por Jon Marin 


 

Para cualquier jevi españolito, en los años ochenta, el paraíso se llamaba Donington. Así denominábamos comúnmente al festival Monsters of Rock, que empezó a celebrarse en 1980 en el circuito inglés de carreras Donington Park. A nuestro país las bandas extranjeras venían a tocar de Pascuas a Ramos y ver un cartel en el que cada agosto se juntaban los cinco mejores grupos del momento hacía que salivásemos como si fuésemos el perro de Pavlov. En sus primeras ocho ediciones pasaron por ese escenario Rainbow, AC/DC, Whitesnake, Iron Maiden, Bon Jovi, Scorpions, Judas Priest, Dio, Van Halen, Metallica, Ozzy Osbourne… Tan larga era la lista como escasas las posibilidades de disfrutar de estos ídolos en España.

    Por edad y por apreturas económicas los años pasaban, la década fenecía y yo seguía sin viajar a la pérfida Albión. Sólo me quedaba la envidiosa satisfacción de leer en octubre, en las revistas Popular 1 y Heavy Rock, lo acontecido bajo el cielo, casi siempre lluvioso, de los alrededores de Leicestershire. En 1988 estuve a punto de hacer el sueño realidad. Tocaban ese verano Iron Maiden, Kiss, Guns N’ Roses, Megadeth, David Lee Roth y Helloween. Para un amante no sólo del Metal o Heavy sino, sobre todo, del Hard Rock americano, el Glam y el Sleazy aquello parecía una entelequia. Mas los meses previos de juergas en la sala Canciller o la discoteca Osiris, de donde salías seguro “con cacho”, taparon mi salida a Inglaterra. Menos mal que los dueños de la marca Monsters of Rock comenzaron a moverla por otras ciudades europeas y ese septiembre de 1988 le tocó premio a Madrid, en el llamado Rockódromo de la Casa de Campo, pero con un cartel no tan atractivo cuya entrada costaba dos mil pesetas: Iron Maiden, Metallica, Anthrax, Helloween y Manzano. Hubiese cambiado a todos por G’N’R y Kiss.

Aquella jornada le vacilamos a un rapado que estaba realizando el servicio militar, entonces obligatorio, y que presumía de ser el más heavy de los heavies.

-¿Y qué, te has dejado las greñas para el concierto?

Otro nos pidió una librita para un litro. Por supuesto, no le dimos, llevábamos lo justo para nosotros, pero en su insistencia nos decía:

-Mirad, troncos, ahora no sabéis quién soy pero en vuestra “subconsciencia” os vais a acordar de mí toda la vida. Ahora no me creéis, pero en vuestra “subconsciencia” os vais a acordar de mí mañana, pasado y toda la vida.

¡Qué cabrón, lo estoy escribiendo más de treinta años después!, ¡puta “subconsciencia”!

(Continuará).