Personalmente, todas las entrevistas y todos los artículos que realizo son muy importantes para mí. Para un servidor, el respeto y la pasión hacia el musico o ese grupo -por muy novel o emergente que sea-, siempre será comparable con el que merece una banda consagrada.
Todo el que se sube a un escenario con ideas propias y canciones nacidas desde la intimidad de un instrumento tienen mi respeto dentro de nuestra cultura rockera. Fuera de ella, pues bueno, sí…, hay buenos artistas -eso está claro, salvo excepciones-, que crecen día a día.
¿Por qué empiezo de esta manera este artículo? A pesar de apoyar con el corazón o lo más profesionalmente posible a nuestras formaciones, puntualmente aparece un musico o un trabajador de la música -que es como me gusta denominar a estos profesionales-, que por algún motivo se hace mucho más especial, como es el caso que os voy a presentar mediante esta publicación.
Muchos/as le conocéis sobradamente, quizás otros le distinguís a duras penas y el resto sólo por formar parte de su grupo Obús. Gran compositor, un bajista brutal y un letrista que me pone los pelos de punta cada vez que recuerdo o escucho esas canciones que me han acompañado siempre, sirviéndome incluso para salvar esos baches que te pone la vida. Alguna vez habéis podido escuchar decir a algún músico eso de “el grupo que puso la banda sonora de mi vida me acaba de llamar para formar parte de sus filas”.
Un sueño hecho realidad. Yo puedo decir que no tiene precio poder charlar con una cámara delante con Juan Luis Serrano “Tío Luis”. Lo que aporta su música a mi vida añade un mosaico de ciertos sentimientos, aderezado de esos nervios en el estómago que solo pocos podéis entender y menos las generaciones actuales. Es un enorme placer traeros al monográfico “La pluma rockera” la vida y obra del bajista de los legendarios Obús, que actualmente está en plena presentación de su libro “Dosis de Heavy Metal”.
El vecino de Villamanta, rockero y enlace sindical de Comisiones Obreras
Qué pensarán los actuales vecinos de Villamanta, pueblo de la comunidad de Madrid de más de 2.400 habitantes, en referencia al Tío Luis. En el año 1955 nacía en esta localidad Juan Luis Serrano. De familia trabajadora, sin lujos, su infancia la pasó viviendo las carencias propias del momento. Con tan solo seis años se mudó al barrio madrileño de Carabanchel. Su vida continuó en esa nueva ubicación, llegando pronto su interés por la música y su gran sueño. Fue a la edad de doce o trece años junto a Juan, quien en la actualidad es su cuñado.
Con mucho esfuerzo, ambos se compraron su primera guitarra española, las dos iguales, con cuerdas de acero y un color entre negro y marrón oscuro. Después de ahorrar el dinero suficiente durante un año, por fin llegó la oportunidad y Juan Luis pudo pasar por el dintel de esa puerta de la calle Toledo, cuyo escaparate siempre visitaban cada domingo antes de que la pareja se diese una vuelta por el Rastro madrileño. Y llegó el día, vaya que si llegó. ¿Estábamos ante el futuro musico que tan buenos ratos nos ha hecho pasar? Está claro, ya que se empezaba a formar el embrión de un excelente letrista social, testarudo y con principios muy firmes. Se desarrolló por entonces su sensibilidad por ciertos estilos musicales y por aquellas bandas que los tocaban. Todo ello formaba parte de su devenir por el mundo sonoro.
Hablamos de un chaval de la época de los años 60, cuando los discos del interés de nuestro musico caían con cuentagotas. España era una nación donde la copla era el máximo exponente sonoro, aunque empezaban a surgir grupos de Rock con un aire muy comercial. ¡Era lo que había!
Nombres como los de Z66 -de Lorenzo Santamaría-, Los Módulos, Los Bravos, Lone Star, Los Canarios e incluso los progresivos Tapiman son ejemplos de los conjuntos o bandas que escuchaba nuestro Tío Luis. Ya en los años 70 fue definiendo más intensamente esas ganas de escuchar unas formaciones que fuesen un poco más duras, como por ejemplo Eva Rock, Burning, Storm y más adelante Coz, Bloque, Asfalto y Triana -estas cuatro últimas cerca de los genuinos años 80-. Cabe destacar que hubo un grupo de nombre Franklin, que a Juan Luis le quitaba hasta el sueño de los grandes músicos que eran.
El Tío Luis siempre ha contado una pequeña anécdota en referencia a esta banda. Al parecer, nuestro artista trabajaba en aquella época en Madrid en la zona de General Martínez Campos, cerca de donde Franklin ensayaba en un local de nombre La Caco (Casa de Córdoba en Madrid), un lugar famoso por las peleas entre bandas que solían producirse los sábados y domingos. Bueno, pues el sitio en cuestión tenía un ventanuco donde el futuro bajista de Obús se sentaba para escucharlos en esos tiempos de descanso -con el bocadillo de calamares en ristre- que le favorecía el empresario de turno en su puesto de trabajo. Muy sensible con la lucha obrera, el músico se afilió a Comisiones Obreras, llegando a ser enlace sindical en la lucha por los derechos de sus compañeros/as.
El bajista tenía otras dos aficiones en paralelo. Una era y sigue siendo la historia. Sí, has leído bien… La otra era el fútbol. En la primera Luis no hace más que devorar biografías de grandes personajes, batallas, civilizaciones, relatos históricos…. Lo de pegar patadas a un balón era habitual en esos años entre la chavalería del momento. Al letrista y bajista en ciernes le encantaba juntarse con sus amigos para jugar al “furgol”, perdón, el fútbol.
El Tío Luis estudiaba en el colegio de San Ildefonso. ¡Pero no, hombre, no! ¡Él no canto nunca el “gordo” ni el “flaco”! Por cierto, molaría cantar los números a lo Heavy. No hago más que imaginar cómo sonaría… Sólo tenían la posibilidad de hacerlo los huérfanos, pero en este caso no era así.
A él, si le elegían para jugar, siempre le tocaba ser el segundo. Pero no por bueno, sino por lo malo que era el “jodío”. Hombre, algo no tenía que salirle bien… Os cuento la anécdota, que no tiene desperdicio: los cuidadores que regentaban ese colegio tenían por costumbre, cuando llegaban al Viaducto de la calle Bailén, soltar a estos alumnos escaleras abajo, desde los jardines de las Vistillas. Parece ser que nuestro Tío Luis, cual gacela, llegaba siempre el primero. Esto le daba la opción de poder elegir uno de los tres campos, ya que uno tenía portería y estaba llano. Los otros dos tenían piedras y socavones. Bueno, pues no hay mal que por bien no venga…
El vecino, Vicente Romero y una grabadora de carrete
Muchas veces adentrarte en el mundo del Rock va ligado a un familiar cercano o un amigo. En este caso fue un vecino, cuyo nombre desconocemos, quien le aportó conocimientos de artistas y grupos como los Rolling Stones, The Doors, Bob Dylan, Los Monkees y una diversidad de bandas americanas. Una grabadora en mano de carrete de la marca Sony fue la herramienta que utilizó cada tarde para grabar toda la discografía de los Beatles o la música de aquellos ejemplos que recogía de las visitas que hacía a ese vecino del mismo bloque.
Vicente Romero, que en aquel momento no era aún el Mariskal, lideraba un programa radiofónico llamado ”Musicolandia”, un espacio en el que el Tío Luis descubrió otras bandas de esa época como Cream, Humble Pie, Slade o Mountain. Sin duda, el bajista llevaba y lleva aún la música muy dentro. Con catorce años empezó a formar parte de los típicos grupos de colegio. Él mismo se daba cuenta de que la vena artística fluía por su cuerpo, sin querer bajarse por ello de esa forma de vida que mucho llevamos como estandarte. Con dieciséis años, Juan Luis ingresó en el conservatorio de Madrid para estudiar violín, contrabajo y solfeo.
Pero la imposición por el gobierno de turno de tener que perder un año de su vida cumpliendo con la patria hizo parar en seco a nuestro futuro músico. Corría el año 1976 cuando era llamado a “filas”… y, una vez más, no hay mal que por bien no venga. Al acabar el secuestro legal, contactó con Kiko Martínez, el actual CEO de Avispa. La idea era formar una banda de Rock Duro, Madrid 20, y tanto ésta como Red Box fueron los inicios para el estallido de uno de los grupos por excelencia del Heavy Metal de este país: Obús.
“Dosis de Heavy Metal”, el libro
“Como cada tarde, mi mirada se dirigió al reloj de la pared. Impaciente y con la cabeza llena de sueños esperaba que, de un momento a otro, marcara por fin las seis de aquel lunes frío y anodino” (nota de la redacción: se refiere al mismo día del intento de golpe de Estado el 23 de febrero de 1981). Así empieza el libro Juan Luis Serrano. ¡Ojo! No es una biografía al uso, sino una oportunidad de que el autor rememore una serie de anécdotas que incluso no guardan siempre un orden cronológico.
Doscientas setenta y dos páginas con prólogos de Óscar Sancho Rubio y Pascual Martínez “Pasku”, un fan de la banda que incluso en su momento llegó a crear la página web de Obús. Creo que del señor Sancho poco hay que añadir, todo se sabe. Le agradecemos haber podido utilizar, previo permiso, el título de este artículo extraído de su texto en el inicio del libro. Me pareció que definía perfectamente el arte demostrado por parte del Tío Luis durante todos estos años.
El texto de la contraportada está escrito por otra persona que le conoce muy bien. Nos referimos a Juanma Llorca. Las explicaciones que da sobre el autor y el contenido del libro te permiten intuir que lo que tienes entre las manos es sin duda alguna un tesoro escrito.
Al final de esa “dedicatoria”, cuenta Juan Luis cuando les llamaron de una televisión en Galicia para hacer un directo de Obús. La actuación tenía que ser en acústico -nada de vatios de potencia-, una cosa tranquilita. Nuestro Tío Luis contestó al programa como bien sabe hacerlo, con una canción, en concreto “Que te jodan” Creo que quedó claro como testimonio artístico del autor, al igual que con muchos de los himnos que su banda madre defiende incluso hoy en día por los escenarios.
Situaciones contadas de puño y letra, y recuerdos de cómo se inspiraba para dar forma a las letras de las canciones. La titulada “El que más” se inspiraba realmente en los colegas de los semáforos que vendían pañuelos, ya que diariamente paraban dos o tres veces a nuestro bajista. El Tío Luis siempre bajaba la ventanilla en señal de respeto para comprarles el típico paquete de clínex. Cuando robaron a Obús las guitarras del local y ni siquiera rozaron sus bajos, Juan Luis quiere creer que quizás fue porque los ladrones ya le conocían de algún modo y que por eso habían respetado su herramienta de trabajo.
Qué decir de las tiranteces con Barón Rojo, tan conocidas por muchos. También habla de ello de esta manera:
“El 26 de abril, Barón Rojo presentaba su primer disco en el Frontón Madrid. Javier Gálvez nos consultó si podíamos montar un repertorio en tres días para para tocar de teloneros. Nos pusimos manos a la obra. Ese día tocamos en formación de trío, Fernando a la batería y, cantando, Paco y yo; Fortu lo vio desde la grada, aún no se sabía los temas. A Fernando le habíamos enviado la maqueta que teníamos para que se los preparase. Solo un día de ensayo juntos y adelante, quién dijo miedo. Desde ese día comenzó un poco la guerra Barón-Obús. Primer motivo, el diseño de la entrada al concierto, en la que el nombre de ambos grupos aparecía con el mismo tamaño, algo que permitieron tanto su manager Gálvez como la organización y su compañía de discos. Segundo motivo, Javier Gálvez entró en el camerino a comunicarnos que no podíamos hacer el solo de batería. Fernando era con muchísima diferencia el mejor batería de rock duro que había en Madrid y de los pocos que utilizaban el doble bombo. Al tener poco tiempo de ensayo -ya os digo, tan solo un día-, Fernando decidió preparar un contundente solo de batería para alargar el repertorio durante “Va a estallar el obús”. Gálvez también nos dijo que hiciésemos cinco temas, “ni uno más o cortaban el sonido””.
Hasta aquí varios ejemplos de lo que os vais a encontrar en el libro si todavía no habéis llegado a adquirirlo o no ha llegado a vuestras manos. Sin duda, de obligada lectura porque…
El arte no sólo está en los museos. No estoy ni gordo ni calvo, que se jodan los demás
José Ramón Nieto “Kema Púas”
“Escuchar música te hace ser mejor persona y te limpia el alma. Si es Rock, mejor”.