Hay que ser muy valiente para, en medio de una asfixiante cultura (o anticultura) de la imagen, desmarcarse con una propuesta en la que el aspecto físico o estético resulta completamente secundario. Experimento Milgram está dando sus primeros pasos con el asumido reto de la falta de identidad nominal y fotográfica. No han trascendido las identidades de sus componentes y no existen imágenes autorizadas de sus integrantes, que seguirán siendo por completo anónimos hasta que los propios protagonistas decidan que ha llegado la hora de descubrir sus personalidades.

Lo explicó muy bien y hasta lo repitió con insistencia nuestro compañero David Calderón, quien presentó el segundo concierto de este cuarteto el pasado sábado 11 de diciembre en la sala El Sótano, en pleno barrio de La Latina, epicentro del Rastro madrileño. Hay que preservar entre todos y todas esta maravillosa incógnita del Indie Rock madrileño, por respeto al concepto de la banda y por mantener el encanto de una propuesta tan original. Cada uno de los músicos de Experimento Milgram subió a las tablas con una bolsa de cartón en la cabeza, descubriendo su faz justo antes de empezar el show.

No fueron pocos quienes desde el minuto uno reconocieron hasta tres de las caras de los instrumentistas de Experimento Milgram, muy vinculados a una formación bien conocida del Rock and Roll madrileño más urbano y callejero. Su compañero en el micrófono también procede de otro grupo de la ciudad con experiencia contrastada en el Rock Alternativo, por si quieren animarse ustedes a elucubrar sobre quiénes están detrás de este sudoku musical.

El público se sabía cómplice de la jugada y respetó las normas del «secreto mejor guardado» incluso en el momento mismo de los bises. No hubo fotos del cuello para arriba durante todo el concierto y quienes allí estábamos aceptamos encantados la invitación del vocalista de EM cuando nos animó a ponernos en la cabeza esa misma bolsa con la que el grupo celebraba su «no» dimensión pública. La clásica foto de la audiencia adoptó en este caso la naturaleza de un colectivo acto artístico de provocación, tan divertido como estimulante.

Sólo cuatro canciones se conocen de momento de este intrigante conjunto. Están disponibles para su escucha en línea y sus títulos son «Queriendo a nadie», «Nadie», «Cuando murieron los besos» y «Quiero bailar». Cada una cuenta con su propio videoclip oficial, por supuesto sin pistas que permitan averiguar qué dedos, manos y gargantas están detrás de ellas. Las composiciones que completaron su repertorio del pasado fin de semana fueron “Rumbo al sol”, “Restos de ti”, “Tonto el último”, “No soy como tú”, “Se suicidó el reloj” y “Hazme una señal”.

El concierto fue organizado por nuestro compañero Juan Antonio Nieto, de A Tope Producciones, quien hizo una buena labor de difusión previa. El público que acudió hizo que la banda se sintiera bien arropada y varios compañeros de la prensa especializada apoyaron la convocatoria con su presencia. ¡Incluso José Carlos Molina, de Ñu, se dejó caer por allí durante las últimas canciones! ¿Lo ven? Otro misterio más.

Leo Cebrián Sanz