La noche del pasado sábado 11 de julio figura ya en la pequeña historia de los aficionados a la música en la localidad barcelonesa de Terrassa, porque para muchos de sus vecinos más rockeros fue la del reencuentro con la música en directo tras el confinamiento. También lo fue para nosotros, dos periodistas madrileños en busca y captura de «rockeras» ochenteras para el documental «Ellas son eléctricas». Una de nuestras anfitrionas fue quien gestionó la invitación a esta auténtica fiesta de «fin de curso» que fue la actuación de The Toxic Beer Society y sus teloneros Destral de Guerra. El lugar elegido fue el club Ragnarock, a cuyo equipo agradecemos por cierto la custodia de nuestro material de grabación.

Teníamos cierta inquietud por saber cómo se desarrollaría un concierto en plena pandemia y lo primero que notamos fueron las ganas contenidas del público egarense por salir a disfrutar de la noche. Algo de euforia y mucho alivio hubo en esta deseada fuga de la «jaula» musical de los conciertos vía Internet y volver a sentir el volumen de los amplificadores en el cuerpo. La banda que abrió la noche fue Destral de Guerra, un cuarteto de Punk-Rock en catalán, con un cantante que por momentos nos recordó a Fray, el carismático líder de los históricos Decibelios. El grupo defiende un componente identitario bastante evidente, pero sin que por ello la música pase a un segundo plano. Hacen un Street Punk que gozaron a fondo con su gente, ya que era evidente que buena parte de la audiencia había acudido a verles a ellos. Su cantante es Monqui Jr., hijo del batería de Capdetrons -formación importante dentro del Rock y Metal catalán, quien unos minutos después tocaría con The Toxic Beer Society-.

Xavi Monqui -padre o Senior, como gusten- comparte esta banda de versiones con otros nombres importantes del Hard & Heavy local, como Jepi -guitarrista también de Capdetrons- y Juan Feria, guitarrista de ADN. Junto a él estuvo durante unos minutos del bolo el bajista Pepe, que también figura en la actual banda del ADN: Ingenious. En esta misma formación toca el bajista David Millán, quien igualmente disfrutó de la experiencia durante algunos temas, como demostración de que todos en Terrassa reman en la misma dirección. Dos nombres propios más suman músicos de Calles Grises a este divertimento de pura concordia: Toni a la voz y Peri en el bajo.

La formación titular inició su espectáculo tras la intro de «El bueno, el feo y el malo», del compositor Ennio Morricone, fallecido apenas unos días antes. Tras ese bonito homenaje, el quinteto se deslizó por una selección de clásicos que iba subiendo la intensidad a medida que también lo hacía el calor en la sala. Su cantante, con una imagen a los Dogs D’Amour o los The Cult de comienzos de los 90, atacó de forma muy solvente canciones de The Doors, Steppenwolf, Ramones, Thin Lizzy, Michael Schenker Group (‘Doctor, doctor’), Ted Nugent, Twisted Sister o Kiss por dos veces.

En un momento en que la fiesta se puso fina comenzó un desfile de invitados más o menos espontáneos, que hicieron más entretenido aún si cabe este regreso de la comunidad vallesana a la música en vivo. Monqui Jr. pasó de nuevo por el escenario, pero también lo hizo Vir, la rubia de los bilbaínos Hexen, además de Jordi Turu -un veterano de Mala Bèstia, banda de la localidad de comienzos de los años 80-, que nos machacó a base de bien con su versión de ‘Ciutat podrida’, de La Banda Trapera del Río. Turu tuvo unas palabras emocionadas hacia Joan Matraca y Xarli Compte, fallecido bajista de Capdetrons, al que identificamos por las camisetas que llevaban algunos de los músicos y espectadores.

La nit terrasense se convirtió de este modo en una jam de músicos locales que tan pronto se arrancaban por Neil Young y su ‘Rockin’ in the free world’, como por Barricada o cualquier otro clásico de los que figuraban en un gran archivador de letras -aunque se diría que finalmente eran casi los caprichos de cada uno de los músicos los que marcaban la pauta-.

Nuestra mediadora y guía por la noche de esta ciudad de la comarca del Vallés Occidental fue Encarna Prados, guitarrista en su momento del grupo femenino Saday, quien junto a su mejor amiga, la enigmática y encantadora Eva, nos condujo hasta el local de ensayo de The Toxic Beer Society. Allí tuvo lugar una de las entrevistas más surrealistas -por divertidas y descontroladas- de nuestros últimos tiempos periodísticos… Por cierto, una noche antes Encarna ya nos había dirigido al Infierno, un bar-museo del Rock y el Metal que se merece por sí solo un artículo. Y como diría nuestro jefe Jon Marin en su su a veces críptica sección de antaño «El diario de Jon», al final no descubrimos si el hotel Don Cándido se merecía cinco, cuatro o tres estrellas. Así que nos queda pendiente averiguarlo…
Leo Cebrián Sanz