La muerte hace unos días de Vinnie Paul, batería del grupo Pantera en su día y que en la actualidad militaba en Hellyeah, ha conmocionado al mundo de la música dura en todo el planeta. Su fallecimiento está irremediablemente unido al trágico asesinato por parte de un fan perturbado de su hermano, el guitarrista Dimebag Darrell, otro de los puntales de Pantera junto con el vocalista Phil Anselmo.

Este trágico destino para la familia Abbott, apellido de ambos músicos, es sintomática de un modo de vida al límite en el Metal estadounidense, aunque hasta el momento no hay explicación oficial a la muerte del músico a la temprana edad de 54 años. Más que elucubrar sobre las causas del deceso, desde LosMejoresRock.com preferimos recordar al artista a nuestra manera, con una anécdota que nos haga revivir los buenos momentos que Vinnie y sus compañeros nos brindaron desde los escenarios.

La de hoy es una historia que hay que situar en la madrileña Plaza de Toros de Las Ventas el 18 de septiembre de 1992, cuando Pantera abrió el festival con el que Iron Maiden presentaba su disco ‘Fear Of The Dark’. Eran tiempos extraños y difíciles para el Heavy Metal a escala internacional, pero los británicos lograron arrastrar a muchísimo público, como siempre ha ocurrido en España. Sin embargo, el ambiente «metalero» estaba cambiando con la llegada de la década maldita y en ese momento de desconcierto se produjo una de las combinaciones más disparatadas que se han visto en cartel alguno en un evento de esta magnitud.

Aquel ‘Monsters of Rock’ en versión especial se reforzó con tres bandas más: Megadeth, Gun y Pantera, que actuaron justo en el orden inverso al enumerado. A las seis de la tarde se abrieron las puertas y apenas media hora después salieron a tocar las bestias de Texas. Por entonces los conciertos comenzaban a ser vigilados por un personal de seguridad distinto del de años anteriores -cuando de hecho muchas veces ni había- y la tormenta sonora desatada por Pantera sembró el conflicto desde el comienzo.

Los más fanáticos del grupo, que por entonces no había adquirido ni de lejos la notoriedad que tendría apenas dos años después, se lanzaron a una vorágine de fiesta descontrolada a los sones del Groove Metal del cuarteto. La nube de arena que se levantaba en el coso taurino convirtió el show en un ejercicio de supervivencia para las gargantas, mientras el sol pegada de pleno y un furioso caos de pogos llegaba hasta las primeras filas.

La saludable violencia que emanaba de las canciones de Pantera contagió a la audiencia más caliente, pero tanta vehemencia no fue bien entendida por los vigilantes. En un momento dado se produjo un altercado que disparó las hostilidades y algunos de los que nos encontrábamos en esa primera línea de fuego comenzamos a escupir -sí, sí, escupir- a los «armarios humanos» que se estaban pasando con los compañeros. Fue una reacción visceral e instintiva, a la que los músicos de Pantera respondieron encantados.

El concierto terminó al cabo de unos minutos -apenas 30 minutos y media docena de temas en total-, dejando un poso de euforia y adrenalina al que tuvieron que hacer frente los escoceses Gun, banda de Pop-Rock que nadie entendía que hacía dentro de semejante sandwich Pantera-Megadeth. Toda la rabia acumulada la padecieron los autores de ‘This could be heaven’, que salieron conscientes del ambiente hostil al que se enfrentaban. Ya les pasó a Sangre Azul cuando actuaron tras Kreator en unas fiestas de San Isidro y esta vez tocaba pagar los platos rotos a unas víctimas providenciales.

Dante Gizzi, vocalista de Gun, apareció con ganas de salir vivo de la encerrona, mientras el grupo trataba de sonar lo más duro posible. El cantante de la coleta y las bermudas sabía que debía lidiar con un concierto complicado y demostró una chulería inesperada, incluso animando a la audiencia a que le siguieran arrojando los pequeños objetos que trataban de impactarle. Bolas de papel de aluminio y proyectiles similares llovieron sobre la tarima, en un perfecto after-show de la tensión vivida con Pantera. Nos gusta pensar que quizás Vinnie vio todo aquello desde un lado del escenario, orgulloso de la que habían montado él y los suyos gracias a su propia descarga de adrenalina al cubo…

Leo Cebrián Sanz