Por razones difíciles de entender, La Mancha fue durante unos años un fértil terreno abonado para la música celta. El epicentro de este curioso fenómeno de simbiosis entre una zona geográfica tan concreto como el centro peninsular y un estilo musical que poco tenía que ver con su orografía y tradición cultural fue la localidad de Manzanares, en Ciudad Real. Hoy recordamos dos de los discos que demostraron que los músicos de la zona sabían llevar a su personalidad local los postulados de un género que recrearon con maestría.

Mar del Norte presentó en 2004 su disco “Natura Rock Celta”, editado por la franquicia Vaso Music. Fue la primera formación de este estilo procedente de este municipio, que integraban hasta ocho músicos: guitarra acústica y voz; guitarra eléctrica, percusión y coros; bajo; piano y órgano; batería; acordeón y percusión; flauta travesera y violín. Sus composiciones eran originales o bien respondían a la fórmula del “Trad. Y compuesta por…”, en una combinación que grabaron y mezclaron junto a Juan Cánovas -histórico músico de los grandiosos C.R.A.G. (Cánovas, Adolfo, Rodrigo y Guzmán)- en sus estudios madrileños de Boadilla del Monte.

Su particular proclama la firmaba El Sol y decía literalmente lo siguiente:

“Desde los surcos de las tierras llanas manchegas bien esta fusión de vientos, percusiones, teclas y cuerdas, fusionando conceptos musicales de los pueblos norteños con un rock de vanguardia provocando el disfrute de fuertes sensaciones escondidas dentro de ti.

Hablo de tu instinto danzante al son del ritmo, también de tu instinto sereno y reflexivo que será guiado por los cabalgantes y audaces melodías y, cómo no, de tu instinto más salvaje, que será despertado por aventureras dosis de adrenalina”.

Con este álbum festejaban su gira La Danza Nostra, celebrada durante 2003 y 2004.

Por su parte, Akelarre Agrocelta fue el segundo grupo de Manzanares que editó disco de música celta. Se tituló “La Amenaza Celta” y fue registrado en 2005 en los Estudios Tiramillas de Alcázar de San Juan. El álbum tenía “Copiaguay”, por lo que se permitía “la reproducción  total o parcial del contenido del CD” y “su uso en software p2p”.

La formación estaba integrada por una voz femenina e instrumentistas multifuncionales: guitarra eléctrica y española; bajo eléctrico y contrabajo; batería, percusión y programación; clarinete, guitarra acústica y percusión; flauta travesera y coros; piano y teclados, y violín. La grabación basaba su trabajo “en la búsqueda y “restauración” de melodías y letras tradicionales irlandesas, escocesas, bretonas y del norte de la zona sur de la Mancha”, según se aclaraba pertinentemente en los créditos. No faltaba ni una referencia visual al “IV centenario del Quijote” para certificar su denominación de origen.

A este respecto, Akelarre Agrocelta tenía muy claro de dónde venía y a dónde iba:

“Yo no soy celta, ni vikingo, ni escocés, ni bretón.

Aunque su rica cultura me interas tanto como el de otros pueblos como el africano, el oriental o los centro-sudamericanos, la vertiente musical ha sido inspiración y base de nuestro trabajo.

Por supuesto que nos gusta ese verdor que aporta a la tierra la abundancia de agua, ese contraste de las altas colinas con los profundos valles, y lo apasionante que debe ser la vida en el mar…

Pero…

Yo no soy rubio, ni tengo los ojos azules, ni mido dos metros. Más bien todo lo contrario. Soy llano, como mi tierra. Algunas veces seco, algunas veces frío y temperamental, otras apasionado…

Bebo la sangra que brota de nuestro mar de pámpana, la que han extraído para mí los marineros de la viña, la que me ha inspirado para ponerle música al paisaje de mi mundo, de mi MANCHA.

Nos vemos, chatos…”.

El repertorio de Akelarre Agrocelta alternaba temas instrumentales con otros cantados en inglés e incluso algún idioma que no conseguimos identificar, pero al que suponemos relacionado con el universo celta.

Leo Cebrián Sanz