A comienzos y mediados de la década de los 70, mientras los países de Centro y Sudamérica empezaban a padecer de regímenes militares que cercenaban sus libertades y eliminaban a la oposición política con desapariciones forzadas, muchos músicos argentinos y uruguayos agarraron sus maletas e instrumentos y pusieron rumbo a España. Uno de aquellos exiliados fue Jorge «Flaco» Barral, un auténtico hijo de la generación del «verano del amor» -verano austral en este caso-, que recaló en la Península con el crédito artístico de sus dos primeras bandas: Opus Alfa y Días de Blues.
Ya instalado en Madrid, «Flaco» comenzó por impactar con Azahar, un grupo de Rock Sinfónico con fuertes reminiscencias árabes, pese a que el guitarrista venía de Montevideo y no de Marrakech. Barral era un «todo-terreno» y lo volvió a demostrar con su giro hacia la música celta con Labanda e incluso algo al Rock Duro en Raza, formación a la que hizo famosa su versión «porrera» de un conocido villancico.
La figura de «Flaco» Barral nunca adquirió la relevancia popular de un músico famoso, pero entre los buenos aficionados siempre llamó la atención su actitud inquieta y virtuosa. Su aspecto de hippy irredento le hacía fácilmente identificable, mucho más si se acompañaba de un carácter apacible y bonachón como el suyo.
Las noticias más recientes del autor nos lo devuelven lleno de riesgo e interés, ya que su última indagación artística profundiza en la conexión del Blues con la música hindú. Lo que podría parecer un disparate adquiere aquí una inusitada mezcla de inspiración casi Folk, pero que desbarata cualquier tipo de previsión sonora gracias al uso del chaturangui, un instrumento similar a una guitarra, que se toca en horizontal sobre las rodillas y las piernas.
El disco «UyyyUyUy!!» es una muestra de cómo se las gasta el maestro a la hora de transmitir sus mensajes positivos, en un original envoltorio que por momentos acerca a Ravi Shankar a cualquiera de los clásicos del Blues del Delta. Barral está atravesando un momento dulce, gracias en parte al reconocimiento que su país de origen le otorgó en su visita del pasado año. Estaría muy bien que aquí le otorgáramos la misma confianza.
Leo Cebrián Sanz