Parece que ya no está de moda meterse con Warcry. Menos mal, porque para nosotros los asturianos no son una «banda para niños», sino un ejemplo modélico de comportamiento profesional e integridad artística. El combo dirigido con mano firme por Víctor García va por libre, sin protagonizar escándalos de ningún tipo y administrando la fidelidad de su público con sabia contención. Pese a su magnitud, se trata de un proyecto autogestionado, que se puede permitir el lujo de funcionar sin pasar por el tributo de los medios y los cachés a la baja de ciertos festivales, gracias al fuerte colectivo de fans que les apoya y les garantiza su independencia creativa y logística.

A ese sustento de seguidores fieles está dirigido «Donde se rompió el silencio…» (editado por Jaus Records y distribuido físicamente en España por Maldito Records), su álbum de 2017 y noveno de su carrera, que supone el fin a tres años de silencio discográfico. Las once canciones grabadas por su habitual Dani Sevillano en los estudios Distrito Federal, de Oviedo, ofrecen un nuevo enfoque de su marchamo habitual, que esta vez ha girado la brújula hacia una dirección más hardrockera y levemente progresiva. Los parámetros estilísticos de Warcry son bien claros y no permiten demasiadas novedades o experimentaciones, pero se agradece que hayan intentado -y en ocasiones logrado- dotar a su música de algo más de espacio y expectativa.

La principal novedad técnica reside en el trabajo de postproducción, que ha «quemado» parte del presupuesto en la contratación de dos nombres de prestigio dentro de la ingeniería rockera: Tim Palmer mezclando desde sus ’62 Studios de Austin, Texas, Estados Unidos, y James Bacon como responsable de la materización desde Sheffield, Inglaterra, Reino Unido.

El quinteto de las barbas y perillas empieza a clarear sus cabellos por el paso del tiempo, pero mantiene una vitalidad netamente juvenil respecto a su facilidad para componer buen Heavy Rock, en este caso algo más rockero y menos petreo que de costumbre. El fraseo vocal de «Necesito escapar» o los vericuetos instrumentales de «Luchar y avanzar»ofrece un punto de duda para quienes critican su inmovilismo. «No te abandonaré » se la juega con el formato de balada de voz y piano, mientras que «Rebelde» les sitúa en unas tesituras más agresivas y actuales. Otras piezas como «Resistiré» o «Cielo e infierno» son marca de la casa, o casi diríamos que de la «denominación de origen» Warcry. Y sí, esta vez la cosecha ha dado como fruto un vino más elaborado, que diría un enólogo.

Los once nuevos temas desfilan por el cancionero registrado en el siguiente orden: Rebelde / Resistencia / Cielo e infierno / Así soy / Ya no volverán / Necesito escapar / Luchar y avanzar / Por toda la eternidad / Odio / Muerte o victoria / No te abandonaré. Leyendo los títulos de las canciones resulta evidente que Warcry sigue su política de transmitir mensajes positivos de realización personal, lucha contra los elementos y las dificultades, combate contra el mal y la desigualdad y, en definitiva, todo aquello que caracteriza al Power Metal más clásico.

 

 

El tiempo dirá cuántas de estas composiciones pasan a engrosar de manera definitiva su repertorio en vivo. Cada directo del quinteto es un acontecimiento, porque miden mucho sus apariciones -no han entrado en el circuito de las fiestas populares como por ejemplo sí han hecho Mägo de Oz- y en cada una de sus presentaciones la ceremonia de unión con sus die-hard fans sigue causando estupefacción al resto de los mortales metaleros que en los grandes eventos somos. Hay que escuchar una canción como «Así soy» para lograr entender este tipo de identificación absoluta entre artista y audiencia que siempre arrastra Warcry.

Leo Cebrián Sanz