En la pequeña historia musical de cada uno de nosotros, siempre recordaremos aquel concierto en el que volvimos a la normalidad… o casi. Cuando entré en la madrileña sala Rockville el pasado viernes 8 de octubre, la emoción me embargó durante unos segundos al ver al público de pie. Acababa de salir a escena el grupo telonero, los madrileños Terminal 6, y el ambiente de fiesta que se vivía me llevó la alegría al cuerpo durante el resto de la noche.

En esta velada de sendos adioses, puesto que Motores también se despedía, hubo más euforia que en cualquier de los conciertos vividos en pandemia. A ello contribuyó sin duda la actitud de Terminal 6, que organizó una verdadera celebración de su historia arropado por la numerosa audiencia que arrastraron hasta el local vecino del Santiago Bernabeu.

Las diez canciones que resumieron su trayectoria de doce años y cuatro discos comenzaron con esa intro “Introspectiva” que da paso a “Fanatismo” y la posterior “Ansia de poder”. Ya en el tercer tema, ‘Billy’, se subió a las tablas su segundo cantante, Frank Menotti, quien tomó el micrófono para la letra de ‘Billy’. Tres canciones después (“Una y otra vez”, “Arde” y la emotiva y coreada “Sarajevo”) fue su primer vocalista, Rafa Gas, quien se puso al mando para recordar “Grita el descontrol”. La parte final fue un jolgorio de Rock and Roll compartido con esta briosa cuadrilla del barrio de Aluche, que remató con “Un nuevo sol”, “El rey de la ría” y la concluyente “¡Esto es Rock and Roll!”. Este tema fue en su día, y hoy más que nunca, un homenaje a Óscar López, el fallecido bajista de su primer disco: ”Comienza El Viaje”. 

Entre la prensa especializada, un comentario común nos hacía reflexionar: «¿Y esta gente, por qué no ha llegado a más?». Terminal 6 nos recordaron a otra formación de Rock (& Roll) Duro festivo y marchoso: los vascos Indomables -ya desaparecidos- con los que han compartido las letras en castellano y una incuestionable actitud de llegar, tocar y vencer, sin “rollos patateros” de postureo y poses frente al espejo. Dos de los músicos del quinteto madrileño son gallegos, así que de algún modo fueron ellos quienes cedieron el testigo a sus paisanos de Vigo.

El caso de Los Motores resulta de lo más singular. Siempre libres e independientes, su último disco les ha dado a conocer a un público nuevo, que por desgracia llega tarde a la continuidad de estos “30 Años: Inmortales” con los que titulaban su álbum final. De él sólo tocaron “Jarra vacía”, una elección arriesgada, pero claramente condicionada por un repertorio de grandes éxitos con el que prefirieron rubricar tan larga trayectoria.

En este sentido, no faltaron las imprescindibles “Algún día caeré”, “Yo te daré” y “Si quieres un amigo, cómprate un perro” -de su debut del mismo título en 1991-, “Camino al porrón”, “Carroñero”, ¿Quieres jugar?”, “Mala hierba” y “Noche de Lobos” -de esta última y homónima continuidad cinco años después-, y “Debajo de mi casa”, “Orgullo americano”, “Nunca quise ser como tú” y “Revolución” -ya en el 1998 de “Un Día Perfecto”.

Su etapa más desconocida e invisibilizada por las miserias del negocio discográfico fue recuperada mediante “El redentor” (“Del Mal Nadie Se Libra”, 2001), “Barcos naufragados” y “Sólo una vez más” (“Caníbal de Lo Ajeno”, 2014) y “De lo malo lo peor” y “Vértigo” (“Rotos por las Costuras”, 2015). Como vemos, una auto-antología de lo más personal y caprichosa, que no refleja sino la absoluta personalidad de su cantante y guitarrista Carlos del Río a la hora de echar un vistazo a la obra legada.

Sus actuales compañeros son el guitarrista Gonzalo Bahamonde, el bajista Gorio Álvarez y el batería Carlos Rivas. Juntos tocaron con una rapidez y una urgencia preconcebidas, que no dieron tregua y fueron levantando el concierto hasta convertirlo en electricidad pura con descargas de tres minutos cada una. No hubo chácharas innecesarias, sino una buena juerga de “adiós a las sillas”, con una banda disfrutando a conciencia y algunos regalos al respetable de la capital, como la versión de “Frío”, de Alarma, o las respectivas de dos clásicos de Los Suaves: “Malas noticias” y “Ese día piensa en mí”. Es de bien nacidos ser agradecidos, afirma el dicho secular, y la gran influencia de Los Motores fue objeto de este doble reconocimiento, a todas luces justo por la manifiesta inspiración que Yosi y los suyos ejercieron sobre su música.

En definitiva, una noche que dejó un buen sabor de boca… y la sensación de que las formaciones con solera siempre aseguran buenas veladas como la vivida en este hermanamiento Madrid-Galicia. Lo del tren de la Movida no valió nada comparado con esto…

Leo Cebrián Sanz

Imágenes: Javier del Valle.