Imposible no conmoverse ante los sones del Heavy Celtic Rock, que es la música que toca e interpreta este quinteto madrileño. Juan (voz y guitarra), Dan (guitarra), Fredy (bajo), Cristian (batería) y Margarita (violín y viola) han elegido su propia etiqueta de presentación, pero aportan muchos más matices en la definición de su naturaleza artística: «Algo tan simple y complejo como el mestizaje. Es hierro y seda, roca y agua. Sigulka es alegría, vivacidad y fiesta, alas, raíces y sueños. También es el ritmo del Mar Negro (nota de la redacción: dos de los músicos son búlgaros), el corazón celta y el ritmo del Rock».

Bellas palabras las anteriores, y bellas también otras con las que remarcan la espiritualidad que emana de sus canciones: «Mientras la música suena, Sigulka completa cada resquicio de la mirada con un río de luces y símbolos que entroncan, sin timidez, con los símbolos que las culturas célticas medievales dibujaron en el Libro de Kells o en el de Durrow. Como aquellos trazos geométricos y divinos, la escenografía y la música de Sigulka se entrelazan en requiebros casi imposibles, en nudos de cuatro cabos y mil sonidos, en ligaduras que, siendo el fin, resultan el principio, como sucede en el círculo que se completa».

Por si a alguien se le cruzan los cables y cree que aquí va a a encontrar Viking Metal, que se olvide cuanto antes. Sigulka suenan a una curiosa transversalidad de Gwendal/Labanda, Apocalyptica y hasta Kings X. Han tenido tiempo desde 2011 para elaborar una desafiante mezcla del lirismo que dan las cuerdas y la energía y contundencia propias de los instrumentos eléctricos y percusivos.

Este disco debería figurar en las estanterías de quienes no van más allá de la New Age de Michael Nyman, y a los que la imagen metalera de Sigulka seguro que echaba para atrás. Sin embargo, el quinteto ha participado ya en festivales y certámenes de música tradicional y folclórica, circunstancia que desmonta los tópicos por sí sola. En ellos sorprendieron con su montaje audiovisual sobre el mundo celta, lo que supuso un esfuerzo logístico importante. Dotaron así a su escenografía de un atractivo elemento extra de interés para el público.

Toda esta singularidad se ha manifestado hasta ahora en dos discos: ‘Black Storm’ (2015) y ‘Symbols’, autoeditado dos años después por la propia banda con la colaboración de la distribuidora DiscMedi y la agencia de promoción The Borderline Music. Los singles de su debut fueron el homónimo del título y ‘Run & go’, mientras que de su más reciente producción seleccionaron el titulado ‘On the top of the mountain’. El disco, por cierto, incluye una versión de la ya celebérrima ‘Whisky in the jar’, popularizada originalmente por Thin Lizzy y más tarde por Metallica.

Presentaron su nuevo repertorio en la madrileña sala Copérnico y el pasado 10 de marzo en el festival Rockefort Metal Night III, organizado en Ciudad Real por nuestros compañeros y amigos de la radio digital Rockefort On Line.

Leo Cebrián Sanz