Todo un mar de tranquilidad o ‘Mare Tranquillitatis’ abre «Testigos de las Estrellas», el último disco de una de las bandas que pugnan por mover del sitio a los grandes nombres de Power Metal español. Los valencianos Sylvania cuentan con una facilidad pasmosa para los buenos estribillos y las canciones coreables, como lo han demostrado con ese single en potencia que ha sido «El reino de los sueños».

«El Heavy Metal Sinfónico de corte moderno», como así gustan de definir sus autores, se desata desbocado por las praderas de este álbum de diez temas, que cierra la trilogía de los anteriores «Lazos de Sangre» (2011) y «Recuerdos del Mañana» (2016). El quinteto formado por Alfonso Arróniz (voz solista), Alberto Tramoyeres (guitarra y orquestaciones), Álvaro Chillarón (bajo) y Sergio Pinar (batería) ha elaborado un trabajo conceptual que va del «Prólogo» al «Epílogo» de una ficción que comienza ambientada en la Taifa de Toledo (Al Andalus) en el año 1085 y rápidamente se sitúa «en el año 326 d.I.Q. (2156 d.C.) en la Nave Aegis, Fragata Espacial Clase Imperivm, Anillo Lunar a 36.000 km sobre el Ecuador en órbita geosíncrona». ¿Distopía futurista? Pues va a ser que sí…

Las letras de esta epopeya, de la que no vamos a revelar nada para que los curiosos la descubran por sí mismos, están compuestas por el guitarrista Alberto Tramoyeres, quien además es el firmante de la práctica totalidad de las músicas -sólo en «Sangre, sudor y lágrimas» figura la coautoría de su compañero bajista Álvaro Chillarón, a la sazón encargado de los arreglos musicales en tres de los temas-.

En este caso la lectura del libreto resulta imprescindible, así que olvídense de la simple escucha mediante su plataforma favorita de reproducción en línea. «Testigos de las Estrellas» combina los versos de sus canciones con textos que sitúan al oyente en el universo al que nos lleva la historia. Ésta tan pronto puede desarrollarse en la localidad leonesa de Ponferrada en el ya citado 1065 o en la zamorana de Benavente veinte años después, como en «las ruinas de Transylvania o en la base selenita de la luna quebrada en Mare Tranquillitatis» (¡¡!!).

El disco cuenta además con el aliciente de haber reunido a un amplio cartel de lo mejor y más relevante del Metal español afín a su sonido. Atención a los nombres propios: las voces de Jessica Naomi Williams (Ankor), Ángel Ortiz (Daeria), Rubén Kelsen (Débler) y Fernando Asensi (Ópera Magna, que hace coros en todas las canciones a excepción de «Espíritu de fuego»), la guitarra de David Romeu (Ankor), el teclado de Daniel Castillo (Raven’s Gate), el piano de Enrique Mompó (Ópera Magna), el whistle de Zarach Llach (Lèpoka), el violín de Mercedes Olmeda (Ignis Anima) o la flauta travesera de Rafa García Vendrell.

Leo Cebrián Sanz