El primer acontecimiento rockero del curso en cuanto a presentaciones de discos y eventos similares que ha despertado a Madrid de su letargo veraniego ha sido el concierto con el que Luis Cruz ha estrenado ‘Rocker’, su nuevo disco en solitario junto a la Furgoband. El acto promocional para la prensa tuvo lugar en la sala Costello, a escasos metros de la propia Puerta del Sol madrileña. Unos fuimos invitados y otros pagaron su entrada, pero todos asistimos a una ocasión única de reivindicación del talento veterano del señor Cruz.
La noche del sábado se vistió pues de gala para recibir a uno de los mejores guitarristas que hay en España, además de un compositor clásico a descubrir por los seguidores más jóvenes del Rock Duro en castellano. Fue una cita a aforo completo, en que estuvo la familia más directa de Luis, desde su compañera Elena -a la que dedicó la emotiva «Magia pura»- a un par de «sobrinillas» que se animaron a saludar desde el estrado.
El protagonista del show disfrutó a conciencia de su formación de confianza: el guitarrista Luis Rodrigo, el bajista Francis García (del musical homenaje a Queen ‘We will rock you’), el batería Ángel Crespo (Rosendo, Luz Casal) y Kiski a los teclados (Mago de Oz, Topo), quien con frecuencia tocó casi de espaldas al público por lo reducido del escenario de la «cueva» que es la planta baja del club Costello -para los futboleros, ése en el que de vez en cuando «pincha» el periodista deportivo Alfredo Duro-.
La actuación de quien es titular en el grupo Topo desde 1986 fue una reunión de amigos, como lo certificó la interpretación final del clásico «Mis amigos dónde estarán», con todos los colaboradores que subieron al escenario durante la velada. La lista de invitados se redujo a sus imprescindibles compadres José Luis Jiménez y Lele Laina, con los que tocó «Todos a bordo», otro clásico de Topo como el anterior, además de Óscar Sancho -de Lujuria-, con quien cantó una curiosa versión de «Agradecido», de Rosendo. Mención aparte merece el concurso del flautista de Mägo de Oz, Fernando Ponce de León, quien adornó composiciones de inspiración folclórica como «Gallega, celta y meiga» o «Bartolo».
Cruz interpretó la totalidad de su álbum, una grabación de diez canciones cuyo listado completan las siete restantes: la que da título al CD, «Baile de Carnaval», «Currar», «Lobos con piel de cordero», «Soy animal», «Tu destino y el mío» o la sucinta e instrumental «Pá ná» -muy Carlos Santana-, con la que se cierra su último repertorio. Hubo una sorpresa de lo más agradable para quien esto escribe, y fue la inesperada versión de «Antinuclear», uno de los mejores temas de Miguel Ríos, que sin embargo desde hace décadas permanece en el baúl de las grandes canciones olvidadas del Rock en español.
Cruz maneja su guitarra con una personalidad única que le hace fácilmente distinguible, pero tampoco lo hace mal cuando interpreta sus letras o hace comentarios entre canción y canción. El sentido del humor y la cotidianidad caracterizan su literatura, con mensajes elegantemente críticos hacia los malos habituales de la serie, como los políticos o los poderosos sin escrúpulos. Frente a ellos, el pueblo llano que no cree en el mercado o el individualismo, y que -nada más y nada menos- sólo aspira a ganarse sus lentejas con dignidad y respeto por los demás. «Vive y deja vivir», que decían hace unos años.
Leo Cebrián Sanz
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