“Enciende Mi Llama” es el sugerente y flameante título del segundo disco de Doctor Pólvora. Su viaje musical comienza cual moto de gran cilindrada sobre una recta de kilómetros en un paisaje atravesado por la instrumental “El Blues de los chavales”, original por cierto del grupo Marca Registrada. El primer sencillo “Los momentos de ayer” apunta enseguida al tono general de lo que serán ocho pistas totales, un Rock and Roll Urbano con muchas raíces en el árbol de las esencias más clásicas de Asfalto, Leño, Burning o incluso Loquillo y los Trogloditas. Hay frescura y un tono general de originalidad que agradecemos mucho, máxime cuando ya está todo inventado en este estilo.

El tema que da nombre al disco respira sensualidad y excitación por los poros de su piel letrística, como lo confirma una portada callejera y canalla a más no poder. Estos AC/DC salmantinos aceleran y reducen su velocidad e intensidad cual cambio de marchas en su máquina musical, de tal forma que el trayecto se hace llevadero y unas veces disfrutamos del paisaje y otras de adelantar a vehículos más lentos que el nuestro. “Hoy soñé” apela a la lucha contra el poder establecido y la resistencia frente al eterno abuso de quienes manejan el cotarro desde la invisibilidad de sus despachos, por lo que su música precisaba de la garra de unas guitarras concluyentes como las que indica su GPS musical en esta parte de la ruta. Se trata de una composición de Sin Remedio, otra de las formaciones íntimamente vinculadas a la génesis de Doctor Pólvora.

“El mismo himno” remite a una cierta transversalidad de Leño, Badana o Extremoduro, en una línea de rudeza que imaginariamente nos lleva hasta aquel “Aprendiendo a escuchar” del maestro de Carabanchel. Los mensajes vuelven a ser explícitos y rebeldes, repartiendo estopa con la virulencia de quien quiere evitar las florituras cuando la situación no lo merece.

El Rock Duro de “Bonito sueño” se pone “chuleta” y juguetón, mientras que “De boca en boca” abre un paréntesis en la fiesta para ofrecer algo de ese Classic Rock de formaciones como Free, Thin Lizzy o ZZTop. La despedida con “Me parten el corazón” comienza con un arreglo de teclado y voces dobladas y va dando prioridad a guitarras serpenteantes y desatadas, en un colofón que deja la experiencia en todo lo alto mientras poco a poco se desvanece la música.

Los casi treinta y tres minutos del disco se nos han hecho manifiestamente cortos, porque hay mucho arreglo oculto y por descubrir en esta limpia demostración de divertido “Rocanrol” a la española. No hay amargura ni violencia en sus versos, sino mucha ironía y una sana visión crítica del extraño discurrir de la vida moderna. Es un repertorio optimista y “marchoso” -pues sí, aquí todavía utilizamos esa expresión-, que se sale bastante de la normatividad del género.

Leo Cebrián Sanz