El barrio de Prosperidad está de luto y por extensión el resto del Madrid cultural. El Garaje Hermético ha cerrado sus puertas y por ellas ha salido, para pasmo del vecindario, el legendario Jaguar que irrumpía desde uno de sus muros. Ha sido la última sorpresa y alegría que nos ha proporcionado uno de los templos del ocio musical en la capital. Quién podía imaginar que el icono más emblemático del local era una pieza completa de coleccionismo automovilístico…

Desde hace años se especulaba con el final del Garaje, pero la gerencia del pub ha aguantado hasta el final con una intermitente y errática apertura previa a la pandemia e incluso paralela a ésta. El local era junto con el aún resistente de La Vía Lactea el más antiguo de Madrid claramente vinculado al ocio musical. Su línea de programación tendía sobre todo el Rock británico, el Classic Rock, el Garaje, la Psicodelia e incluso el Pop. Su fondo musical no era muy dado al Rock Duro o la música en castellano, pero poco nos importó cuando de tomarnos una copa entre semana se trataba, en esas madrugadas que acogían a los más noctámbulos del distrito de Chamartín.

El columnista Antonio Lucas publicó ayer una sentida carta de despedida en el periódico «El Mundo». De su redacción procedían muchos de sus clientes durante el tiempo que el diario mantuvo sus dos primeras sedes en la zona de la calle Pradillo. El testimonio del periodista se suma así a los recuerdos de los miles de clientes que por allí hemos pasado. Este refugio de los crápulas castizos y «musiqueros» tenía un buen número de detalles que lo hacía muy especial: desde los primeros metros de su entrada -con adoquines que parecían una prolongación de su acera- a su legendaria mesa de billar o esos recovecos en los que se han hecho y deshecho tantas parejas y amores furtivos. Hasta el largo pasillo que daba acceso a sus baños parecía propicio para la confidencia, el encuentro… y el tabaco.

Recuerdo que hace años alguien me contó una maravillosa leyenda urbana que, como suele suceder, no tenía nada de realidad. El nombre del bar, que es un homenaje a la obra en cómic del dibujante Moebius, había dado lugar al falso imaginario de que el propio autor había estado en la inauguración del Garaje Hermético. Pero no se lo pierdan, es que nuestro testigo presencial afirmaba convencido que el artista había pintado unos murales interiores que aún permanecían ocultos tras posteriores capas ocultas de pintura. Jamás raspamos las paredes para ver si era verdad. Preferimos preguntárselo al dueño y el hostelero se quedó a cuadros con la historia. Y en efecto, las ilustraciones que veíamos eran de Moebius, sí, pero de un excelente copista, sin más.

Hemos bajado a la calle para ver si había algo en un contenedor que nos pudiéramos llevar de recuerdo, pero los neones más populares de la noche en La Prospe ha debido reservárselos el propietario, un tipo discreto al que sólo podemos agradecer la dicha y felicidad que nos ha proporcionado desde mediados de los años 80. Fuimos allí durante nuestro COU y tres décadas después eran nuestros hijos quienes deseaban entrar a «ese bar que ponía música guay». Cuando por fin la edad se lo permitió la experiencia no les decepcionó, «aunque había gente muy mayor», dijeron los estupendos…

Leo Cebrián Sanz

Fuente vídeo: Carlos Rodríguez Duque (Grupo de Facebook: «La Prospe Madrid»)