Ni Joan Jett ni Lita Ford. La rockera clásica más en forma actualmente es Joana Amaro. Doro sigue siendo la reina del Heavy Metal, pero los hechos mandan y el concierto del pasado viernes en Madrid corona a la barcelonesa como la regente del otro trono. Sin ánimo de pecar de hiperbólico, Amaro demostró que la edad no puede con la actitud y la entrega. Su show fue lo más eléctrico e intenso que hemos visto en la sala Rockville en esta etapa de directos post-pandemia. La catalana quita el sentío con su mera presencia, pero al mismo tiempo reduce su condición de mujer volcánica a una mera anécdota si la comparamos con su categoría como artista de Rock con mayúsculas.

Se daba además la circunstancia de que Joana actuaba por primera vez en su carrera en Madrid, una deuda histórica con la pionera que por fin ha sido saldada. Hubo rueda de prensa previa con los medios que tuvimos a bien acreditarnos y la cantante se mostró muy satisfecha con el resultado de su disco “Respira” y su sensación actual de pertenecer por fin a una banda unida y cohesionada.

El entusiasmo de la protagonista por su último repertorio hizo que Amaro desgranara casi tal cual aparecen en el álbum siete de los ocho primeros temas del disco: la explícita y provocadora “Sexo”, el grito de rabia que es “Respira”, «Sueño», “Muerde”, la conmovedora “Ven”, “Rabia” y la versión “Amo el Rock and Roll”, que ha conseguido dotar al manido tema de la ex-componente de The Runaways de un nuevo encanto, al que por supuesto no ha sido ajena su letra en castellano.

Tras una entrega absoluta tanto en lo vocal como en lo interpretativo -porque Joana dramatiza con una intensidad contagiosa-, la cantante descansó durante algunos minutos, cediendo el protagonismo a «sus chicos» para que la banda cantara (mediante su guitarrista Karlos Teruel) y tocara dos versiones: ‘Metal Gods’, de Judas Priest, y ‘Ace of Spades’, de Motörhead. Los compañeros que le acompañaron en la parte instrumental fueron su hermano Diego al bajo, el coproductor del álbum y también guitarrista Félix Barcojo y el batería Javi Riojano.

La parte final del espectáculo recuperó dos temas del anterior disco de Amaro: “Carmen de Fuego” y “Libertad”, que Joana introdujo como había hecho con todos los títulos anteriores, reflexionando sobre su contenido y el mensaje de cada composición. Por desgracia, la más que oportuna reivindicación de su obra anterior se redujo a sólo dos canciones de la Amaro de finales de los años ochenta y comienzos de los noventa: “Señores de la guerra” y “Bajo presión” -curiosamente, justo el día anterior habían tocado en el mismo escenario los madrileños Bajopresión-.

Los saludos finales nos pusieron en alerta de un precipitado final, en el sentido de que el concierto había alcanzado un cénit que apetecía prolongar durante al menos veinte minutos más. No pudo ser ya que “Fuego”, uno de los dos temas que faltaba de “Respira”, puso punto y final a un recital que por supuesto se nos hizo corto. Ese fue el único “pero” de una noche divertida, con una Amaro que se ha preparado físicamente a conciencia para la mini-gira de presentación del álbum.

Joana sale a escena provista de una cazadora de cuero que es toda una declaración de intenciones, aunque no tarda en quitársela para poder sudar todo el esfuerzo que despliega frente al micrófono. Los músculos no sólo relucen sobre su piel, sino también en su garganta y, sobre todo, en una vehemencia y entusiasmo juvenil que es todo un antídoto para los sombríos tiempos que nos ha tocado vivir. La voz no le falla, las ganas tampoco.

Leo Cebrián Sanz