Qué ilusión. Nunca me habían rescatado de una catástrofe natural y esa iba a ser mi gran oportunidad. En efecto, yo fui uno de los 150 privilegiados que pasaron la noche del sábado en un polideportivo de San Javier al que llevaron tres autobuses de ‘heavies’ al baño María. Ya me esperaba barritas energéticas, mantas recién sacadas de sus fundas de plástico y bellas estudiantes de psicología especializadas en Metal Extremo y glorias Hard de los ochenta. Lo que me encontré no fue exactamente eso, sino un montón de aguerridos “tachueleros” durmiendo como bebecitos en el nido. Viva la fraternidad metálica y la madre que nos parió. Ni un sólo ronquido en cinco benditas horas de sueño, tras la agitada noche en la que el Leyendas generó su propia leyenda.

Justo cuando el grupo de Carlos Pina daba final a su concierto, una tímida lluvia había empezado a caer sobre el cielo de Santiago de la Ribera. ¿Pero cómo?, ¡si hasta ese momento era una pedanía de San Javier envuelta en una nube de polvo como la del ViñaRock! Los finlandeses Korpiklaani se quedaron de piedra cuando vieron que el chaparrón se convertía en tormenta, y que la tormenta se convertía en huracán “de-los-que-dan-miedo”. Como la luz se fue, el “pánico” se adueñó de la única carpa-refugio: “alcohol, alcohol, alcohol, hemos venido a emborracharnos y el resultado nos da igual”, “¡barra libre, barra libre!”, “oé, oé, oé, oé”.

En efecto amigos, tan extraño como escuchar a Leo hacer versiones de La Frontera (‘El límite’) y ¡Álex y Cristina! (‘Chas y aparezco a tu lado’), pero mucho más divertido.

Atrás quedaba una segunda sesión de conciertos que se prometía histórica. Nos quedamos sin ver a Lizzy Borden y Muro -¡maldición!-, pero Lujuria, WarcryObús sí actuaron al día siguiente, en un apaño de cartel digno de un festival de una sola jornada.

 

La cosa había comenzado el jueves de la mano de Oker, Steel Horse, Barbarroja, Leyenda y Niobeth, cinco litros de sangre joven como la que cantaron Sobredosis el viernes. A media tarde se inició una de las mejores veladas clásicas que recordamos: homenaje a Dio con Rainbow In The Black en sustitución de Huma / la oportunidad única de escuchar a los heroicos catalanes Lone Star / Jero y su nueva aventura de Santelmo / Stimula cantando los temas de Evo para sus fanáticos en España y Ecuador / The Storm dándole un punto mágico a la noche / los siempre precisos Medina Azahara y el café, copa y puro de los “glamurosos” Exkissitos y los locales Nudo. Jornada gratuita y mucho público de la comarca con ganas de vivir su noche rockera.

El agitado viernes fue testigo de la espantada de Picture -sustituidos por unos Angelus Apatrida en estado de gracia- y de la sorpresa de sobremesa que supuso la respuesta recibida por Cuatro Gatos y Beethoven R. Bastante gente para ver a las dos bandas madrileñas, que otro año se merecen una mejor ubicación en el horario. Manzano salió de la cámara frigorífica en la que ha estado el último cuarto de siglo y cantó igual de bien que ha conservado su melena.

Tras el paréntesis del medio metro de barro, Óscar Sancho abrió el escenario del sábado mientras llamaba a gritos a los perezosos del camping. Las puertas se abrieron cuando empezaba a cantar su versión de ‘La fuerza del Rock’, de Goliath. Fue emocionante; no, fue precioso…, sí, esa es la palabra. Decenas de adolescentes corrieron a encontrarse con “papá” Sancho. El cartel se retomó sin Handful of Rain, pero sí con el resto de los anunciados: Uzzhuaïa, Atlas, Centinela, Badana, Saurom, Leize y la aparición siempre gozosa de Easy Rider. Capítulo aparte para Topo y los británicos Tygers of Pan Tang, dos formaciones veteranas que no se dejaron comer el terreno por sus hijos o sobrinos. Tremenda patada en el culo para los idiotas que usan la palabra “viejuno”.

La traca final fue una auténtica “batalla de bandas” producto de las circunstancias, que dudamos que los músicos implicados hubieran aceptado de antemano. Saratoga, Los Suaves, la reunión de los cuatro Barón Rojo originales y justo a continuación sus enemigos íntimos Obús, tras el “pique” vivido con los hermanos De Castro en el pasado Derrame Rock. Sólo faltaba uno de la cuadrilla: José Carlos Molina, felizmente “domesticado” por la dulce presencia de Judith Mateo. Fue un perfecto ‘happy end’ de música Celta y flauta rockera. Nos pusimos a jugar a las sillas con unos desconocidos y brindamos con ellos por un fin de semana inolvidable. Sniff… (por favor, música emotiva de fondo para este final de sincera emoción).

Leonardo Cebrián Sanz