Tras conocer el pasado de Azucena como vedette y artista de revista, su madre recuerda cómo fue definiendo sus gustos musicales hasta decantarse definitivamente por el Rock. «Cantaba Jazz y flamenco que era una maravilla», comienza diciendo Conchita. «Incluso mejicano también (rancheras), antes que Rocío Dúrcal incluso. Yo le dije que se metiera porque no había nadie que en ese momento lo hiciera. Ya verás como llegas muy bien, le decía». Tampoco el manejo de ciertos instrumentos de percusión le resultaba ajeno: «era muy completa, toda un arte puesta ahí. Tocaba los bongos, las tumbas y las cajas».

Azucena ya no volvería a cantar el repertorio propio de la revista -como los temas populares «Recuerdos de Ypacaray» o «Los gitanos»-, girando poco a poco hacia una amalgama de estilos vocales (Pop y Blues, entre otros) que reafirmaron su capacidad para adaptarse a cualquier género.

Hay una especie de mantra que Conchita repetirá varias veces a partir de ahora: «A ella lo que de verdad le gustaba sobre todo era la música de Rock. Nadie le había enseñado a cantarlo, pero sólo quería ser rockera». Azucena fue acercándose a la música que le haría popular tras su experiencia en la obra ‘The Rocky Horror Picture Show’, que representó en el teatro Martín de Madrid y también en Barcelona. Sin embargo, el primer disco que grabó la futura cantante de Santa fue «Palito de azúcar», con canciones producidas por Augusto Algueró. También formó parte del elenco de «Pecar en Madrid», un musical con canciones de Juan Pardo, quien asimismo le escribiría el tema «Tengo un teatro».

Cuando Azucena asumió su gran reto profesional, cortó de raíz con su pasado para afrontar el nuevo desafío. «Ella quería hacer lo suyo, ser rockera o Heavy. Aunque también había tenido una época de hippy, con los ingleses esos que dormían en las playas e iban con las faldas», rememora su madre. «Pero en el Rock tampoco se portaron muy bien con ella», puntualiza. «No querían darla paso porque era cosa de hombres, pero ella les decía: «bueno, ¿qué pasa?». Siempre ha sido un poco feminista y ha luchado por la mujer, porque la mujer también tuviera una parte de lo que tenía el hombre».

Conchita Loren no puede evitar traer a colación algunas de las vivencias negativas que pudieron haber influido en la pronta retirada de Azucena del mundo del Heavy: «Aun siendo flamenca, a mí Santa me parecía un grupo precioso. Me encantaba cómo tocaban todos y cómo cantaba mi hija, pero Jero se pensaba que era un Dios. Era muy buen guitarrista, pero tenía muy mala leche. Él quería ser más estrella que ella, porque yo he visto llegar periodistas a hacer a Azucena una entrevista y decirle Jero: «tú no puedes hablar con ellos hasta que no lo haga yo». Y yo le dije: «¿pero tú quién eres? Por mucho que tú quieras, ella es la figura del espectáculo, que es la que lleva esto» -afirma la supervedette señalando la garganta-.

Aunque en las antípodas de la clásica «madre de artista», la antigua Conchita de Andalucía sacaba la cara por su hija en cuanto podía: «Yo a ella le pinchaba un poco cuando le decían: «venga, Azucena, que hay que bajar los instrumentos de la furgoneta». ¿Pero por qué? Si ella ya llevaba el instrumento en su voz, ¿por qué tenía que ayudar con la batería o lo que fuera? Yo sé que eso picaba. Y ella igual les terminaba mandando a la porra, que fue lo que pasó».

Azucena viviría de forma complicada su etapa en solitario, cuando los medios especializados y el público le dieron la espalda y apenas respondieron a su propuesta. Esta indiferencia terminaría por determinar su abandono de la actividad artística: «¿Sabes lo que pasaba ahí? Que Azucena tenía muy claro que una retirada a tiempo era una victoria».

«Se vino aquí (Alicante) y puso un chiringuito. Siempre le ha gustado muchísimo la playa y el mar. Salió una pequeña oferta y yo se lo dije para que se lo quedara. Tuvo mucho éxito, porque no cerraban por la noche. Había muy buen ambiente. No tenían ni puerta y venían todos los heavies a verla y a tomarse sus sardinitas asadas, hasta los de Barón Rojo», recuerda orgullosa Conchita.

La cercanía de su madre y hermanos, que residían también en la zona, fue fundamental para que Azucena optara por esta parte de España para vivir su última etapa más o menos pública: «también se compró una casa y un terreno grande aquí en La Alcoraya (una especie de pedanía de la capital)«. En su fuero interno, la vocalista seguía albergando la esperanza de volver a cantar: «estaba adelgazando para volver a presentarse con el Rock», confiesa su progenitora.

Pese a las diferencias innatas a dos personalidades fuertes como las suyas («ella no quería que yo me metiera en nada de su profesión»), Conchita Loren conserva un recuerdo emocionado de su hija: «Fue muy amiga de sus amigos. Tenía un carácter muy fuerte, pero no para pelearse con la gente. No era persona de decir: «yo me pongo por delante de ti, cueste lo que cueste». Al contrario, era maravillosa y tenía el corazón como una casa de huéspedes de grande».

Leo Cebrián Sanz