Uno de mis primeros recuerdos rockeros fue una enorme representación pictórica de Rod Stewart en las paredes de un estadio de fútbol lisboeta, donde había actuado semanas antes. Era agosto de 1983 y el escocés giraba por toda Europa en una cosecha de público que seguía siendo el fruto de las semillas plantadas años antes con su éxito continental ‘Da Ya Think I’m Sexy?’. En España, la Cadena SER y su locutor Joaquín Luqui se volcaron con el primer gran impacto del antiguo componente de The Jeff Beck Group y The Faces, que irrumpió en las listas de ventas nacionales en 1978 con su disco ‘Blondes Have More Fun’. «Los rubios son más divertidos», repetía incansable el legendario comentarista musical del «3, 2, 1. Tú y yo lo sabíamos».

Rod Stewart no era bello a la manera tradicional ni tampoco su condición sexy era la normativa, pero su figura pública se convirtió en habitual de la prensa del corazón. Sus matrimonios con las exuberantes Alana Stewart y Rachel Hunter son parte del imaginario popular del lujo y el dinero, cuando ver salir a Rod vestido de blanco de una limusina era parte de la rutina de la revista «Hola» en sus páginas de actualidad internacional.

¿Cómo era posible que un tipo tan aparentemente desaliñado, poco atractivo y aficionado irredento al fútbol hubiera sido aceptado como suyo propio por la jet-set de medio mundo? Mientras nos contestábamos a una pregunta que nunca tuvo respuesta, Rod Stewart se acomodaba a una vida en la que su carrera musical comenzaba a flojear. El impacto de su álbum y single estrella ‘Every Beat of my Heart’ le devolvió al aprecio del público generalista en 1986, certificando por desgracia que el Rock ya no figuraba en los cuatro puntos cardinales de su brújula artística.

Este «gamberro formal» seguiría sumando ceros a sus cuentas corrientes con discos un tanto irregulares, pero cuyas canciones aún eran de autoría propia o compartida. Con el nuevo siglo, su solvencia económica alcanzó la definitiva velocidad de crucero gracias a su rendición a la fórmula de ‘The Great American Songbook’. Hasta cinco volúmenes entre 2002 y 2010 se publicaron de este «grandes éxitos» de la música popular norteamericana, con los que definitivamente se convirtió en uno de los solistas melódicos más importantes del mundo entero. Rod Stewart era un crooner de altura, cuyos versiones de voz rasgada seducían a un público femenino capaz de perdonarle sus excentricidades y caprichos de millonario inglés à-la-Elton Jhon.

No habrá nunca una película sobre su trayectoria musical, porque sus caminos artísticos le condujeron hacia un Soul de voz blanca poco peligroso para justificar un buen argumento. En cualquier caso, Rod forma parte de la historia fundacional del Rock por su fundamental aportación a The Faces. Muchos no lo olvidan y, sin ir más lejos, el vaso con el que se servía la cerveza en el festival Rock the Coast llevaba impreso su nombre junto al de otros artistas que este verano actuarán en el espacio Marenostrum de la malagueña ciudad de Fuengirola. «Yo voy a ir. Nunca le he visto y quién sabe si habrá otra oportunidad» era el comentario que parecía flotar en el ambiente respecto a su fecha andaluza del 3 de julio.

Lo lógico es que Rod Stewart hubiera formado parte del Starlight, el festival marbellí «de gran lujo», pero por fortuna su agencia de representación ha optado por dos citas españolas a un precio de entrada bastante más que razonable. La que va a servir de cita de encuentro para sus fans del centro y norte de la península es la presencia del cantante en el festival «Músicos en la Naturaleza». Este particularísimo evento, que tiene lugar en la localidad abulense de Hoyos del Espino, cumple catorce años de programación ecléctica y de calidad.

La Finca Mesegosillo recibirá a un aforo razonable -en torno a las diez mil personas como tope- de seguidores de las baladas del vocalista londinense, pero también a muchos de los que quieren tachar la casilla de Rod Stewart de artistas históricos a los que hay que ver al menos una vez en la vida. La industria musical le ha premiado en la última década con sus mayores honores y el británico ha actuado repetidas veces para los exclusivos clientes de Hotel Caesars Palace en Las Vegas. Intuimos que su contacto con unos entornos más cómplices y populares nos lo va a servir en bandeja de inspiración y entrega, así que le esperamos con ganas.

Esa noche Rod compartirá escenario con Rulo y la Contrabanda -buena selección para dar un toque nacional a la velada- y esos The Waterboys que podrán cantar ‘The hole of the moon’ mirando a la luna desde un entorno natural de lo más inspirador.

Leo Cebrián Sanz