Red Moon Yard escogió un día raro, diferente, para presentar en la capital de España su nuevo y segundo LP “Intineri”: un lunes, un 22 de diciembre, día del sorteo de la lotería de Navidad; día de la salud, por tanto, que nunca nos toca. Y buena salud es lo que demostró tener esta atípica formación, “como dicen por ahí, la primera banda de rock budista del mundo”, tal como no tardó Marcos Fermoselle -cantante, líder y guitarrista- en decir con cierta timidez al micrófono para presentarse ante un público variopinto, amante del rock tranquilo, de raíces, y de la filosofía parida por Buda, suponemos, si bien esta vez se olvidó del incienso para entregarse a las guitarras, la cerveza y las copas.
Se trataba de presentar el nuevo disco y el grupo lo cumplió casi a rajatabla, sonaron ocho de los once cortes que incluye “Intineri”. El primero fue “You and I”, tras el que Marcos hizo esa breve presentación indicada, añadiendo luego una frase que les honra y agrada a todos los que amamos el rock clásico sin artificios: “Esto que suena son nuestros instrumentos, aquí no hay máquinas u otras cosas raras”.
“Inner”, “She” -canción con colaboración de Álvaro Urquijo de Los Secretos en el disco-, “Hang out” y “Lia’s shout” completaron el primer tramo del concierto mientras un público, en gran mayoría, sentado en mesas (así es la mítica sala Galileo Galilei) no podía aguantar y se levantaba de manera aleatoria bien a mover el cuerpo, bien a dar palmas en alto. Entonces sí llegó un recuerdo a la obra de debut de Red Moon Yard, “Pureland”, con la canción “Proud”.
Vuelta a las composiciones de la nueva obra con “Lama’s song”, dedicada al lama Zopa Rimpoché -fallecido en 2023 y al que conoció el cantante- y “Hey Mo”. Tras “Samsara”, escuchamos “Kissing desorder”, ambas del primer LP, y entonces llegó uno de los momentos más movidos con “Run”, la que abre el reciente CD y favorita del que firma. A continuación, la primera canción compuesta en español por esta banda, “Un mundo sin final”, que está teniendo muy buena aceptación.
El concierto, que había estado elegantemente adornado en lo visual con imágenes relativas a las composiciones que sonaban e incluso con parte de las letras, en la pantalla a espaldas de los músicos, se acercaba a su final, y para los temas “This year is gone” y “Queen of my sorrows” se sumó al sexteto un saxofonista que realzó todavía más lo que desde el escenario nos había llegado hasta ahora. El cierre a un recital agradable, de los que se degustan y no se chillan, con un sonido impecable, lo dio “Weird song”.
El itinerario interior (“Intineri”) de Red Moon Yard se otea con mucho futuro. La impermanencia está en sus bocas de continuo, pero el antónimo, si nos referimos a su carrera, parece asegurado con unos músicos tan excelentes y unas ideas tan claras.
Jon Marin
