Imagen de portada: Anttártica / Ataúd / Insolenzia / Mister Machín.
ALFONZETTI – Here comes the light (AOR Heaven)
Imposible evitar el cachondeo con el nombre de este músico de Hard-Rock y AOR nacido en Estocolmo, cuyo apellido suena a entrenador argentino de fútbol. Su descubridor a escala internacional fue Scott Gorham, de Thin Lizzy, con quien a punto estuvo de editar un álbum ya grabado. Posteriormente pasó por las filas de los británicos Jagged Edge y los suecos Skintrade, Boxer o Road to Ruin.
Su tercer disco en solitario es un proyecto netamente de estudio, con apenas un par de guitarristas invitados y un batería y teclista que ejerce de coproductor. Suena deliciosamente americano, a la manera que nos gusta cuando nos entran ganas de conducir por la ruta 66 escuchando a Survivor en el equipo de música mientras nos ponemos unas gafas espejadas (todo eso a la vez). Lo supimos en cuanto vimos en la portada a un tipo con el pelo corto, camisa blanca y chaleco negro: éste seguro que canta bien.
Leonardo Cebrián Sanz
ANTÁRTTICA – Chaos factory (Independiente)
Realmente impresiona la calidad musical que atesoran estos chavales. Con influencias más propias de gente rondando los cuarenta o cincuenta, la genialidad del grupo radica en el perfecto ensamblaje de un abanico de estilos que abarca desde el Hard Rock de los años setenta, pinceladas Thrash, el Heavy Metal más clásico y sonidos más sureños.
Todo esto cantado en un perfecto inglés (exceptuando ‘Después de tu silencio’, único tema en castellano) que parece transportarnos a los Estados Unidos de hace unas décadas. ‘Reborn’ es tal vez uno de los temas más interesantes del plástico por su originalidad, aunque no hay que olvidar las geniales guitarras de ‘Chaos factory’, tema que da nombre al disco, o las deliciosas versiones ‘White rabbit’ (Jefferson Airplane) y ‘Whiskey in the jar’ (Thin Lizzy).
Si eres de los que dicen que ya no se hace música como la de antes, deberías dar una oportunidad a estos extremeños, porque desde L+M te aseguramos que no te van a defraudar.
Marco Vara
ATAÚD – Cuando el amor salta a la taza del WC (Independiente)
El Rock Urbano, cuanto más crudo mejor. Estos castellano-manchegos van directos a lo que les gusta y no pierden las energías en lucirse en los garitos de Vallecas, como esas “lentejuelas” del Rock Estatal que todos tenemos en mente. Yo a lo suyo lo denominaría Rock de Local de Polígono Industrial… si algo así existiera.
Este cuarteto de Toledo camina por el vericueto transitado antes por grupos como Badana, Tránsfer y los Extremoduro de las primeras grabaciones. Algunas de sus guitarras tienen curiosas reminiscencias a cómo se tocaban en el Rock en castellano a mediados de los setenta (Castejón, escucha esto… ¡hasta lo han grabado en sólo dos días como aquellos discos de Chapa!). Sus letras son ásperas y sus instrumentos pican, pero con ese prurito gozoso que te impulsa a rascarte cada vez más. Guapo feísmo. Aquí no hay coqueteo alguno con el Ska, la fusión o el verso rapeado… Dios nos libre.
Desde su formación en 2002, Ataúd ha grabado una maqueta, su primer disco ‘Planeta dinero’ (2008) y este último que nos recuerda a aquel título de El Último de la Fila: ‘Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana’.
Leonardo Cebrián Sanz
INSOLENZIA – Me quema el sabor de tus ojos (Carcajada–Santo Grial)
El disco.- Estos chicos no dejan de sorprendernos. Los conocimos con su disco ‘Sol y lluvia’, propio de una banda veterana, y casi sin tiempo para asentarse, se ven inmersos en este proyecto faraónico, compuesto de dos trilogías paralelas (tres discos y tres libros) del que hoy vemos la segunda parte. El primer fragmento fue la confirmación de que Insolenzia no es una banda al uso, y elaboró un disco muy roquero pero relativamente amable, fácil de escuchar, tal vez por el mayor uso de la voz femenina (recordamos que el grupo tiene dos voces, la ronca y masculina de Daniel Sancet y la dulce y femenina de Isabel Marco).
Ahora, vuelven a dar un pequeño giro y esta segunda entrega es mucho más cruda, más visceral, más a bocajarro, más Barricada. Ya no es un disco que entre tan bien de primeras. Hay que dejar empaparse, entretenerse en las metáforas que alimentan las canciones y disfrutar de estribillos carne de escenario. Pero sin duda, lo que de verdad da valor a la obra, es la originalidad en el concepto en su conjunto, en la libertad compositiva, en la amalgama de influencias, en la visceralidad ofrecida y en la trascendencia de las canciones.
Un disco imprescindible para la colección de cualquier roquero, junto a ‘La boca del volcán’, porque, aunque es cierto que puede escucharse independientemente, uniendo toda su obra es cuando realmente cobra un sentido más amplio.
El libro.- No sé si recomendar primero leer el libro o escuchar el disco. La verdad es que están concebidas como obras complementarias aunque pueden entenderse por separado. ‘Me quema el sabor de tus ojos’ continúa con la historia de Álex y Selena recorriendo lugares y anécdotas que muchas veces parecen tintes autobiográficos.
No abundan los diálogos pero los que hay son de los que merecen la pena, nunca de relleno. Es una novela muy cuidada y fácil de leer por la cercanía de las historias, además de los guiños roqueros en forma de fragmento de canciones que inserta en la prosa, y algún puntito erótico. Aunque Daniel Sancet se toma libertades, es una obra sencilla de entender, de esas que enganchan desde el principio y lees casi sin darte cuenta y, un servidor, ya está esperando ansioso el desenlace en la última entrega de la trilogía.
Marco Vara
MISTER MACHÍN – The world is a stage (Maldito)
Se trata del tercer trabajo de los burgaleses Mister Machín, un disco de talla internacional con composiciones variadas y de calidad, una ejecución técnica impecable y una producción acorde a la ambición de la banda y a los tiempos que vivimos. El CD, elaborado en los estudios de Íker Piedrafita (Dikers), cuenta con quince cortes que mantienen un nivel alto durante más de 50 minutos.
Ya es hora de que alguna banda española tenga opciones en el mercado internacional y Mister Machín dispone de potencial suficiente si tiene la suerte de tocar las teclas adecuadas. No hace falta decir que el disco está grabado íntegramente en inglés; hasta la ex Tahúres Zurdos, Aurora Beltrán, que colabora en el tema ‘Real’, se atreve a cantar en el idioma de Shakespeare. Las contadas colaboraciones (también participan el propio Íker Piedrafita y Honoris Causa) no eclipsan el trabajo del grupo (creo que hay abuso de este recurso en otros muchos discos de Rock) y las influencias (naturales) no afectan a la identidad propia de una banda que promete avanzar todavía más en este terreno.
Las canciones gustarán a los amantes del Hard Rock porque adaptan los sonidos propios de este movimiento a las tendencias más actuales. Se combinan con destreza temas melódicos con otros más guitarreros, acordes de guitarra acústica con alguna balada, y todo ello aderezado con coros y arreglos muy trabajados.
Javier del Valle
ÑU – Y nadie escapó de la evolución (Independiente)
La historia de cómo llegó a publicarse este disco (vinilo) es tan rocambolesca que algún día descubriremos los entresijos de un hallazgo arqueológico-musical de tal calibre. Sólo aventuramos que existe una cueva de Alí-Babá donde documentos de este tipo se acumulan en un encantador desorden. Quienes conocen las palabras mágicas que abren semejante santuario salivan ansiosos cada vez que se topan con un incunable como el que nos ocupa. ¿Quién dijo que estaba todo escrito en la historia del Rock español? Alguien ha descubierto una veta… y atentos a la extracción de las próximas gemas.
Para empezar, algunos aún se están frotando los ojos ante lo que supone la primera grabación conocida de Fresa, el primer eclipse de esos Jekyll y Hyde que son Rosendo y José Carlos Molina. En 1975 se les escucha versionar a Ray Charles y servir de base a un tema de Kurt Savoy (¡el rey del silbido!), mientras que un año después registran en los estudios Audiofilm sus primeros temas, ya como Ñu. Impresiona escuchar berrear en inglés al Molina en las dos partes de la inédita ‘Satisfacción’ (primero ‘Chiqui Blues’ y luego ‘Chiqui Rock’).
Ya en 1977 nos volvemos a topar con el iracundo Molina en un festival celebrado en San Sebastián de los Reyes. “A mí con tretas”, masculla mientras trata de extender el tiempo pactado. Menos mal que por lo menos antes había tocado ‘El tren’, ‘El tablero de ajedrez’ y un medley compuesto por ‘La explosión del universo’, ‘Que nadie escape de la evolución’ y ‘La fiesta de los muertos’. ¿Quieren más? ¡Si hasta tenemos el primer y hasta ahora inédito logo de Ñu en la galleta.
Leonardo Cebrián Sanz
VV.AA. – The beautiful full monsters – Collector compilation Vol. 2 (Collector Series)
“Estos malagueños están locos”, que diría Obélix. Parece mentira que una provincia tan económicamente potente y llena de artistas con duende no tenga una escena musical que trascienda lo local y muestre sus pequeños hallazgos al resto del país. Para solucionar la falta de difusión del Rock andaluz en general y del “malaguita” en particular, existen héroes “francotiradores” como Ferri, el agitador y autor intelectual de este segundo volumen.
Él y su cuadrilla de colaboradores recuperan demos de bandas, reivindican a valores ocultos y presentan a jóvenes valores, en una impecable reivindicación del pasado, presente y futuro del Rock, Punk, Garage y Soul del sur de la Península -hay presencia de músicos de Cádiz, Sevilla e incluso Murcia-. Permítannos destacar la intervención estelar de un inspiradísimo Sherpa en su colaboración sorpresa para Johnny B. Nasty & The Rock Circus.
También nos ha hecho ilusión volver a escuchar a los Txuminos Imberbes, a los que por ejemplo nos gustaría ver en la próxima edición del festival Mundo Idiota (los Operación Mutante de ‘Dientes, dientes’ iban a tocar este año, pero poco antes falleció su vocalista Eto). Otros que hay que echar de comer aparte son los hispano-germanos The Castro Zombies & The Mutant Phlegm, capaces de irritar y divertir al mismo tiempo, como comprobamos in situ en la presentación de este volumen en la sala París de Málaga D.F.
Leonardo Cebrián Sanz