual-agitador con gran atractivo como figura icónica, cuyas letras han sido coreadas por varias generaciones de metaleros del continente americano. Sus declaraciones han sido muchas veces polémicas, pero siempre interesantes. Las claves para entender esta idiosincrasia luchadora siempre se nos resistieron a quienes veíamos el fenómeno desde la distancia, pero nada como el directo para certificarlas o corregirlas. La fiesta del 14 de marzo puede ser una cita histórica con los balcones de la sala Copérnico llenas de los «trapos» que los argentinos cuelgan durante los conciertos más apegados a su Rock Nacional.

Los teloneros del show serán Percutor, la banda de culto liderada por Luis Zabala, que lleva años trabajando sobre la base de ese Metal violento y acelerado tan del gusto de los países hermanos de lengua. Sus letras en castellano y las esporádicas ediciones de material en formato single o EP de estos hispano-ecuatorianos han convertido a Percutor en una formación de prestigio. Su lema «Percutor no hace baladitas» o la voluntaria escasez de actuaciones regulares son dos de las características que hacen singular a este trío de antisociales con talento. Una nota de 10 para quien haya decidido que sean ellos quienes calienten un ambiente que a buen seguro convertirá la Copérnico en una olla a presión cual prolegómeno de un River-Boca.

Leo Cebrián Sanz