El próximo domingo 11 de noviembre termina en la capital la mayor exposición que se ha realizado nunca en la historia de nuestro país sobre el movimiento contracultural local relacionado con la música popular del siglo XX. La muestra «El pintor de canciones» lleva como subtítulo una frase muy descriptiva que define perfectamente la intención de su comisariado, del que es responsable Javier Panera: «Conexiones entre las artes visuales, la escritura y la música popular en España (1948-1978)».

Se trata de un recorrido histórico por todo lo que ha agitado la cultura española desde mediados de la década de los 50 de la pasada centuria hasta los tres primeros años de la transición política de la dictadura a la democracia. El planteamiento es ambicioso, pero la amplitud de la «expo» permite establecer un total de once unidades temáticas. No todas versan exclusivamente sobre el arte del pentagrama, ya que lo original de la propuesta es que pretende explicar cómo confluyen en un mismo terreno la música, la pintura y la ilustración, el cómic y el periodismo alternativo.

Hay tanto donde elegir que preferimos advertir al visitante «rockero» de cuáles son los capítulos que no ha de perderse. El primero es el tercero en la lista oficial, cuya denominación genérica es «En plena calle y a sólo cien metros de la Cibeles. Las matinales del Price (1962-1964)». En él se aborda la llegada e impacto del Rock and Roll a esta parte de Europa, entonces tan aislada de las tendencias internacionales, con una selección muy acertada de portadas de discos y posters de los primeros festivales de inspiración Beatle y ye-yé. No falta una reproducción gigante de ese chocante recorte de la prensa que inspira su título, y en el que se denuncia el frenesí danzarín que los primeros «melenudos» madrileños montaban a la salida del Circo Price.

Justo al lado comienza «Cuando España hizo ¡Pop!», que refleja el impacto de nuestros primeros grupos -conjuntos entonces- en el imaginario popular de toda una generación. Al consabido desfile de portadas de singles le acompaña una vistosa galería de afiches cinematográficos con algunas de las películas de temática musical que se realizaron durante los años 60 y 70. Varias pantallas con auriculares invitan a sentarse y disfrutar de anuncios publicitarios de estética Pop, fragmentos de los largometrajes más innovadores o reportajes del noticiario oficial No-Do sobre la convulsión que suponían las nuevas modas que llegaban desde Europa y América.

El recorrido entra en este punto en una fase más política, que «tortura» al visitante con una canción en bucle del cantautor Raimon, repetida hasta la saciedad del hartazgo. Por fortuna, la paz propia de un entorno expositivo se recupera con el segmento «Hombres de las praderas vs. hijos del agobio». En esta parte se orienta al profano sobre el manifiesto ideado por los hermanos García-Pelayo para dotar de corpus intelectual a lo que habría de ser el movimiento del Rock andaluz, nacido a la postre tras la consagración underground de Smash. Precisamente son las imágenes de la película-documental sobre la banda de Gualberto y Julio Matito las que se proyectan en los monitores, que también lucen flamencos con una de las escenas fundamentales de la película «Manuela», de Gonzalo García-Pelayo.

 

 

La cosa se anima aún más con el impresionante despliegue en torno a los primeros festivales hippy-rockeros celebrados en la península: el Canet-Rock y esa piedra angular que supuso el festival de Burgos, aquel ya popularizado como «el de la cochambre», a cuenta del ataque recibido por parte de la prensa conservadora de la ciudad. Hay grabaciones inéditas en formato casero y numerosa documentación que jamás hemos visto en ninguna otra iniciativa semejante, por lo que recomendamos «empaparse» de estos fondos de archivo con la atención que se merecen.

Ya por último, «Estar (o no) en el Rrollo / Vibraciones underground» supone el reconocimiento de la cultura oficial a todo un fenómeno artístico que vinculaba el Rock de los años 70 con el cómic, la prensa marginal y/o política y la agitación de las ideas y los cuerpos. Las portadas de revistas como «Ajoblanco», «Star» u «Ozono» van dando cuenta de los profundos cambios que se estaban viviendo en España, donde cada semana y mes se ganaba una cuota más de libertad. La censura hacía su trabajo, pero también «la evolución de las costumbres», como años después titularía una de sus canciones La Mode.

Leo Cebrián Sanz